Poesía patagónica de la mano de Jorge Spíndola y su libro “Calles laterales”

A más de veinte años de su primera edición, se reeditó el libro del poeta, investigador y docente de Comodoro Rivadavia que en esta entrevista repasa su obra y su vida.

La reedición de Calles laterales que realizó la pequeña editorial Facón Grande el año pasado puede considerarse una clara demostración del interés que despierta la poesía de Jorge Spíndola. Porque no es usual que los libros de poemas se reediten, al menos antes de ser incluidos en algún volumen de “poesía completa”. La primera edición del libro se realizó en plena crisis del 2001. Una década más tarde sus poemas fueron incluidos junto a los de sus otros libros (Matame si no te sirvo, de 1994 y Jerez volcado, de 2008) y algunos poemas inéditos, en la antología Perro lamiendo luna, editada por Jinete Insomne. Es decir que la de Facón Grande puede considerarse la tercera edición del libro. En él se muestra lo esencial de la poesía de Spíndola: su notable capacidad para crear atmósferas nocturnas de road movie, su mirada y su escucha atenta a las vidas y las voces de quienes viven en los barrios más pobres de la ciudad, como se puede ver los poemas «El ciclista» y «Monólogo de Eufemia». Su título bien puede considerarse otra manera de nombrar eso que Borges llamaba las orillas.

En Calles Laterales se muestra lo esencial de la poesía de Spíndola: su notable capacidad para crear atmósferas nocturnas de road movie, su mirada y su escucha atenta a las vidas y las voces de quienes viven en los barrios más pobres de la ciudad, como se puede ver los poemas «El ciclista» y «Monólogo de Eufemia». Su título bien puede considerarse otra manera de nombrar eso que Borges llamaba las orillas.


En 2021, además, “Espacio Hudson” publicó un nuevo libro de poemas, “Flores encontradas: Peshake rayen”, y su tesis de doctorado, “El Az Mapu. Poéticas y políticas del buen vivir”, fue publicada como el volumen VIII de la colección Patagonia Literaria -dirigida por Claudia Hammerschmidt- que hace varios años viene reuniendo una serie de aproximaciones críticas de diversos académicos y escritores a la literatura de la región.


Acerca de esa interesante trayectoria trata esta entrevista, que Spíndola respondió desde Comodoro Rivadavia. Allí nació en 1961 y desde 2018 tiene a su cargo de las cátedras de Literatura Argentina I y Literatura Latinoamericana II en la Universidad Nacional de la Patagonia. Pero no siempre vivió en esa ciudad. “Viví en Comodoro hasta 1984, que me fui a Buenos Aires. Me costó bastante estabilizarme laboralmente como para poder estudiar. Al año siguiente -cuenta el poeta- empecé a estudiar Letras en la UBA. En el ‘89 por la hiperinflación de Alfonsín me quedé en la calle, así que volví al sur, pero a Trelew”.
Spíndola venía escribiendo desde muy joven y por aquellos años publicó algunos poemas en diversos fanzines y revistas artesanales. En 1993 obtuvo el Premio Nacional del Fondo Nacional de las Artes del XVI Encuentro de Escritores Patagónicos por su primer libro de poemas “Matame si no te sirvo”, que la editorial Último Reino publicó al año siguiente. “Ahí como que se hizo visible mi poesía, la recepción de ese libro fue muy buena, y yo también pude ordenar mis escritos en libros”.


-¿Y en qué situación se dio la publicación de Calles Laterales?

-Creo que en el verano de 2001 me senté a escribirlo y en 2002 salió por la Colección de poesía del Sur del Mundo, un proyecto que, como tantos otros, quedó trunco. Lo iniciamos con quienes hacíamos el Encuentro de Culturas del Sur del Mundo, entre 1998 y 2003. Allí participaron escritores, artistas y representantes del pueblo Mapuche de ambos lados de la cordillera. Tuvieron lugar en Trelew, Valdivia y Chiloé. De la zona del Alto Valle venían Costa, Raúl Mansilla, creo que vino Macky, Chelo Candia, de Roca. De Bariloche teníamos relación con Graciela Cros. Fue una época de muchos viajes, siempre en una relación con el sur de Chile muy importante. Y fundamos la editorial. La idea era publicar varios libros.


Y por esa época también dirigías la revista Tela de Rayón
-Esa revista surgió como una forma de divulgación de los trabajos de un taller literario que yo coordinaba. Era una experiencia colectiva muy linda. Imprimíamos los textos en hojas separadas y en el cierre hacíamos una jornada donde estaban todas las páginas en una mesa y las personas que asistían se servían los textos que les gustaban, como si fuera un tenedor libre. Mientras había lecturas, música en vivo. Los chicos de la Escuela de Arte de Trelew encuadernaban las hojas y diseñaban y pintaban la tapa, todo en el momento.
Después vino una segunda etapa. Trabajaba como periodista en el Diario Jornada y en El Chubut, en este último trabajé también como reportero gráfico y hacía el suplemento cultural Tinta China. Hasta el año 2001 fui reportero gráfico. Hice una reunión con alguna gente que había participado de la experiencia de Tela de Rayón, una especie de ronda de consulta para saber si podíamos usar el nombre para el suplemento del Diario Jornada, y finalmente terminó siendo la revista de ese diario. Trabajé un año y medio ahí, después me echaron por cuestiones de línea editorial, y me despidieron de mi trabajo como tallerista también. Me quedé sin laburo y el diario terminó quedándose con la marca. Primero intenté litigar pero después me di cuenta de que me estaba desgastando en algo que no iba a ganar. Me convertí en un paria político en Chubut y por eso tuve que empezar otro de mis peregrinajes…


-¿Cómo fue el 2001 en Trelew?

– Todavía trabajaba como periodista y caminaba mucho la ciudad. Y mi viejo tenía 50 años de fábrica. Trelew tenía la particularidad de haber tenido un parque industrial con decenas de fábricas textiles, porque fue uno de los polos económicos de Frondizi. Con el menemato se levantó la ley de promoción industrial, que básicamente implicaba que las fábricas instaladas en Trelew tenían algunos beneficios, así que las fábricas se empezaron a ir y si la desocupación en todo el país era del 18,6% durante el menemato, en Trelew era del 30%. A mi viejo lo echaron y con la indemnización puso un almacén en el garage de su casa, pero nos terminamos comiendo las latas de arvejas. Entonces vimos nacer otras formas de organización social, que ya no se centraban en el sindicato, sino en asambleas, en la calle, en los piquetes, el club del trueque, la saladita, las tomas de tierras… al calor de reconstruir lo básico: comida y techo. En esa época también escribí unas columnas en el estilo de las aguafuertes de Arlt, que se publicaron en Tinta China, Tela de Rayón y otras revistas de la época.


-En 2010 te fuiste a vivir a Valdivia ¿Cómo fue esa época?
-Mi familia materna es de la isla de Chiloé, mi abuela era chilota y williche. De la mano de esos Encuentros de Culturas del Sur del Mundo yo había hecho un camino de reconstrucción de lazos familiares y afectivos, pero también culturales y políticos, con gente de Chiloé y del sur de Chile. Toda la experiencia de los exiliados del golpe de Estado del ‘73… la profunda experiencia de la inmigración chilota en Comodoro Rivadavia de los años ‘40, ‘50 y ‘60. Su presencia en los sectores populares de Comodoro es muy poderosa, y de ella somos hijos muchos y muchas, como Raúl Mansilla, por ejemplo, que vivió acá. Los Encuentros fueron parte de esa reconstrucción. Irme a vivir a Valdivia fue reiniciar o continuar ese camino hacia la raíz o hacia la semilla, reencontrándome con un pueblo del que yo me siento parte.


-¿Y qué relaciones tuviste con la escena literaria de Valdivia?
-Allí me reencontré Maha Vial, Pedro Guillermo Jara, Yenny Paredes, César Uribe, Verónica Zondeck, Adriana Paredes Pinda, entre otros que ya conocía, y a poetas chilotes como Sergio Mansilla Torres. El Grupo Trilce fundado por Omar Lara, por ejemplo, surgió en la Universidad Austral de Chile en la década del 60. También conocí a otros poetas venían de la experiencia de la poesía lárica de Teillier o las experiencias del Taller Literario Aumen de Chiloé, que marcó el surgimiento de una poesía chilota de relieve nacional, con poetas como Mansilla Torres, Rosabetty Muñoz, y Carlos Trujillo.


-Allí empezaste a hacer el doctorado…
-Sí, también daba talleres en la Corporación Cultural de Valdivia y en bibliotecas de la ciudad. Al mismo tiempo trabajaba en mi investigación acerca del Az Mapu, que implicó una inmersión cultural y lingüística en los ámbitos mapuche- williche de Ngulu Mapu. Yo había escrito una tesis de licenciatura sobre poesía mapuche contemporánea, la primera que se escribió en Argentina. Me quedó la conciencia de que había que dar un salto a una epistemología mapuche, ir más allá de los aparatos de comprensión occidentales, y que eso implicaba una conversión cultural. Me predispuse a ese viaje, que es académico pero sobre todo un cambio en la subjetividad, que tiene ceremonias y liturgias propias. Estuve en nguillatunes de San Juan de la Costa, Punotro, Carimallin, Chiloé, y tras ceremonias de la Futa Willi Mapu. En los códigos mapuche nosotros hablamos del viaje hacia el tuwun y al kupan. Los lazos históricos y culturales entre la gente williche de Chiloé y la gente williche de la región de Osorno son muy fuertes, tanto en los rituales como en las variantes lingüísticas del mapuzungun, que sería el che zugun. Bernardo Colipán, que es mi hermano entrañable, fue como una especie de Virgilio y me llevó por algunos nguillatunes y por otras ceremonias, y a reconocer una literatura y memorias orales. También fue la profundización de pensar el territorio en una relación este-oeste, que yo venía ejerciendo intuitivamente, pero que tiene mucho vínculo con una concepción territorial propia del mundo mapuche: Puel Mapu – Ngulu Mapu. Eso me fue asentando en una visión del territorio de mar a mar, como decimos con Adrián Moyano. Salir de la lógica de esa relación centro-periferia con Buenos Aires o con Santiago y comenzar a pensar en otras coordenadas y a reencantar y reencontrar mi ser en otras lógicas, en las que ya había andado buena parte de mi vida. Y la poesía se ve trastocada por eso, uno empieza a escribir desde otros horizontes. En mi último libro Flores encontradas / Peshake rayen aparece el nütram, que es una forma de conversación en clave mapuche, por ejemplo.


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