«Los destrozos»: la nostalgia de Bret Easton Ellis por los violentos y viejos tiempos

“Los destrozos”, la nueva novela del autor de “American Psycho”, es una mirada tan nostálgica como reflexiva sobre el fin de la inocencia en una ciudad donde late la violencia.

PARIS, FRANCE - SEPTEMBER 24. American writer Brett Easton Ellis poses during a portrait session held on September 24, 2010 in Paris, France. (Photo by Ulf Andersen/Getty Images)

“Comprendí hace muchos años que un libro, una novela, es un sueño que pide ser escrito igual que uno se enamora: el sueño se vuelve irresistible, es imposible hacer nada al respecto, al final te rindes y sucumbes por más que tu instinto te diga que salgas corriendo porque eso va a acabar siendo un juego peligroso”.


Así es el comienzo de “Los destrozos”, la larga novela (674 páginas, editadas por Randon House) con la que Bret Easton Ellis volvió a los libros después de 13 años de silencio. Y así, con ese comienzo, marca el tono de la pesadilla en la que puede convertirse un sueño y a la vez, la fuerza con la que ese deseo puede adueñarse de uno. Escribir aquello que ocurrió y su adolescencia es un deseo irrefrenable, más allá de las consecuencias.


El protagonista de la nueva novela del autor de grandes libros como “Menos que cero”, “American Psycho”, “Glamourama”, y “Suites imperiales” se llama Bret, como él. Y aquello que tanto tiempo se resistió a visitar para escribirlo ahora es el final de su adolescencia, más precisamente a lo que ocurrió en el año 1981, en la ciudad de Los Ángeles, cuando estaba a punto de terminar el secundario.


El tono de la novela, que incluye la sátira social que es marca registrada de Easton Ellis, es el de la nostalgia. Nostalgia por aquella época; nostalgia por la música que sonaba en el auto que cada adolescente de su grupo de amigos -todos ricos, todos hijos de productores de Hollywood o de algún círculo poderoso- tenía para lanzarse por las calles, para ir y venir a su antojo sin que ningún adulto se interpusiera o le importara siquiera. Nostalgia por ese tiempo en el que se ha abandonado la infancia y, creyéndose adultos, sólo se ve un futuro infinito por delante.


El libro está escrito desde la óptica un Bret que ya es grande, que debe rondar los 57 como el propio autor, y que puede recordar con nostalgia pero también reflexionar sobre aquellas cosas que se extrañan de aquellos lejanos 80: la ausencia de celulares que distrajeran la atención en los cines; los cines mismos como salas enormes y elegantes; las películas (“El resplandor”, la obra de Stephen King llevada al cine por Stanley Kubrick, que es un poco el detonante del horror por venir); la música -The Clash, The Tubes, Tom Petty, Elvis Costello, Blondie-; la sensación de que todo está por empezar, aún con las dudas a cuestas, y la violencia latente que acompaña como un mantra a los Estados Unidos. Más específicamente, la violencia encarnada en un asesino serial que tanto atrae al autor.


“Me interesa la violencia como recurso narrativo y siempre me intrigaron los asesinos en serie: una y otros son parte del ser nacional norteamericano. De ahí que en mis novelas haya bestiales explosiones de violencia que no tuvieron tiempo y lugar en mi vida pero que estaban allí, latentes, listas sino para el estallido sí para su secreta y silenciosa onda expansiva”, le dijo Ellis a Rodrigo Fresán en una excelente entrevista para la revista Lengua.


Para rodear la violencia latente, la que luego dejará destrozos en esa ciudad que sólo tiene de angelical el nombre, Ellis va al núcleo de la onda expansiva: la vida de su pequeño grupo de amigos (que fueron sus amigos reales aunque les cambió los nombres). Ese mundo aparentemente despreocupado –“de padres ausentes y amigos omnipresentes”, como el propio Ellis señaló en la entrevista con Fresán– sucumbirá con la llegada de un nuevo compañero, el bello e inquietante Robert Mallory, que llama la atención de Bret y su círculo íntimo. Sobre todo llama la atención de Bret porque no puede dejar de establecer una conexión entre su llegada y la tragedia que tiñe a la ciudad de las estrellas: la sucesión de crímenes de jóvenes, en su mayoría mujeres, en manos de un asesino serial que los medios llaman El Arrastrero.


El asesino tiene un modus operandi: los muebles de las casas de las víctimas han sido cambiados de lugar, sus mascotas desaparecen y, como en algunas películas del género de terror, reciben llamadas telefónicas sin que nadie les hable. Todo eso ocurre antes de que las víctimas sean secuestradas, mutiladas y asesinadas. Por si semejante horror fuera poco, se cree que el “Arrastrero” está relacionado con un misterioso culto satánico que opera en el área conocido como “Los Jinetes de la Otra Vida”.


El talento de Ellis le permite pintar el tiempo y el alma de aquel momento, con ese contraste entre la decadencia espiritual y la opulencia en la que vivían al menos él y sus amigos, todos representantes de eso que se llama Generación X. Él lo dice siempre, las personas que más influyeron en su formación como escritor fueron, allá por su juventud, Stephen King y Joan Didion. Efectivamente, parece haber combinado el universo plagado de violencia y terror de uno, con ese ojo certero para exponer los secretos, la hipocresía y las apariencias que tan bien retrataba la gran periodista y escritora. Pero hay que decirlo, el suyo es un idioma y una voz propia. Una voz que le pide que se meta incluso con aquellas historias a las que se resistió durante casi treinta años.


En 2005, durante el discurso de graduación para los egresados de la Universidad de Keyton, otro escritor genial, aunque malogrado , David Foster Wallace, les dijo a los alumnos: “Ustedes deciden qué es lo que van a adorar, porque […] en el día a día de la vida adulta no existe tal cosa como el ateísmo. No existe tal cosa como no adorar nada. Todo el mundo adora algo. La única elección está en qué decidimos adorar. Y una gran razón para decidir adorar a algún dios o algo parecido a un espíritu —la Diosa Madre, las Cuatro Nobles Verdades o algún conjunto inquebrantable de principios éticos— es que prácticamente cualquier otra cosa que te pongas a adorar te va a comer vivo”.
Bret Esaston Ellis adora la escritura, aunque se lo coma vivo.


Del best seller de American Psycho a una serie en HBO


Bret Easton Ellis nació en Los Ángeles, en 1964. Cuando terminó el colegio secundario decidió abandonar la Costa Oeste y viajar a Nueva Inglaterra para estudiar en la Universidad de Bennington. En 1985, alentado por sus docentes, terminó la que sería su primera novela, “Menos que cero”, que recibió el aplauso de la crítica y se convirtió, con el tiempo, en un libro de culto.


Aunque el libro -dice él- es una ficción, y aunque el protagonista se llame como él, el personaje también está escribiendo una novela durante su secundario que se llama “Menos que cero”.
Su éxito con mayúsculas llegó en 1991 con “American Psycho”, que fue traducida y publicada en español en aquel entonces por la editorial Anagrama, manteniendo su título original. El libro detalla la doble vida del yuppie Patrick Bateman, un ejecutivo impecable que es a su vez asesino en serie. Aunque fue tachado de “peligrosamente misógina”, la adaptación cinematográfica dirigida por Mary Harron y protagonizada por Christian Bale lo convirtió en una obra de culto. A pesar de las críticas y etiquetas como “nihilista” o “enfant terrible”, Ellis ha consolidado su trayectoria como autor de best sellers.


Según anunció el escritor, «Los destrozos» se convertirá también en una serie, que saldrá por HBO y tendrá como director, al menos de algunos de los episodios, al italiano Luca Guadagnino, director de «Llámame por tu nombre» y de la serie «We Are Who We Are». “La idea es que sean tres temporadas de diez episodios cada una y los voy a escribir todos yo. Y habrá muchas más cosas y subtramas de las que hay en la novela”, adelantó Ellis.


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