Libros: «Tienes que mirar», la pesadilla real de una mujer en el sistema de salud ruso
La periodista y escritora rusa Anna Starobinets relata el calvario por el que pasó en el sistema sanitario de su país tras saber que el hijo que esperaba padecía una patología mortal.
Anna Starobinets no es un nombre que circule demasiado entre los lectores de la Argentina. De hecho, es bastante difícil dar con la mayoría de sus libros. Pero hay excepciones. Una de ellas es “Tienes que mirar”, que además es una extrañeza en su producción de narrativa de ciencia ficción. Este libro, editado por Impedimenta en 2021, y con la traducción de Viktoria Lefterova y Enrique Maldonado, es un libro de no ficción, una memoir que sigue el calvario por el que pasó en 2012 la propia Starobinets, considerada en su país como la reina del terror, y que le valió muchos premios, pero que también provocó un sacudón en su país.
“Una cosa es inventar historias de miedo y otra muy distinta es convertirse en la protagonista de un cuento de terror. Dudé mucho tiempo si merecía la pena escribir este libro. Es demasiado personal. Demasiado real. No es literatura”, dice ella en el prefacio. Y es así, duro, y demasiado real.
Como autora de novelas y cuentos, Starobinets hunde los dedos en el miedo y en la ciencia ficción, que ubica sus relatos en ciudades pos-soviéticas desoladas, que es capaz de inventarse el modo de que un marido vuelva a la vida a través de una tecnología que parece salida de las mentes de Black Mirror (o de una artimaña que empieza como empezaban los Sea Monkeys, arrojando algo a un líquido hasta que se transforma en otra cosa, en este caso, en el marido de la protagonista del cuento “Vivos” del libro “Una edad difícil”); que crea espacios donde el espanto aflora a partir del gesto más cotidiano e insignificante. Ese es su piso firme; esos son los monstruos entre los que suele moverse.
“Tienen que mirar” es lo opuesto. Aquí no hay ficción, ninguna, y sin embargo, la realidad puede ser mil veces más lacerante que la ficción. Lo es.
El libro -este libro- tal como lo dice ella, es lo único que pudo hacer cuando, en 2012, le tocó vivir el tormento de saber que el hijo varón que esperaba junto a su marido Sasha tenía una malformación congénita incompatible con la vida.
Anna y su marido sabían, después de varios estudios que lo confirmaban, que el bebé no iba a vivir más allá de algunas horas tras nacer. Y entonces, con esa noticia en la semana 16 del embarazo, sólo queda la terrible elección entre abortar tardía y dolorosamente o parir, de forma inducida y también dolorosa, a un niño que como máximo sobrevivirá veinticuatro horas. Ambos sabían el final del camino, pero no sabían cómo transitarlo.
De ese tránsito habla este libro. Y ese tránsito fue, muchas veces, un infierno.
Como Anna Starobinets es periodista además de escritora de ficción para adultos y niños, hay mucho de su oficio en este libro que es mucho más que el relato doloroso de una madre que sabe que perderá a su hijo. Porque “Tienes que mirar” no ahonda tanto en ese dolor profundo en el que se sumerge como en el relato pormenorizado del sistema de salud ruso y en su total “falta de humanidad”. En cómo ese sistema es quizás eficiente en el sentido práctico pero es, a su vez completamente helado, una máquina sin corazón. El libro es además el relato de cómo logra ir a otro país para tomar la decisión, cómo se atienden allí los casos como el suyo y cómo lidia con el estrés postraumático de vuelta en Moscú.
Anna Starobinets es crítica de su país. Pero este no es un libro de denuncia por la denuncia en sí, ni una defensa ciega de cómo la trataron en el extranjero. Lo que cuenta Starobinets de los pasos, el trato y lo que se hace en las instituciones rusas con casos como este (embarazo deseado con una muy mala noticia en el medio), es estremecedor. Porque no es sólo la falta de empatía que puede esconderse detrás de la eficiencia, es además la total pérdida de control del propio cuerpo.
Hay una escena que ocurre bastante avanzado el libro que recuerda las peores pesadillas de terror: decisiones que se toman contra su voluntad, puertas cerradas con llave, personal del sistema de salud que parece salido de una novela de Stephen King.
Y aquí hay que señalar dos cosas: una es que mucho de lo que ocurre tiene siglos de fermentación en la sociedad rusa, como una forma de ser ante el dolor y la adversidad. Y la otra es que este libro, aunque en el momento de publicación provocó un sacudón importante porque se mencionan doctores y lugares específicos de Moscú y ella misma fue “condenada” socialmente, hoy es material de lectura en muchas instituciones que atienden a mujeres con embarazos difíciles en Rusia.
Como ejemplo de las conductas enquistadas en años de costumbre, Starobinets cuenta, por ejemplo, que el sistema de salud de Moscú margina a su esposo Sasha y no lo deja entrar a las consultas. A ninguna.
“Así son las reglas. Los hombres no pueden pasar. No se debe permitir que los hombres se acerquen a las instituciones para mujeres, a las enfermedades y a los problemas de las mujeres”, dice en el libro.
Y en otro momento, cuando Starobinets, aún indecisa sobre qué hacer, le comenta a una médica su deseo, quizá esperanzado, de llevar a término el embarazo. La médica le suelta: “¿Entiendes siquiera qué tipo de vida tendrás si das a luz? ¡Será un discapacitado, totalmente discapacitado, un monstruo! ¡Y estarás tu sola con él! ¿Sabes que los maridos no se quedan mucho tiempo cuando aparecen ese tipo de niños?”.
En una entrevista que le dio a la revista Milenio, Starobinets explica un poco más sobre esta idiosincracia tan arraigada: “Este libro rompe acuerdos sociales de muchos años —incluso de muchos siglos—, uno de los cuales es muy espartano: si te sentís mal, y querés que te respeten, tenés que callar. Si sentís dolor y hablas sobre eso, si lo gritas, significa que sos débil. Eso en primer lugar. En segundo, desde tiempos inmemoriales, todo lo relacionado no exactamente con el parto, sino con el aborto, natural o artificial, es de una suciedad inconcebible, muy obscena y no se permite hablar de eso. Hay que callar. Por eso cuando por vez primera se rompe cualquier tabú surge una reacción extrema, tanto por el lado de quienes se oponen al tabú, como por quienes de algún modo han sufrido por ello, han callado y, por fin, alguien les ha dado voz”.
Y sobre lo segundo, el hecho de que la publicación del libro cambió un poco las cosas, Starobinets, cuenta: “En la clínica de la que habla el libro, por ejemplo, abrieron cursos para enseñar al personal médico cómo dar malas noticias a los pacientes, para que sea ético y no traumarlos. Hasta llevaron actores. Aunque de todos modos la práctica es, en principio, que en las instituciones médicas no hay cursos dedicados a la ética de la comunicación con el paciente. Cada quien se conduce según su entender. Eso es lo primero. En segundo lugar, en el hospital organizaron un departamento especial para mujeres cuyos embarazos terminan mal, es decir con probabilidad de que el bebé nazca muerto o que no viva mucho. Allí les dan la oportunidad de completar el embarazo de forma, digamos, humana, bajo supervisión médica y sin toda esa presión, si así lo desean. La apertura de este departamento es realmente un cambio tectónico”.
“Tienes que mirar” es un libro tan personal y valiente como político. Es político, por todo ese movimiento de placas tectónicas que generó su lectura. Es valiente, porque Starobinets tenía mucho más para perder que para ganar con la publicación de este libro que la ubicaba en otra estantería, que la desviaba de sus cuentos de distopías y terrores. Y es personal porque, como ella dice, “pensé que quizá era mi deber social escribir lo que me había pasado. Y también que eso le daría algún sentido a la muerte de mi hijo”.
Y eso ocurre. Le da sentido.
Comentarios