Ley ómnibus: «la industria del libro puede quedar en manos de unos pocos»

El plan de reformas enviado por Javier Milei al Congreso implica una fuerte reducción del financiamiento y eliminación de normativas que fomentan la cultura. Librerías independientes aseguran que será perjudicial para el sector.

En Dina Huapi hay una sola librería. Se llama «El Profe». Los vecinos compran ahí, y, de hecho, varios recorren los 16 km desde Bariloche para poder acceder a sus libros. Roberto Szmulewicz es su dueño y desde hace 20 años tiene este oficio: leer, formarse, recomendar, estudiar, sugerir, hacer curaduría y especializarse en libros. Y también forma parte de CALI, la Cámara Argentina de Librerías Independientes, que ven con preocupación el anuncio del proyecto de ley ómnibus enviado por el Poder Ejecutivo al Congreso de la Nación.

Entre los articulados del proyecto de ley enviado, establece la derogación la Ley 25.542 que fija un precio uniforme de venta al público y defiende la actividad librera. Szmulewicz no da rodeos: “va a ser un desastre en todos lados”.

Fijar un precio uniforme, tal como propone la ley que se busca derogar, significa que un libro comprado en Buenos Aires, Córdoba o Cipolletti vale lo mismo. En la Patagonia, claro, se corre con una desventaja: su traslado. El costo del flete desde el lugar donde está la editorial a la librería es alto, pero aun así, “lo tenemos que asumir”, explica Szmulewicz, “porque forma parte del riesgo y de lo que hacemos cuando abrimos una librería”.

En el sector, la derogación de esta ley preocupa. Por varios puntos. Aseguran que, sin esta ley, se inaugura la posibilidad que grandes superficies vendan libros. Lisa y llanamente: se podrá comprar libros, por ejemplo, en un supermercado junto al paquete de fideos, en la punta de la góndola o al lado de la caja. “Ingresa al sector un tipo de competencia que es bastante desleal”, explica Szmulewicz, “porque compite en función de lo económico. Para estas grandes superficies, el libro es un objeto más, como si fuera un paquete de harina”.

Szmulewicz es claro: “las grandes superficies van a tener una capacidad de compra y de negociación totalmente distinta a la que podemos tener las librerías”. Y lo que también le preocupa son las posibles estrategias que este nuevo actor pueda incorporar en el mercado del libro: “puede llegar a suceder que tal libro se venda solamente en supermercados y no en librerías”.

Uno de los malentendidos más comunes, explican desde la CALI, es que, si se elimina la ley de precio fijo, el precio de venta al público cae. Los nuevos actores, con mayor capacidad de compra y de negociación, con la ley derogada, advierte Szmulewicz, podrán vender libros más baratos. Así, “la industria del libro queda en manos de unos pocos que en la medida en que sus posibilidades económicas se lo permiten, monopolizan la opción de venta”. Y enfatiza: “pueden destruir una industria completa”.

Szmulewicz y libreros independientes auguran un futuro: los grandes jugadores podrán acceder a comprar mayor cantidad de unidades, con mayor descuento, que trasladarán al público. Así ganarán cuota de mercado y disminuirán drásticamente la cuota de los pequeños jugadores hasta hacerlos desaparecer. Liberados de una competencia fuerte, volverán a subir los precios. Y paralelamente, las compras a gran escala suelen favorecer, aseguran, los libros de mayor rotación en detrimento de la bibliodiversidad. Es decir, circularán solo los libros que más se vendan.


Impacto de la ley ómnibus de Milei en las librerías:


Las librerías funcionan también como centro cultural, como lugar de presentación de libros, difusión de cultura. Ese espacio de socialización también tambalea. “Corremos un riesgo muy cierto de no existir más en formato librero”. Cuando se va a la librería, detrás del mostrador, hay alguien especializado, formado, que puede sugerir qué libro comprar para alguien de 4 años, o aportar información del libro que se está eligiendo, o hacer una sugerencia según el gusto del lector. “La experiencia que se tenía viniendo a una librería, desaparece si el libro se vende dentro de una bolsita de nailon envasada al vacío”.

Y Szmulewicz recupera otro rol que tienen también las librerías: tener varios años en la estantería libros que no han tenido una respuesta satisfactoria de venta. “Pero que”, explica, “desde el punto de vista teórico literario, es un producto realmente bueno”. Para ser claro, pone un ejemplo: un escritor cordobés, Juan Filloy, fallecido en el 2000, nunca fue un éxito de ventas. Pero, a partir de su publicación y que varias pequeñas librerías del país decidieron venderlo fue reconocido. Y hoy logró tener una segunda y hasta una tercera reimpresión. “Con lo cual estás ampliando el espectro cultural”, reflexiona Szmulewicz, “estamos insertando una persona adentro del mapa cultural argentino”.


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