La muñeca «perfecta», real: Barbie también es lesbiana, activista o se viste de chola

El 20 de julio en Latinoamérica y el 21 a nivel internacional, se estrena "Barbie, la película", el primer live action que se hace de la muñeca más famosa del mundo.

El estreno en cines el próximo 20 de julio de «Barbie, la película», el primer live action que se hace de la muñeca más famosa del mundo, ofrece la excusa perfecta para hablar de cómo vuelve a circular esta figura hegemónica que popularizó la empresa Mattel en los años 60 y se convirtió en un modelo imposible de imitar por su ideal de perfección, y por ende, en ejemplo de la dominación patriarcal que se combate desde el universo del arte adoptando la misma figura y convirtiéndola en un cuerpo sangrante, que tiene amores lésbicos, es activista o se viste de chola con trajes típicos del altiplano boliviano.


«Vivir en la tierra de Barbie es ser un ser perfecto en un lugar perfecto. A menos que tengas una crisis existencial total», se promociona desde Warner Bros Pictures esta producción -uno de los estrenos más esperados del cine en 2023- protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling, dirigida por Greta Gerwig, que dio a conocer esta semana un nuevo avance del filme que estrena en Latinoamérica el 20 de julio y el 21 a nivel internacional.

Si bien los detalles de la historia aún no han sido revelados, la breve sinopsis que se conoce resume que «la muñeca Barbie es expulsada de Barbieland por no ser lo suficientemente perfecta y se embarca en una aventura en el mundo real», un argumento que parece adaptarse al signo de estos tiempos. Pero desde hace años que el mundo de las artes visuales se ha ocupado de abordar los ejes problemáticos de esta icónica muñeca infantil de larga melena rubia, piel de porcelana y cintura de avispa.

La Barbie porno, bien podría titularse si fuese un producto para la venta, la protagonista de uno de los primeros filmes de la cineasta Albertina Carri, un melodrama no apto para menores enteramente filmado con muñecas: «Barbie también puede eStar triste» (del año 2001) ofrece veinte minutos de sexo explícito, humor mordaz y una inquietante cuota de melancolía. Es, entonces, un corto porno (se puede ver en YouTube y en Vimeo), en el que Carri toma uno de los símbolos absolutos de la «belleza y feminidad» de la cultura occidental y lo hace pedazos, entre decorados diseñados por Dino Bruzzone y Ernesto Ballesteros y un mini vestuario para muñecos a cargo de Trosman Churba.

«Quería subvertir el sentido de la mirada sobre los cánones de belleza y las obligaciones en los modos de vida que nos imponían a las mujeres. Por eso es una narración melodramática con puesta en escena pornográfica, los dos géneros -las novelas y el porno-, que fueron utilizados para sentar las bases de las formas del placer y la dominación del heteropatriarcado», explica a Télam la cineasta Albertina Carri, al recordar el motor de aquella obra.


En este «melodrama porno animado», la protagonista Barbie, se pasa los días llorando porque su marido, Ken -un hombre violento y golpeador-, la engaña en la oficina con su secretaria. Dentro de su mansión, la frágil y melancólica Barbie sucumbirá a los encantos de su mucama, Teresa, una Barbie paraguaya y bisexual. A su vez, Teresa convive de manera poliamorosa con su marido, el carnicero Keno y con una trans que encarna el personaje de «Trabie».

«Tal vez -reflexiona ahora la cineasta- en aquel momento todavía me costaba comprender que ese era un sistema económico. Pero tenía muy claro que eran todas (el melodrama, la pornografía y el imaginario de la muñeca rubia, flaca, blanca y profesional) formas de dominación».

La directora de «Los rubios» ensayó en aquel cortometraje una crítica feroz a las estrategias sexistas, heteronormativas y patriarcales, sin contar que en la obra sucede todo lo que en el imaginario popular no se asociaría, jamás, a una inmaculada muñeca Barbie. Y finalmente, subvierte las convenciones de la animación, por muchos años considerado un género meramente infantil. Hay orgías, engaños, sangre, violencia, música tropical y, cuando Ken golpea a Barbie, todo se pone color de rosa con estrellitas.

«La muñeca representa una forma de vida que es muy excluyente. El juego es exponer a lo real a la muñeca perfecta», resalta Carri.


Desde una mirada académica se posiciona la investigadora y profesora de la Universidad de Huddersfield Sarah Williamson, creadora de la Barbie Activista de Arte, un proyecto feminista con miles de seguidores en redes sociales, donde comparte fotografías de la glamorosa muñeca en museos y galerías de Inglaterra, con pequeñas pancartas en las que Barbie cuestiona la historia patriarcal de las instituciones culturales.

«Bienvenido al palacio patriarcal de la pintura, aquí hay 2.300 obras de varones y 21 obras de mujeres», se lee en una de las pancartas que sostiene la siempre sonriente muñeca en su cuenta de Twitter @BarbieReports, que su creadora define como una «práctica estética, performativa y pedagógica crítica».

Vestida de gala, con atuendos confeccionados a mano, la Barbie Activista de Arte lleva su mensaje por diferentes espacios artísticos de Londres, para alertar sobre la desigualdad de género, concebido inicialmente como un proyecto académico que tuvo luego repercusiones inimaginadas.

«Barbie es tan amada como problemática. Cuando piensas en ella te encuentras con ideas contradictorias en tu cabeza. A menudo se la considera un instrumento de opresión femenina, se la critica por ser un estereotipo de la belleza femenina y por sus proporciones irreales e imposibles. La uso por estas mismas razones, subvirtiendo esto», asegura desde Londres, en una entrevista con Télam, Sarah Williamson, especializada en pedagogía e investigación basadas en las artes.


El proyecto trascendió las redes sociales y no sólo la académica inglesa fue invitada a dar una conferencia en el Palacio de Westminster, ante los parlamentarios, como parte de una campaña para que una diversidad de artistas estén representados en galerías de arte y museos financiados con fondos públicos, sino que también su proyecto Barbie saltó a los libros, e integra uno de los capítulos del recientemente publicado «Feminist Critique and the Museum» (La crítica feminista y el museo), de las autoras Kathy Sanford, Darlene E. Clover, Nancy Taber y la propia Williamson.

«Barbie es un icono cultural con la personalidad de una celebridad internacional y decidí que podía recrearla como una intrépida activista feminista, desplegada para ser lúdica y creativamente disruptiva. ArtActivistBarbie (AAB) es una fuerza política que busca ser una influencia positiva», desgrana esta profesora universitaria.

También tomando a la famosa muñeca como adalid, se realizó recientemente en La Paz, Bolivia, una exposición de 3.000 Barbies del altiplano, en la que un grupo de coleccionistas de la famosa muñeca presentó diversas versiones de la icónica mujercita pero con polleras y trajes típicos de la cultura de la región, vestuarios multicolores de danzas como la morenada o la diablada, figuras de Ken sirviendo platillos típicos de la gastronomía local y hasta un cuadrilátero con cholitas luchadoras: «bolivianizando a Barbie», se promocionó la celebración en redes.

«Tenemos una gran diversidad cultural en Bolivia y la representamos a través de nuestra pasión como lo es la de coleccionar muñecas Barbie: a través de ella difundimos nuestras tradiciones, mostrando una faceta distinta y diferente a la que se conoce de las muñecas, cambiando los tacones por zapatos planos, reemplazando los vestidos cortos por enaguas, polleras, mantas y sombreros, cambiando su cabello rubio y largo por oscuro con trenzas y así caracterizamos a una cholita en Bolivia, para mostrar con orgullo lo que somos», relata a Télam la coleccionista Yesenia Pérez Acebey, de La Paz, dueña de una impresionante variedad de ejemplares que recorre la transformación que tuvo Barbie con el paso de las décadas, desde su lanzamiento en 1959.


Integrante y administradora del Club Oficial de Coleccionistas Barbie Bolivia, Pérez Acebey cuenta que desde la agrupación difunden además «el gran talento de artesanos bolivianos que realizan trabajos de ensueño a escala Barbie: prendas de vestir, accesorios en miniatura, joyas, muebles, comidas, platos andinos, de los valles, tropicales y comida callejera, réplicas de conjuntos musicales como los kjarkas -un grupo folclórico boliviano- y sus instrumentos, así como también las famosas cholitas cachascanistas, la lucha libre que practican las paceñas, que presentamos este año por primera vez», detalla sobre la reciente exhibición dedicada a su cultura.

«Si bien Barbie nació con el fin de empoderar a sus dueñas y ha sido descrita como un agente de opresión de las mujeres por proyectar un físico sexualizado e imposible de conseguir, eso cambió totalmente -asegura la coleccionista- ya que Mattel lanzo su línea de Barbies fashionistas, una colección diversa e inclusiva donde se ven diferentes looks, variedad de tonos de piel, colores de ojos, colores y tipos de peinados, tipos de cuerpo e incluso discapacidades, todo ello para promover un cuerpo realista y que refleje la diversidad de aquellos que jueguen con la muñeca», expresa.

La línea «Barbies del mundo» de la empresa fabricante ha desarrollado variedad de muñecas de distintos países: «Lamentablemente hasta el día de hoy Mattel no realizó una barbie Boliviana, es así que vistiendo a esta muñeca con trajes típicos de nuestro país, anhelamos exista una Barbie que nos represente y, con orgullo, mostrar nuestra cultura», concluye Pérez Acebey.

Cada año se comercializan en el mundo 53 millones de ejemplares de la famosa muñeca que nació en 1959 cuando su creadora, Ruth Handler, quiso crear un juguete para inspirar a su hija a pensar que las niñas que «podían ser lo que quisieran», un slogan que parecieran recuperar, desde distintas perspectivas, el arte, esa disciplina que tal como dice la escritora Jeanette Winterson «nos pide que pensemos de otra manera, que veamos de otra manera, que escuchemos de otra manera y, finalmente, que actuemos de otra manera».

Por Mercedes Ezquiaga – Télam.-


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