Daniel Balmaceda ofrece una reveladora biografía política del «Loco Sarmiento»

Su presidencia (1868-1874) es el eje del último libro del periodista e historiador, quien eligió presentar al sanjuanino en toda su complejidad, narrando sus intentos por extender la educación a todos los sectores sociales y por pacificar el país, hasta su mal carácter y sus internas con su propio partido, el Liberal, a la sombra de la poderosa figura de su antecesor, Bartolomé Mitre.

La presidencia de Domingo Faustino Sarmiento es el eje del último libro del periodista e historiador Daniel Balmaceda, quien eligió presentar al sanjuanino en toda su complejidad, narrando sus intentos por extender la educación a todos los sectores sociales y por pacificar el país e impulsar el desarrollo rural, hasta su mal carácter y sus internas con su propio partido, el Liberal, a la sombra de la poderosa figura de su antecesor, Bartolomé Mitre.

Para pintar a su personaje Balmaceda recurre a la correspondencia del Padre del Aula con amigos, familiares y correligionarios políticos, que colaboran a mostrar a un “Sarmiento íntimo” y a arrojar luz sobre algunos episodios de su vida: desde su relación extramatrimonial con Aurelia Vélez Sarsfield, la hija de uno de sus mejores ministros, a sus intentos por conciliar con el líder del partido Federal Justo José de Urquiza que generaron el primer magnicidio de la historia: el del entrerriano, y un intento de asesinato del mismo Sarmiento.

Sobre el abordaje que le dio a uno de los grandes próceres de la Argentina y la actualidad de muchos de los ideales del sanjuanino en relación con la educación y el desarrollo productivo conversó el autor con Télam. A continuación, los tramos centrales de la entrevista.

P: En la introducción habla de una imagen concreta de Sarmiento: un cuadro suyo que presidía la mesa en la casa de tus abuelos, ¿qué características tenía?

Daniel Balmaceda: Creo que mi relación con Sarmiento pasó por distintas etapas. Comenzó con aquel retrato en la casa de mis abuelos en el que el sanjuanino tenía cara de enojado. Yo le tenía miedo. A partir de esa época me acerqué más a él cuando empecé a trabajar con la historia y a conocer otros aspectos.

Creo que siempre tuve la presunción de que su imagen estaba cuestionada. Así que me pareció prudente revisar ciertas cosas, cierto aspectos que le criticaban.

Sarmiento no logró la popularidad que le hubiese gustado durante su mandato. Cuando él asume, lo vivaban a Bartolomé Mitre, a quien sucedió. Y, cuando dejó el gobierno, a su sucesor Nicolás Avellaneda»

Daniel Balmaceda

P: ¿Cuál es el Sarmiento que decidió contar, entonces?

D.B.. Probablemente mi Sarmiento enoje a los sarmientinos y también a los anti sarmientinos. Sin embargo, traté de buscar un equilibrio me centré en su presidencia, la campaña presidencial y la elección, no en toda su vida.

P: Solemos asociarlo con la educación, sin embargo, Sarmiento sufría por su falta de instrucción. Él único título que obtuvo fue uno “honoris causa” de la Universidad de Michigan, por eso sus adversarios lo llamaban “el doctor de Michigan”…

D.B.: Si a él le pesaba no tener instrucción. De ahí que quisiese imponer el “normalismo” que vio en Estados Unidos, que unía a hombres y mujeres de distintos estratos en una misma clase. A mí me da la sensación de que a él, que padeció la falta de oportunidades, a quien le rechazaron dos pedidos de beca para poder estudiar, le parecía importante que otros pudiesen formarse y no pasasen por lo mismo que él.

P: La tapa del libro llama muchísimo la atención. Tiene un retrato de Sarmiento que lo desacartona, pareciera una foto actual…

D.B.: Es una obra de Iván Tiscornia, un artista con el que vengo trabajando hace tiempo. Él compone con imágenes, pegando fragmentos de fotos actuales. Así reconstruye piel, pelo, cejas y cada rasgo. Lo único que le pedí como condición es que fuese un Sarmiento parecido a La Gioconda, que tuviese una semi sonrisa. Por eso es una imagen que desconcierta porque resulta distinta y muy artesanal. No hay registros así de él.

(A Sarmiento) le pesaba no tener instrucción. De ahí que quisiese imponer el “normalismo” que vio en Estados Unidos, que unía a hombres y mujeres de distintos estratos en una misma clase».

P: En ese sentido, da cuenta del mal carácter del personaje, que le jugó en contra en su vida política. También su egolatría, que hacía que lo llamasen “Don Yo”…

D.B.: Sarmiento no logró la popularidad que le hubiese gustado durante su mandato. Cuando él asume, lo vivaban a Bartolomé Mitre, a quien sucedió. Y, cuando dejó el gobierno, a su sucesor Nicolás Avellaneda. Tampoco tuvo la popularidad de Adolfo Alsina, un personaje carismático de la época. Quizás logró más reconocimiento en la década del 80 cuando comenzaron a verse los efectos de su presidencia. Durante su época tenía mal genio y malas formas, y por eso también lo llamaban “El Loco Sarmiento”.

P: El libro comienza con la campaña electoral en la que Sarmiento es elegido presidente y resulta interesante compararla con la que se está iniciando en la Argentina en la actualidad…

D.B.: La comparación es muy interesante. En esa época, lo habitual era que un presidente designase a su sucesor. Pero Bartolomé Mitre no lo hizo y Sarmiento se encontró con que, además, no era su candidato preferido. Así que tuvo que construir su candidatura estando en el exterior, como embajador en Estados Unidos, y con comunicaciones sumamente lentas, ya que una carta desde Nueva York demoraba cinco semanas.

P: Es curioso que Sarmiento llegó ya siendo presidente electo, a seis semanas de asumir…

D.B.: Sí. Lo primero que hizo fue pronunciar un discurso sobre la importancia de la educación. En esa época llamaba la atención que fuese a gobernar un maestro, un hombre autodidacta, que agitase, precisamente, las banderas de la educación.

Una plataforma muy actual, ¿no? Hoy creo que alguien que revisase las cifras de educación y decidiese mejorarlas solo con eso tendría suficiente plan de trabajo.

Durante su época tenía mal genio y malas formas, y por eso también lo llamaban “El Loco Sarmiento”.

P: Sin embargo, el sanjuanino se ocupó de impulsar otros proyectos de diversa índole…

DB: Recibió una economía endeble, un país en guerra con el Paraguay y se ocupó de la educación pero también de la producción. Buscaba que el campo sea el motor del país. Él quería desarrollar la Argentina y sacarla del lugar aislado y generar un fuerte cambio.

P: Pero tuvo que gobernar con desavenencias de su propio partido, y las disputas llevaron a dos hechos que vuelven a tener actualidad; el asesinato de Urquiza y un intento de asesinato contra el propio Sarmiento…

D.B.: Sarmiento no tuvo apoyo del Partido Liberal, que era su partido ni durante la campaña ni durante su presidencia. Pero además se acercó a los federales. Fue en su encuentro con Urquiza en el Palacio San José, en el cual se abrazaron. Esa cercanía no les cayó bien ni a federales ni a liberales y generó que tres meses después asesinasen a Urquiza. Fue el primer magnicidio de la historia argentina y, el mismo Sarmiento hubiese muerto en un atentado si la pistola se hubiese disparado.

P: Aunque el subtítulo del libro es “El presidente que cambió la Argentina”, no esquiva ciertos episodios polémicos en su vida, como su crítica a los gauchos.

D.B.: No es excusa para aquella famosa frase de Sarmiento en una carta a Mitre pidiéndole que “no ahorre sangre de gaucho”, pero al revisar correspondencia de la época una ve que el término “gaucho” se usaba de modo peyorativo. Incluso en ese momento al recibir la carta, Mitre no se escandalizó ni lo contradijo.

Uno ve en la correspondencia de ese entonces que había bandas de saqueadores en el campo que se autotitulaban gauchos. Por entonces el término tenía otra connotación.

P: Incluye otro dato polémico: el apoyo de Sarmiento al pedido de Chile de una salida al mar en el estrecho de Magallanes…

D.B.: Es cierto. Fue 20 años antes de ser presidente. Estaba en Chile y escribió en medios chilenos defendiendo los intereses de esa nación del acceso al Atlántico a través del estrecho de Magallanes. Fue vehemente y no hay excusa para eso pero cuando fue presidente no entregó esa salida al Atlántico y se preocupó por la soberanía argentina, al punto de anexar el Gran Chaco al territorio nacional.


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