Paso por paso, cómo llegó Argentina a tener una crisis del gas
Obras demoradas, frío inusual, y planificaciones erradas se concatenaron para crear un cuadro impensado: casi en medio país hubo cortes de gas mientras desde Vaca Muerta se siguió exportando ante la imposibilidad de redireccionar esa producción. El mayor interrogante es qué pasará en los próximos meses.
La semana que está cerrando dejó una durísima lección para el gobierno en lo que fue la peor crisis de suministro de gas en mucho tiempo, con el agravante de darse en pleno auge de Vaca Muerta. En este artículo repasaremos cuáles fueron los factores que llevaron a que se debiera cortar el gas a todas las estaciones de GNC del país y a más de un centenar de industrias. Y qué se puede esperar a partir de julio, cuando finaliza el contrato de importación de gas desde Bolivia.
Como se marcó, el afianzamiento de los desarrollos de Vaca Muerta -el segundo recurso de gas no convencional más grande del mundo- marca que la producción puede multiplicarse, pero con un claro limitante que es la capacidad de transporte, lo cual explica por qué, en medio de esta crisis, se siguió exportando gas a Chile.
El 5 agosto del año pasado se puso en marcha el Gasoducto Néstor Kirchner (GPNK) que une el corazón de Vaca Muerta con Buenos Aires. La línea tiene una capacidad nominal de 11 millones de metros cúbicos por día que es lo que está despachando -incluso con picos técnicos de 14 mm3/d- pero podría haber sido duplicada a 22 millones de metros cúbicos diarios si se hubieran puesto en funcionamiento las dos plantas compresoras que están en las cabeceras de la línea, en Tratayén y en Salliqueló.
Esto no sucedió por demoras en las obras y de hecho se espera que recién la planta compresora de Tratayén pueda estar sumando 5 millones de metros cúbicos diarios a la red desde julio.
Estas demoras comenzaron el año pasado, en la anterior gestión y por varias causas, y sumaron una suerte de tiempo muerto de tres meses desde el inicio de la gestión de Javier Milei en la que se evaluó si la motosierra a la obra pública afectaba o no estas obras, que también incluyeron otro trabajo clave: la reversión del Gasoducto Norte.
Es que la ampliación de potencia del GPNK tiene un impacto directo en la zona de Buenos Aires, pero para poder llevar más gas de Vaca Muerta hacia el centro y norte del país es necesario revertir el Gasoducto Norte y sumar una nueva línea que lo conecte directamente.
Estas obras acarreaban una traba desde la anterior gestión, ya que se debía anular una parte de la licitación y volver a hacerla junto a otros tramos que no se habían licitado.
Pero también tuvieron un punto muerto en el inicio de la gestión Milei, y si bien ya están en marcha, se estima que recién podrán estar operativas hacia septiembre. Algo que es malo ya que el año pasado la entonces gestión de gobierno pactó no solo una reducción en los despachos de gas que van a este gasoducto desde Bolivia, sino también el fin de ese contrato que está fijado para este 30 de junio.
La deficiente planificación del gobierno
Todos los inviernos, que en el mercado del gas comienzan en mayo y no el 21 de junio, Argentina debe importar energía dado que el consumo de gas se dispara por las bajas temperaturas a cerca del doble de lo que se demanda en meses templados, pasando de una base de 70 millones de metros cúbicos, a picos de 160 ó 170.
Las formas de importar esa energía son varias: puede ser gas natural licuado (GNL), gasoil o fuel oil, gas de Bolivia y energía eléctrica. Incluso en 2018 se importó gas regasificado de Chile, ya que todo depende del lugar donde esté la necesidad de más energía.
Con este escenario, el gobierno hizo una planificación que esta semana quedó demostrado que fue errada. En primer lugar se decidió no volver a contratar un buque regasificador para el puerto de Bahía Blanca, ya que se trata de un volumen de gas similar al que inyecta el GPNK, aún sin las plantas compresoras.
A la vez, la motosierra pasó por las compras de gasoil y fuel oil que realiza la Compañía Adminsitradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa) que prácticamente fueron nulas y por lo que la semana pasada se debió lanzar una licitación para adquirir 12 cargamentos que se estima costarán 500 millones de dólares.
El dato
- 25 millones de metros cúbicos
- fue el pedido de restricción que Enargas solicitó a las transportistas y distribuidoras que se hiciera el miércoles. Representa un volumen mayor a tener el Gasoducto Néstor Kirchner con todas sus plantas compresoras en marcha.
Para el buque regasificador que funciona en Escobar se compraron desde Enarsa solo tres cargamentos para mayo, una cantidad llamativamente baja no solo porque en mayo del año pasado se habían adquirido 8 cargamentos, sino porque además se trata de una zona del país en la que incide el menor despacho que está haciendo Yacimientos Petrolíferos Fiscales Boliviamos (YPFB) que no tiene nada de sorpresivo ya que fue lo pautado el año pasado en la adenda final.
Sin gasoil o fuel oil para enviar a las centrales térmicas, con menos gas de Bolivia y sin GNL en Escobar, el gobierno definió el viernes pasado comprar de urgencia y en forma directa un buque de GNL a Petrobras, la petrolera nacional de Brasil.
El barco llegó el martes al mediodía pero por la tarde recibió la orden de Petrobras de no descargar, ante una objeción más que curiosa de la petrolera brasileña dado que la carta de pago cuestionada es la que la misma empresa había solicitado e igual a otras usadas en anteriores compras.
Con el gas en el barco, pero sin poder inyectarlo en las redes del país, Argentina enfrentó un miércoles y parte del jueves con la peor crisis de gas en largos años. Se ordenó el corte de la totalidad de la red de estaciones de GNC del país, independientemente de la forma de sus contratos, e incluso a un centenar de industrias se les cerró el grifo para evitar que la crisis afectara a domicilios, escuelas y hospitales.
El GNL
- 62,5%
- menos de cargamentos de GNL para el puerto de Escobar se habían planificado para mayo. Nación fijó solo 3 versus 8 del 2023, y a último momento salió a contratar un cuarto buque.
La orden nada por el Ente Nacional Regular del Gas (Enargas) fue cortar el suministro equivalente a 25 millones de metros cúbicos por día, más del doble de la capacidad del GPNK. Y recién en las primeras horas del jueves se logró normalizar en cierta medida el servicio, al menos para las industrias.
El secretario de Energía de la Nación, Eduardo Rodríguez Chirillo, explicó que “estamos en el otoño más frío desde 1980, no pronosticado y con fuerte demanda de gas. Sumado a situaciones excepcionales (limitación de importación energía de Brasil, salida de Embalse), se necesitó incorporar volúmenes de GNL, a precio de mercado, programados para más adelante”.
Rodríguez Chirillo no sumó en su explicación que se ordenó a las represas del Comahue generar a toda máquina, llevando las costas de los ríos de la región a niveles inusuales para esta época del año. Pero tampoco explicó por qué la planificación de buques de GNL fue de casi un tercio de la realizada el año pasado.
El exsubsecretario de Planeamiento Energético de la Nación en el gobierno de Mauricio Macri, el consultor Daniel Dreizzen, explicó que “acá hay un tema que es el factor de seguridad que vos como Estado aceptás tener más bajo o más alto”. Y remarcó que “como Estado tenés que velar porque funcione el sistema. Podrás discutir quién lo paga después, pero el Estado debe garantizar el suministro”.
Desde el kirchnerismo, el expresidente de Enarsa en la gestión de Alberto Fernández, Agustín Gerez, cargó las tintas y responsabilizó directamente a Rodríguez Chirillo de la crisis ya que sostuvo que “tendría que haber planificado mejor e informado al ministro de Economía las necesidades de importación. Sabiendo que las compresoras no iban a estar operativas para parte del invierno deberían haber incorporado el regasificador de Bahía Blanca. Como segunda medida, importar más GNL durante mayo para fortalecer el anillo de Buenos Aires, Rosario y parte de Córdoba, que es donde se concentra el consumo”.
Por lo que remarcó que “con el motivo de mostrar el superávit, que es ficticio, decidieron importar menos cargamentos de gas y acá está una de las consecuencias: nos llevaron a esta situación de estrés extremo que no se vivía desde 1984”.
Finaliza el contrato con Bolivia
El 30 de junio, en menos de un mes, termina el contrato de importación de gas con YPFB. Esto implica que el gobierno deberá negociar con la firma boliviana, o con otra, una forma de seguir sumando gas al Gasoducto Norte al menos hasta septiembre que se espera que esté lista su reversión.
Si bien desde Bolivia se asegura que ya hay gestiones firmes para que YPFB siga aportando 5 millones de metros cúbicos diarios durante julio y agosto, Rodríguez Chirillo también señaló que “acordamos con Petrobras una asistencia para agosto y septiembre, y así cubrir la reducción de volúmenes”, en referencia al memorandum de entendimiento firmado el mes pasado.
Sin embargo, la crisis desatada el martes precisamente con Petrobras abre ahora un cúmulo de interrogantes en torno a si el cuestionamiento a la carta de pago fue una jugada política o si el default que hizo el gobierno a través de Cammesa con las generadoras de energía eléctrica y de gas no generó una desconfianza mayúscula hacia los pedidos de compras de Argentina.
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