La pobreza energética en Argentina

Si bien la atención se concentra en las tarifas, más de 10 millones de argentinos tiene un acceso limitado a la energía. En la regularización de deudas, ésta debería ser primordial.

Por Federico Lutz (*)

El actual proceso nacional tendiente a redefinir económicamente los costos del servicio eléctrico (y de gas) está poniendo en segundo plano uno de los mayores problemas que afecta el desarrollo de la República Argentina: la pobreza energética.


Tratar de disminuir el financiamiento público del sector, incrementando “pacíficamente” el valor tarifario de la electricidad de manera “segmentada” a los distintos actores del consumo (industria, producción, comercio, hogares, etcétera), es una parte del sendero a recorrer como Nación.


La realidad indica que el camino solo estará completo si se agregan acciones de valor tendiente a extinguir la “pobreza energética” a la que está sometida gran parte de la ciudadanía, y a “descarbonizar” la matriz de generación, procurando la conservación medioambiental. La transición energética es el camino completo.


Ajustar tarifas es un problema económico financiero compartido entre el país y la comunidad internacional (acreedores), representada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero la pobreza energética es un problema propio y exclusivo, actual y sobre todo futuro.


Debemos entender que muchos argentinos son “pobres energéticamente” no solo por su imposibilidad de acceder al servicio eléctrico (y gas) en niveles de cantidad, seguridad y calidad suficientes para vivir bajo estándares razonables de calidad de vida, sino que estas personas y sus familias son y serán “pobres” por la privación a la cual están expuestos; no tener energía eléctrica es una condena anticipada, que cruza la vida de millones de ciudadanos que nacerán, vivirán y envejecerán sin las herramientas mínimas para desarrollarse en el mundo moderno.


La energía, y dentro de esta, principalmente la eléctrica, es un factor ordenador básico para el diseño del futuro de los ciudadanos más vulnerables.


La salud, la educación, el trabajo, la cultura, la digitalización, el agua, la seguridad, la comunicación, la tecnología, etc, etc, son necesidades básicas que resultan total o parcialmente “insatisfechas” para quienes estén en situación de “pobreza energética”. Dentro de esta insatisfacción de necesidades, el peor de los problemas no es lo que hoy nos está pasando, sino el “desalentador” futuro al que nos estamos exponiendo.

dato

18%
de los hogares del país, es decir unas 10 millones de personas no tienen acceso a la energía.


Sí coincidimos que los “pobres energéticos” existen hoy en la República Argentina, ¿Qué haremos para coincidir en un sendero que resuelva el problema de nuestro futuro? Más de diez millones de personas son “pobres energéticamente” en la Argentina, algo así como el 18% de los hogares, un dato alarmante.
Podríamos decir que uno de cada cinco argentinos no accede en forma plena a los servicios energéticos, o accede parcialmente con un altísimo costo en relación a sus capacidades económicas (el 10% de la población que “abona” los servicios energéticos requiere un 20% de sus ingresos para satisfacer sus necesidades, de electricidad y gas).

La “indigencia energética”, concepto que exterioriza la carencia casi absoluta de accesibilidad, alcanza a más de cinco millones de argentinos.

Sin dudas la Argentina debe avanzar en el reacomodamiento de sus esquemas tarifarios, no solo eléctricos, sino también del gas; inclusive tampoco hay dudas que debemos formar parte de la construcción de una matriz energética amigable, guiada por los ODS, pero el tren debe traccionar todos los vagones.


Es insuficiente descansar en la estadística que el 97% de la población de una forma u “otra” está conectada a la red eléctrica, y el 41% a la red de gas.


Muchas de esas personas reciben el recurso energético de manera insuficiente, insegura y clandestina.
Diversos estudios académicos dimensionan la “pobreza energética” promedio de la Nación en una tasa que supera el 10% de la población, claro que estos incluyen la evaluación cuali-cuantitativa del recurso en relación a las familias, su seguridad, futuro y dignidad.

Dato

5.000.000
de argentinos viven en lo que se define como indigencia energética, la falta total.


El sistema seguramente maquillará la “pobreza energética” durante un tiempo más bajo la figura de las pérdidas no técnicas o bajo el concepto de clandestinidad, pero debemos evolucionar.
El acceso a las fuentes energéticas, y en particular a la eléctrica, debe ser más que igualitario, debe ser equitativo.


Un pensamiento que alberga la necesidad de asegurar un futuro para millones de argentinos y un medio ambiente saludable para las generaciones futuras.


Con visos de razonabilidad la República Argentina se encamina a regularizar su deuda externa con el Fondo Monetario Internacional; pero hay también una deuda interna, cuantiosa en términos de futuro, que debemos saldar a través de un proceso estratégico y ordenador para la extinción de la “pobreza energética”: un vagón de tantos que no podemos dejar atrás.

(*) El autor es abogado y especialista en Economía de la Energía. Actualmente es el gerente general de la Cooperativa Eléctrica Bariloche (CEB).


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