Argentina se perfila para tener el peor déficit energético

La invasión a Ucrania disparó los valores del gas y el petróleo. La importación de gas natural licuado podría llevar el rojo de la balanza energética por sobre el nivel del 2014. El costo de importación de gas de este año alcanzaría para construir más de dos gasoductos a Vaca Muerta.

Si el año pasado el secretario de Energía, Darío Martínez, describió al escenario energético nacional como el de una tormenta perfecta, que culminó con la importación de casi 1.100 millones de dólares en gas natural licuado (GNL) y subsidios por 11.000 millones de dólares, la secuela de esa tormenta en este 2022 parece ser mucho más devastadora, al punto que podría llevar el rojo del sector a un nuevo récord.

La reciente invasión rusa a Ucrania recalentó el sector energético a nivel mundial, ya que el país del oso es uno de los mayores productores tanto de gas como de petróleo. En poco más de una semana de ataques en Ucrania, los precios del petróleo se dispararon un 19%, y llevaron al Brent a cotizar en estos días a los valores más altos en ocho años.

El GNL tuvo un salto aún mayor. Al no ser un commoditie como el petróleo, las subas llegaron al 155%, pasando los futuros para el invierno de Argentina de 20 a 51 dólares en el parpadeo de una semana.

Si la tormenta interna del país era grave, causada por la menor generación hidroeléctrica que vienen marcando las sequías y el estancamiento en la producción local por la saturación de los gasoductos que llegan a Vaca Muerta, la disparada de los precios internacionales termina siendo la imagen de llovido sobre mojado.

Días antes del inicio de la ofensiva militar rusa, cuando el GNL cotizaba a 20 dólares por millón de BTU, el presidente de Integración Energética Argentina (Ieasa), la exEnarsa, Agustín Gerez, aseguró que para este año se preveía la importación de 65 buques metaneros, 9 más que los 56 que se compraron el año pasado. Y detalló que estimaban esas importaciones en unos 3500 millones de dólares.


El golpe de la disparada del precio del GNL


La decisión de la empresa estatal fue esperar para la compra de los buques metaneros apostando a que pasado el invierno en el hemisferio norte -el gran comprador de GNL- los precios bajarían.

Con el diario del lunes, está a la vista que la apuesta salió mal, y que esos 3.500 millones de dólares ya no alcanzarán para hacer frente al GNL, que según los cálculos de Nación representará 18% del gas que el país necesitará en este invierno.

El cálculo matemático marca que a la actual previsión de precios de 51 dólares por millón de BTU, los 158.500 millones de BTU que desde la secretaría de Energía de la Nación se estimó que se necesitarán este año, implicarán un costo de 8.080 millones de dólares, un 640% más que el año pasado.

Dicho más en concreto, el costo de importación de gas subiría en 7.000 millones de dólares, solo contando el GNL y no el gas de Bolivia que -en plena negociación de la adenda- está aprovechando el contexto internacional para reclamar un mejor precio para su fluido.


El pedido de recorte del FMI


“No tenemos muchas opciones”, repiten desde los pasillos del gobierno, al reconocer que la alternativa a importar una menor cantidad de GNL deriva casi directamente en cortes de servicio a la industria y al GNC, algo que el país ya vivió.

Si bien se advirtió que esa alternativa no será definida desde Energía, sino desde la Presidencia, el reciente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) viene a ser la frutilla del postre de la tormenta perfecta, que a esta altura ya es una suerte de tsunami.

Contrariamente al posicionamiento político del gobierno de elevar lo menos posible las tarifas, el acuerdo con el FMI marca un control sobre el gasto en subsidios, que ya el año pasado se dispararon a los 11.000 millones de dólares y que antes del inicio del conflicto en Ucrania se perfilaban a llegar este año a los 16.000 millones de dólares.

Un salvavidas en medio de la inundación podría ser la importación de gasoil para cubrir buena parte de la generación térmica. A pedido de la Compañía Administradora Mayorista del Mercado Eléctrico (Cammesa), se realizaron desde fines del año pasado múltiples licitaciones.

En ese momento se estimaba que el acopio alcanzaría para pasar el invierno, aunque no hay certezas de que las olas de calor hayan mermado esas reservas y, ahora se deba volver a comprar pero con los nuevos precios.


La suba del petróleo también genera problemas


En este caso el impacto proviene no del precio del GNL sino del petróleo, y no es el único embate que el gobierno ya sabe que tendrá por ese flanco.

La disparada del Brent hizo que esta semana las refinerías argentinas estén pagando literalmente la mitad de lo que vale ese tipo de crudo en el resto del mundo.

Tras el aumento aplicado en febrero en el precio de los surtidores del país, las refinerías están abonando en promedio 57 dólares por un barril que, de ser exportado, podría conseguir 100 dólares, un 75% por encima del precio doméstico.

Para el gobierno no hay chances de que esta disparada internacional se traduzca en el corto plazo en un nuevo aumento del precio ni del crudo interno, ni de los combustibles.

Un congelamiento de facto que se agrava aún más cuando se visualiza que las refinerías siguen importando a pérdidas cada vez mayores la parte del gasoil premium que no se logra procesar en el país.

En 2014 Argentina alcanzó su peor déficit energético. En total la balanza de ese año tuvo un rojo de 6.900 millones de dólares.

El actual escenario de este 2022, traza un camino que podría conducir a un nuevo y triste récord, que busca morigerarse con el recorte de hasta 3.000 millones de dólares con las subas de tarifas de luz y gas.

Un drenaje de divisas que desde el mismo gobierno reconocen que, se achique por donde se achique, marcará que este año se destinarán muchos más dólares a la importación de gas que los necesarios para construir no solo el nuevo gasoducto a Vaca Muerta, sino toda la red de líneas que se contempló en el programa Transport.Ar.

En 2020, en medio de la pandemia, el gobierno optó por anular la licitación del gasoducto de Tratayén a Salliqueló y rever desde cero toda la obra y su licitación, que recién la semana pasada comenzó a ponerse en marcha con la compulsa para la compra de los caños.

Otra vez, una apuesta en la que el perdedor es el país.


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