Energía y libertad económica
Daniel A. Darrieux*
Un estudio de la Heritage Foundation entre 180 países señala que aquellos con mayor libertad económica tienen tasas más altas de crecimiento económico y desarrollo humano.
Todo lo que el ser humano necesita debe ser descubierto por su inteligencia y producido con su esfuerzo”, destaca Ayn Rand, una gran filósofa (cuya lectura recomiendo).
Esto significa que la riqueza debe ser creada, lo que es válido tanto para la energía como para el resto de los bienes y servicios.
Los recursos naturales, mientras son naturales, no son recursos. Es decir: podemos tener gran cantidad de hidrocarburos en el subsuelo, o ríos caudalosos, o fuertes vientos, pero si no hay inversiones, conocimientos, tecnología, utilización de equipos, no contaremos con energía disponible.
Esto nos lleva al siguiente punto: se requiere un ambiente de negocios adecuado que incentive la producción. El conocimiento útil y la evidencia demuestran que la libertad económica genera los incentivos para crear la riqueza en general y la energía en particular.
Productores como EE.UU., Canadá, Noruega, Australia y Alemania se caracterizan por la seguridad jurídica, estabilidad en las reglas de juego, respeto a la propiedad privada, inflación mínima e impuestos razonables.
George Gilder, autor del libro “Riqueza y pobreza”, señala que: “…la experiencia histórica muestra que los países de crecimiento más rápido han sido aquellos que están ricamente dotados, no de recursos naturales, sino de mentes libres. La prosperidad se crea dejando que las inteligencias florezcan libremente, que los inventores imaginen, los empresarios se arriesguen, empujados por el incentivo del beneficio y libres de pesados impuestos o detalladas reglamentaciones…”. Es decir, una mente libre y un mercado libre son corolarios.
La calidad institucional resulta crucial para generar un ambiente pro inversión. Como señala Guillermo Yeatts en su libro El robo del subsuelo: “… esta profunda relación existente entre instituciones y performance económica ha sido estudiada por la llamada “nueva economía institucional”. Uno de sus mayores exponentes es Douglass North, Premio Nobel de Economía.
En términos prácticos, las instituciones son las reglas de juego en una sociedad, dan forma a la acción humana y estructuran incentivos.
El “Índice de Libertad Económica” nos brinda una evidencia empírica de la relación directa entre libertad económica y prosperidad. Consiste en un estudio elaborado por la Heritage Foundation entre 180 países. Se evalúa el desempeño de 50 variables agrupadas en 10 categorías; entre ellas: carga impositiva del gobierno, política comercial, intervención del Estado en la economía, flujo de capitales e inversión extranjera, derechos de propiedad y política monetaria.
Países productores de energía, como Estados Unidos, Canadá, Noruega, Australia y Alemania, figuran entre los más libres y desarrollados del mundo. Se caracterizan por la seguridad jurídica, estabilidad en las reglas de juego, respeto a la propiedad privada, inflación mínima e impuestos razonables.
Por el contrario, el intervencionismo económico, que cambia las reglas de juego creando inseguridad jurídica, la violación al derecho de propiedad, los altos impuestos, el costo laboral no salarial y la inflación desincentivan la inversión.
Nuestro querido país es una prueba de ello: Argentina se ubica en el puesto 148 sobre un total de 180 países en el Índice de Libertad Económica y es considerada como una economía mayormente controlada.
Las conclusiones de este estudio son claras y directas: los países con mayor libertad económica presentan tasas más altas de crecimiento económico y desarrollo humano.
La contracara es Venezuela, considerada una economía reprimida, ubicada en el penúltimo lugar del citado estudio por su falta de libertad: a pesar de estar sobre un mar de petróleo, presenta niveles escandalosos de desnutrición infantil, pobreza, caída en la producción de petróleo y un éxodo masivo de sus habitantes.
La importancia de la inversión extranjera directa.
Recientemente, el señor Alberto Fernández, candidato a presidente, planteó que: “…no tiene sentido tener petróleo si las multinacionales se lo llevan…”
Éste es uno de los tantos mitos económicos que infectan las mentes. Expresa una visión estática de la riqueza. Da la idea de que el petróleo está en la superficie, en un lago, y solo basta con llenar los barriles.
La realidad es que para producir hay que invertir, correr riesgos, aplicar conocimientos, explorar y extraer el petróleo. Por ello, la inversión extranjera directa contribuye a aumentar el stock de capital, generar fuentes de trabajo y aumentar la producción. Es decir, crea riqueza donde antes no existía.
El conocimiento precede al éxito, así como la ignorancia precede al fracaso”, señala un proverbio chino. Resulta crucial mejorar nuestra capacidad intelectual e identificar el sistema social que genera los incentivos para crear riqueza y disminuir drásticamente la pobreza. Es el primer paso para lograr cambios.
Mi conclusión: para aumentar la producción de energía y explotar el enorme potencial de Vaca Muerta, lo mejor es la liberad económica.
(*) Artículo publicado originalmente en la revista Impacto Económico.
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