Encuentran pruebas del impacto del cambio climático sobre las truchas
Son resultados de científicos de Bariloche. Advierten el cambio de temperatura puede afectar la reproducción y el crecimiento de los peces, y bajar la producción de criaderos de Patagonia Norte
El 44,4% de la producción acuícola total del país correspondió a la trucha arcoiris que volvió a ser la principal especie de cultivo, seguida por el pacú, durante el año pasado. Las provincias de Neuquén y Río Negro son responsables del 98,7% de la producción de esa trucha. Pero el cambio climático que afecta al planeta podría afectar esa situación.
Los embalses compartidos entre las 2 provincias tendrían una capacidad de carga máxima de 27.600 toneladas. El aumento de la temperatura del agua a causa del cambio climático, sin embargo, podría generar inconvenientes tanto en la reproducción como en el crecimiento de las truchas. De esta manera, se afectaría la producción en los criaderos. Las hembras padecerían problemas para desovar y los machos, para producir esperma.
Por eso, dos investigadores de Bariloche, en la provincia de Río Negro, se propusieron lograr un lote de truchas “termoresistentes” que puedan tolerar “lo que se viene”. Se trata de generar una nueva cepa, una línea de truchas resistentes a temperaturas más altas que el promedio.
En los últimos años, la temperatura del agua aumentó entre uno y dos grados, pero los expertos consideran que la suba de 0,5 grados ya es suficiente para producir un impacto.
Una serie de muestreos que se realizaron en primavera y verano arrojaron los primeros indicios: efectivamente el aumento de la temperatura del agua afecta el crecimiento y el tamaño de las truchas. La hipótesis de los investigadores es que los animales gastan su energía metabólica para adaptarse y hacer frente a la temperatura, sin poder reservar energía como grasa.
“Los peces son ectotermos y no regulan la temperatura; de modo que la temperatura de su cuerpo es la misma que el ambiente en que viven. Por eso, hay peces de aguas frías y cálidas. Si hay un pez de agua fría y el cambio climático hace que la laguna donde vive esté más caliente, no va a estar cómodo”, detalló a RIO NEGRO Sonia Crichigno, investigadora del Instituto Andino Patagónico de Tecnologías Biológicas y Geoambientales (IPATEC), perteneciente al Conicet y a la Universidad Nacional del Comahue.
Con la suba de la temperatura, consideró Crichigno, “los peces no están cómodos. No pueden desarrollar su maquinaria fisiológica y se generan problemas con la ovogénesis y vitelogénesis, esos procesos por los cuales los peces forman ovocitos que serán huevos y futuros embriones”.
Esta doctora en Ciencias Biológicas se abocó entonces a la búsqueda de poblaciones silvestres adaptadas a temperaturas más altas y llevó adelante experimentos de tolerancia (expuso a los peces a distintas temperaturas de agua) y de preferencia térmica.
¿Cómo incide la temperatura del agua en las truchas? Crichigno no pudo determinar aún si estos ejemplares podrían desaparecer a mediano plazo, pero aseguró que el desempeño de la trucha no será el mismo si está estresada. No comerá bien, ni crecerá y menos aún, reproducirse. También aumentará el número de patógenos a los que pueden estar expuestas.
La trucha se mueve a temperaturas de 10 a 14 grados y se reproduce a 9 grados. Hace 70 años se sembró un lote en un arroyo de agua termal de Valcheta con nacientes de 27 grados. La especie se adaptó y dejó descendencia.
Con este antecedente, Crichigno decidió investigar si esa característica de adaptación era heredable o no. Hizo una cruza de machos provenientes del arroyo Valcheta con hembras del centro de salmonicultura de Bariloche.
“Detectamos que estas crías preferían temperaturas intermedias entre las mamás y los papás. Esto es un indicio de que la característica es heredable. Tenemos que seguir haciendo más estudios y mezclas de crías. Hoy, estamos midiendo otras características de la población adaptada a altas temperaturas”, detalló.
La investigadora encabezó el experimento de tolerancia y luego, de preferencia térmica. El desafío fue exponer a los peces a temperaturas altas y bajas: “Los colocamos en un canal muy largo de cuatro metros, con temperatura alta en un extremo y baja, en el otro. Elegimos la temperatura de verano del embalse Alicura que es el que tiene la mayor producción de trucha arco iris. Tomamos entonces los 20 grados que será la temperatura a la cual los peces estarán expuestos”, afirmó.
El experimento de preferencia reveló que los peces prefirieron la misma temperatura a la que estuvieron aclimatados. “Las truchas del centro de salmonicultura de Bariloche eligieron las temperaturas más bajas; mientras que las de Valcheta eligieron los 20 grados. Un indicio de que su maquinaria fisiológica trabaja bien a esa temperatura”, dijo Crichigno.
En tanto, el biólogo Vianel Sevastesi, investigador de Ipatec, emprendió ahora un nuevo camino. En su tesis doctoral llamada “Evolución contemporánea de la trucha arco iris y su importancia para el cultivo intensivo”, evalúa las características de las especies adaptadas.
Un dato llamativo es que los glóbulos rojos son de mayor tamaño y suponen que se debe a que contienen más hemoglobina; es decir que las truchas llevan más cantidad de oxígeno en sangre. “A mayor temperatura del agua, el oxígeno disuelto es menor. Y la trucha se la rebusca para compensar esa pérdida de oxígeno. Entonces, empieza a aumentar el tamaño de los glóbulos rojos”, dijo el biólogo.
Notó que tampoco pueden aumentar de tamaño y de peso a causa de la temperatura. Esto no solo se debe al alto gasto metabólico sino a la escasa disponibilidad de alimento que aporta el arroyo Valcheta. “Estuve analizando algunos estómagos y vi que les faltaba comida. Sucede que es muy diferente lo que aportan el lago Nahuel Huapi, Mascardi o Guillelmo”, advirtió. Aseguró que en el caso de truchas adaptadas a altas temperaturas “están excedidas por cuatro los niveles de oxidación”.
Comentarios