Médicos y policías en tensión por el narco internado

El Castro Rendón está lleno de policías. Pacientes y familiares conviven con armas.

Redacción

Por Redacción

Matías Subat

NEUQUÉN (AN).- Por estos días, todos son sospechosos en el hospital Castro Rendón. En los pasillos el aire se respira denso. La puerta de la terapia intensiva está flanqueada por dos efectivos penitenciarios y un policía de la federal vestidos de fajina. Firmes, calzan sus pulgares en las axilas del chaleco antibalas y controlan todos los movimientos. Jorge Emanuel Chamorro, el capo narco de la banda rosarina de Los Monos está internado allí y los profesionales de la salud deben trabajar entre un ejército de policías y el miedo.

Chamorro ingresó el lunes a la tarde con varias heridas, entre ellas una que le atravesó el corazón. Se le practicó una exitosa cirugía y se recuperaba –con dos oficiales con sus Itacas al pie de su cama– en el sector de Terapia Intermedia. Durante el martes a la madrugada un vómito revolucionó el hospital. Chamorro debió ser trasladado a Terapia Intensiva en un paso que no tuvo nada que envidiar a las escenas de las películas de acción.

El preso vomitó y aspiró su propio vómito, se quedó sin aire y entró en paro cardíaco. Los profesionales de la salud le dieron asistencia respiratoria y cuando lo llevan a la terapia le agarró otro paro que duró 4 minutos pero lograron revivirlo. En medio, tuvo convulsiones y llamaron a más médicos, pero los policías al ver tanto movimiento se alertaron. A los gritos, apuntaban y preguntaban qué hacían, mientras los de ambo trataban de salvar la vida del hombre. “En el momento en que hay que reanimarlo, empieza a aparecer más gente y provocó tensión con los de seguridad y se trasladó a todos los sectores que trabajan”, comentó el director del hospital Adrián Lammel en LU5.

Ni para la telefonista el tema es fácil. El identificador de llamadas muestra el 0341 de Rosario desde que el caso se hizo público. Piden saber en qué lugar del hospital está, el estado de salud o información que no pueden dar. Cuentan que les dicen que quieren ir a verlo, se enojan y hasta los amenazan. Por eso decidieron derivar esos llamados al Servicio Penitenciario.

El lugar es permeable y cualquiera puede entrar. Nadie sabe quiénes son los que caminan en los pasillos, pero hay policías de civil, que vigilan a los vigilantes.

“¿Le puedo hacer una pregunta?”, le dicen a un enfermero que sale de la terapia. Responde que sí y sonríe, pero cuando escucha la palabra “monos” el gesto cambia, y serio dice “no te puedo ayudar”. El hombre de limpieza dice que “ese tema es muy delicado y solo pueden hablar los doctores”, pero ellos tampoco quieren dar detalles.

En el Castro Rendón rezan para que Chamorro se cure rápido. Por la incomodidad y la inseguridad que genera tenerlo de paciente, y porque a nadie le gustaría que un Mono se muera en sus manos.

 

NEUQUÉN


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