En las calles de Bariloche sobra confusión en torno de las restricciones

Hubo cambios que nadie desde el Estado anunció. Las presiones y las idas y vuelta complican el escenario.

En los 14 meses de cuarentenas de intensidades diferentes, la población de Bariloche fue sometida a varios regímenes de aislamiento, de distanciamiento, de cierre, de clausura, de apertura y de vuelta a cerrar, pero esta semana lo único que está claro es la confusión. Después del papelón del regreso a las aulas en la primaria (habían acordado gobiernos provincial y municipales que sería el lunes, pero en cuestión de horas todo cambió) ahora nadie quiere comunicar cambios en las condiciones y el horario de la atención al público termina dependiendo de voceros oficiosos pero no oficiales.

El verdulero y el almacenero debe cerrar a las 19, la misma hora que los supermercados, las ferreterías y los quioscos. Pero en los gimnasios y en las academias y salones de enseñanza artística todos se empiezan a ir 45 minutos después.

Después de las 20, sólo pueden estar en la calle las personas cuyos trabajos las hacen esenciales. Pero la adolescente que sale de clase de baile, la deportista que deja las pesas en el último turno y el que hace religiosamente pilates todas las semanas, se enfrentan a la luz del alumbrado público recién a esa hora.

No hay resolución municipal ni provincial que cambie las condiciones de aislamiento y cierre nocturnos que se dispusieron a finales de abril para tratar de que los contagios en ascenso superaran la oferta de camas en el hospital y los sanatorios. Los voceros de las flexibilizaciones fueron los dueños de los gimnasios, a los que hay que reconocerles un poder de lobby superior al de los cerveceros, por caso.

La Cámara de Comercio de la ciudad acaba de plantearle al intendente Gustavo Gennuso que es preciso ampliar la circulación de gente por la noche, especialmente por la necesidad del sector gastronómico de facturar. Sería deseable que de mediar un cambio, se informe correctamente y no sea el dueño de una parrilla el que dé la noticia.

«No hay cambios», repite desde ayer a la tarde el ministro de Salud de la provincia, Fabián Zgaib, y nadie le repregunta. Mientras tanto, en las calles la realidad es otra.


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