“En la policía se enseña más cómo estar en la institución que herramientas profesionales”
La investigadora en temas de seguridad Eva Muzzoppapa señala que el tipo de disciplina -herencia militar- que con que educa la fuerza "genera sujetos muy vulnerables, que finalmente portan un arma y deben atravesar situaciones límite todo el tiempo".
Muchos de los problemas que tiene la formación policial, como el espíritu corporativo y un enfoque de la disciplina que admite el maltrato y humillaciones tienen su origen en la estructura militar que tuvieron los cuerpos policiales en sus inicios históricos. Así señala Eva Muzzoppapa, doctora en Antropología Social , investigadora del Conicet y docente de la Carrera de Ciencia Antropológicas en la escuela de Humanidades y Estudios Sociales en la Universidad de Río Negro. Muzzopapa asegura que las policías de los territorios que se provincializaron en la década de 1950, como Río Negro, «estaban jerárquicamente bajo la figura de un militar y la formación era similar a la que recibía el Ejército, en la instrucción física y en la idea de disciplina, de verticalidad del mando. Son muchos los organismos estatales que tienen un orden jerárquico, por ejemplo la Justicia. Pero lo específicamente militar de esta formación es una idea muy particular de disciplina, asociada a la obediencia absoluta, sin cuestionamientos». Agrega que «eso comenzó a cuestionarse en los Juicios a las Juntas, cuando los organismos de Derechos Humanos lograron instalar de que la obediencia debida justifique ciertas conductas violatorias de la dignidad humana o avalar delitos. Hasta entonces en lo militar existía esa idea de obediencia ciega.
P: Que incluye la idea de aceptar maltratos del superior.
R: Si, un disciplinamiento incluso a nivel físico. En el caso rionegrino se dio así y por suerte se ha ido transformando. Tiene que ver con la manera en cómo se incorpora a los ingresantes a la institución. El problema de este tipo de formación es que más que dar herramientas para desempeñarse en su vida profesional, como policías, enseña rutinas de disciplina y obediencia.
Si la institución se autoeduca siempre, no puede haber cambios”.
Eva Muzzopapa, doctora en antropología social.
P: Hay una idea de mundos separados, lo civil y lo militar/policial
R: Les dicen: “ustedes entran en otro mundo”, que se rige por leyes muy jerárquicas, donde el que está arriba puede hacer lo que quiere con el que está abajo. Esto ha ido cambiando, sobre todo desde los 90, cuando debido a casos como el de José Luis Cabezas y la “maldita policía” bonaerense o el de Omar Carrasco en el Ejército, las instituciones policiales hicieron reformas. Pero estos procesos suelen ser de largo plazo, no es extraño encontrarse con situaciones como este entrenamiento, donde no sólo murió una persona sino que hubo humillaciones que padecieron todos los alumnos. Así se enseñan los códigos internos de ese nuevo mundo. Lo vimos cuando dimos la tecnicatura de Seguridad en la UNRN. Muchos aspirantes comentaban que instructores de la academia policial estaban en desacuerdo con la apertura a las universidades y les daban ejercitaciones excesivas la tarde anterior, entonces cuando iban a la universidad estaban fundidos, se dormían. Es una forma de mostrar poder: yo decido en qué condiciones los dejo para las clases, qué me parece importante que estudien o no.
– Un quiebre importante en las formaciones policiales vino con la llegada a la democracia, los juicios a las juntas, etc?
– Yo diría más adelante, en la década del 90, más bien. En los 80 tuvo mucho protagonismo lo hecho por los militares y lo policial aparece como subordinado a lo que habían hecho las FF.AA, o menor. En los 90 hay varios hechos que ponen el acento en temas de seguridad como el caso Cabezas y la «maldita policía» bonaerense, el caso Carrasco en lo militar, etc. Está la reforma de León Arslanián en la provincia de Buenos Aires, y hay un interés por desmilitarizar las policías. En 1991 se dictan las leyes de Defensa Nacional y Seguridad Interior, donde se desligan muy claramente las competencias, y las policías y fuerzas de seguridad quedan bajo un ministerio diferente, sin relación con las Fuerzas Armadas. Es un primer proceso, luego vienen procesos a nivel nacional, pero después de lo administrativo se pasa a la formación de los cuerpos, en un proceso que todavía estamos transitando.
P: Entre las cosas que persisten está la opacidad o identidad corporativa dentro de las fuerzas…
R: Ese es uno de los principales problemas, que muchos gobiernos y conducciones policiales se resisten a ver y a modificar. Muchos agentes de calle nos han comentado las pésimas condiciones laborales en las que trabajan, sin poder reclamar, al no tener sindicalización u otros canales para hacerlo. La institución te ingresa en un mundo que tiene una reglas muy particulares y al mismo tiempo se cierra de tal manera que muy poco se sabe de lo que pasa allá adentro. Esa cerrazón hace que muchos abusos o incluso delitos, terminen siendo resueltos internamente, o tapados. Si tienen que hacer una denuncia deben hacerla ante un superior, que a veces no le da curso porque no le interesa, porque tenía alguna relación con el denunciado o no le parecía mal lo sucedido. Es muy difícil canalizar reclamos en una institución que te dice que todo debe resolverse internamente.
P: ¿Hay un modelo de policía, con mucho acento en lo físico y poco en lo científico?
R: Hay muy poca información o énfasis en el trabajo de las divisiones de criminalística, la parte más científica de la policía o técnicas y tácticas para afrontar determinadas situaciones pasan desapercibidas a veces en estas formaciones. Como vimos en el caso de Mandagaray parece que el ser fuerte resuelve todo, pero hay situaciones que requieren otras habilidades. El COER seguramente va atener situaciones donde debe aguantar, tener resistencia física pero también psicológica. La humillación¿a quien está dirigida? ¿sirve para el trabajo del COER?
P: ¿Qué se puede hacer desde el poder político para cambiar?
R: Hubo un momento en que las universidades pudieron ingresar al ámbito policial, tanto la del Comahue como la de Río Negro. El poder político provincial decidió abrir la educación policial. Si la institución se autoeduca constantemente, no se pueden generar cambios. Hay que reconsiderar la idea de que son los policías los únicos que saben de seguridad. Entre 1999 y 2005 hubo una experiencia de formación con el Curza (Centro Universitarios regional Zona Atlántica) de la Unco. Entre 2012 y 2015 hubo otra de formación conjunta entre la Escuela de la cadetes y la UNRN donde se otorgaba el título de Oficial de Policía y Técnico en Seguridad Ciudadana y una licenciatura . Pero en 2015 se finalizó el acuerdo. De esa camada fue abanderado Lucas Muñoz.
P: ¿Por que se terminó?
R: No hubo argumentos para cesar la relación, fue sorpresivo y hubo reclamos del rector y la universidad. Se adujeron problemas de combinar distinto tipos de educación. Pero no hubo diálogo, directamente se cerró.
P: ¿Qué lecciones deja el caso Mandagaray?
R: Me preocupa que aquellos que ingresan hoy, después de tantas reforma, sean sometidos a estas condiciones. Son resabios que cuesta eliminar. Los policías son funcionarios públicos muy maltratados por la institución y tienen un deber muy delicado, la protección ciudadana. Se habla de protección en sentido corporativo, cuando cometen algún delito o exceso, pero si tienen un problema no tienen a quien recurrir, la institución no brinda cobertura. Esa disciplina genera sujetos muy vulnerables, que finalmente portan un arma y deben atravesar situaciones límite todo el tiempo. Es preocupante para el propio personal policial y para la ciudadanía a la que deben cuidar. La práctica policial hoy se enfrenta a situaciones diversas que requieren habilidades distintas: casos de violencia familiar y de género, vulnerabilidad social. Hay conflicto, pero no necesariamente es la fuerza lo que primero se requiere.
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