En la Argentina, grupos en “estado embrionario”

DEBATES

Para la socióloga Laura Etcharren, finales de la década anterior, la Argentina asiste a lo “que empíricamente se llama estado embrionario de maras”.

“Esto significa -acota- la existencia de pandillas que han ido aprendiendo el oficio de la delincuencia dejando atrás el narcomenudeo y las peleas esquineras a través del vínculo con las organizaciones literalmente peligrosas que dominan los hilos sociales del poder narcoterrorista”.

Autora de “Esperando Las Maras”, un ensayo sustancioso que desbroza con sólidos argumentos el fenómeno, Etcharren es de hecho la primera investigadora argentina dedicada a explorar la proyección del fenómeno en nuestro país.

Etcharren señala incluso que teniendo como escenario fundamentalmente la zona sur del conurbano bonaerense, a partir del 2008 / 2009 se han producido hechos de violencia -asesinatos de mujeres concretamente- ligados, en su naturaleza y mecánica, al estilo con que ejercen la violencia las maras.

Al momento de su trabajo de campo sobre el tema y de publicar su libro (2010), esta socióloga egresada de la UBA, tenía detectada La Mara Salvatrucha en La Matanza “que se cobró la vida de Eugenia Ledesma (22 años), que perteneciente al grupo fue asesinada por un sujeto apodado “Lágrima”, palabra que en el mundo de las maras significa la cantidad de muertes con los que cada quien carga”.

En uno de los capítulos de su investigación, Etcharren reflexiona sobre el destino de las mujeres que integran pandillas derivadas en maras. “Se encuentran en riesgo permanente y son sometidas a las formas más terribles de dominación y abuso, lo que hace que su vida sea corta. Se las utiliza para satisfacer deseos sexuales al mismo tiempo que para operar como señuelos en la comisión de delitos”.

Acota la investigadora, que suelen dedicarse a realizar trabajos de inteligencia, extorsión y vigilancia. Por ende, algunas carecen de tatuajes y su aspecto dista completamente de lo que sería una pandillera. Se muestran como mujeres comunes que llevan una vida normal. Ellas ingresan vivas pero salen, por lo general, muertas. Porque la muerte es el destino final de la mujer, una vez cumplidas las tareas encomendadas. La vida útil de la mujer, según códigos internos, es de aproximadamente un año. Durante ese año padecen a los pandilleros, se vinculan con policías y como si fuera poco, cobran impuestos”.

NdeR: en la edición de “Debates” del 18 de junio del 2010, Laura Etcharren escribió un documentado trabajo sobre este tema.


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