Malas palabras y misoginia: lo que se esconde tras las frases hechas

En esta oportunidad, la psicopedagoga Laura Collavini vuelve a reflexionar sobre el sexismo que se esconde detrás de frases hechas. Esta vez, lejos de las canciones, hablamos de los insultos.

Muchas veces, detrás de un insulto disfrazado de inocente, seguimos replicando frases machistas.

Escribo esta nota porque considero importante continuar con el tema del domingo pasado: la violencia que se esconde detrás de la música. Recibí muchos mensajes que agradezco, ya que este intercambio nos hace enriquecernos. El interés por el tema me estimuló a compartir con ustedes algo que me molesta mucho, principalmente en mí ya que lo tengo incorporado y por consecuencia, invisibilizado: los insultos.


Estas palabras, también denominadas “malas palabras”, suelen utilizarse como modo de expresión. No son agradables, pero es algo que en la mayoría de la población no se piensa, se dice. En muchas oportunidades ni siquiera son utilizadas para agredir a otros, casi que al contrario: depende quién las diga suenan risueñas, o hasta afectivas. Se utilizan para llamar a alguien, para decorar una frase, para expresar una emoción. Es decir, nos guste o no, están ahí.

En lo particular, me saltan sin pensar cuando manejo, cuando alguien se me cruza, por ejemplo. Pido perdón inmediatamente si estoy con alguien, pero como dicen algunos amigos, nada como la fuerza de una buena mala palabra, dicha desde las vísceras. Ante la conversación del uso de estas palabras, alguno me dijo algún día “¿qué voy a hacer si me golpeo con un martillo, decir ‘ay Jesús por qué me has abandonado?’ No, una buena puteada te ayuda a sacar la bronca”. El insulto lo utilizamos también como catarsis y están compuestos de palabras que en ocasiones son nominativas, es decir, hacen mención a algo sin ser un insulto. Las palabras tienen energía, nuestro tono les otorga el sentido y aumenta su poder. “La concha de la lora” entra en el discurso de los insultos, pero la fuerza la brinda el tono que se le da, no la oración en sí misma.

¿Por qué los insultos están dirigidos en su 90% hacia el género femenino y sus genitales? ¿No es llamativo que todos hagan referencia a la genitalidad femenina?

Cuando también comparto mis pensamientos en conversaciones y talleres, me divierte hacer ejercicios inversos, jugando con las palabras. Hago referencia a cómo quedarían con los genitales masculinos. Obviamente despierto sonrisas porque, entre otras cosas, el chiste esconde una verdad tal como lo decía el maestro Freud. Ejemplo, cambiando a la concha de la lora diría “el pene del toro”. ¿Suena a insulto?


¿Qué raro es leerlo, no? Hice el ejercicio porque realmente son palabras. No son insultos. Me pregunto ahora si la lora tiene concha, si se llama así. Si el miembro del toro también se llama pene. Repetimos cosas sin saber, palabras y acciones.

Evidentemente estamos inmersos en una cultura machista. Todos y cada uno, en mayor o en menor medida; pero nadie se escapa. Ni siquiera los adolescentes que se consideran tan modernos. Sino, no estarían bailando tan divertidos las atrocidades que se dicen hacia las mujeres en las letras del momento, que llevan a la mujer a un lugar de objeto total. Ni siquiera son miradas como personas: solo hacen referencia a los glúteos o a los movimientos que producen en el otro alguna reacción. De esta forma, claro está, se coloca a la genitalidad como lugar primordial de cualquier tipo de encuentro.

Decía que todos somos parte del machismo y es necesario que lo tomemos en cuenta. ¿Qué hacemos cada uno para alimentarlo? ¿Qué invisibilizamos? ¿Por qué en una reunión son las mujeres las que se siguen levantando para lavar los platos? ¿Por qué el rol de ama de casa y cuidadora de los hijos sigue siendo menos valorado? ¿Por qué las chicas siguen soportando las miradas lujuriosas de los tipos en la calle? ¿Por qué seguimos dándole una mirada peyorativa a las mujeres que están con diferentes hombres, y los hombres que están con diferentes mujeres son aplaudidos?

El lugar de la mujer empoderada, dueña de sí misma, con proyectos y sueños… ¿Es posible que atemorice? Lo que resulta atractivo puede ser amenazador y es necesario sacarlo. ¿Será esto que está sucediendo?


La semana pasada hablamos de las letras de los temas que amamos y que son altamente adictivos: insultan a la mujer, las dejan en un lugar de denigración absoluta. Decía un mensaje que algún genero es peor que otros, es posible. La idea es no tener competencia en cuál es peor, sino educar de forma que este tipo de mirada ya no exista.

Es un camino que estamos recorriendo, cambiamos muchas cosas y debemos seguir haciéndolo. No es cuestión de hombres o de mujeres. Tiene que ver con cualquier ser humano y la valorización de cada uno por ser parte de este mundo. Nada más ni nada menos. Todo lo demás que se le agregue forma parte de nuestros prejuicios. Raza, color, religión, sexualidad. Todo, en general, es utilizado como excusa para dar curso a nuestros prejuicios.


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