Por qué es mejor moverse hasta el último día
La pandemia de coronavirus ha dejado a muchas personas, sobre todo mayores adultos, con un marcado hábito sedentario. Pero el ejercicio es el remedio más barato que existe, y el especialista Marcelo Angriman enumera 8 razones para mantenerse en movimiento.
Mover nuestro cuerpo hasta el último día de vida debería ser una premisa ineludible que todos debiéramos seguir por diferentes motivos, aún no suficientemente divulgados. En efecto, hay cuestiones vinculadas con el ejercicio físico que por la evolución del conocimiento y de la tecnología hoy resultan más comprensibles, pero aún no se han arraigado en el consciente colectivo.
En tal sentido, a los medios y a los profesionales de la salud y del movimiento correspondería una comunicación más asertiva y entendible de porqué la actividad física es tan significativa para toda la vida. Al decir del kinesiólogo y profesor Luis Zabala, “hemos sido diseñados para el movimiento y poseemos en el sistema inmunológico al mejor y más seguro de los antivirus ya instalado; solo hay que activarlo”.
El animal salvaje no es consciente de su muerte, pero sí sabe que si no se mueve no puede asegurarse el alimento y consecuentemente su subsistencia. Por eso hasta su fin permanecerá activo y con ello no pocas especies experimentan cambios o metamorfosis. Por el contrario, el ser humano es consciente de su efímera existencia y paradójicamente por elección o desconocimiento, opta por la quietud.
Así, la pandemia de coronavirus ha dejado a muchas personas, sobre todo mayores adultos, con un marcado hábito sedentario, que no pocas veces deviene en lesiones tales como fracturas de cadera, de húmero, de muñeca o en limitaciones funcionales.
A la regla principal de moverse hasta el último día de vida, deberían seguir otras subpremisas coadyuvantes:
1.- Si no puedo mover una parte del cuerpo podré hacerlo con otra: Así, si padezco de una lesión en la rodilla, puedo hacer ejercicios abdominales o de brazos y elongar la mayor parte del cuerpo. Además, el organismo es una unidad interdependiente por lo que para realizar la mayor parte de los movimientos, los músculos trabajan en sinergia.
2.- Si ya no puedo hacer la actividad de siempre, podré hacer otra: En la misma dirección si ya no estoy en condiciones de jugar al fútbol, podré trotar o caminar, nadar o andar en bicicleta, prosiguiendo de ese modo con estímulos aeróbicos. También podré hacer ejercicios de flexibilidad, yoga, taichichuan, pilates, que ayuden a preservar el estado muscular, ligamentario y tendinoso. De estas dos subpremisas iniciales surge la capacidad única en el ser humano de reinventarse voluntariamente.
3.- El ejercicio es el remedio más barato que existe: Decía el Dr. Edward Laskowski que “si las ventajas de la actividad física pudieran condensarse y embotellarse, probablemente sería el medicamento de mayor venta y más recetado de la historia”.
Una de las razones es que el ejercicio protege los telómeros, pequeñas coberturas de los extremos de los cromosomas, que retardarían el envejecimiento de las células. Así la actividad física es recomendada en afecciones tales como la hipertensión, el infarto al miocardio, la diabetes, el colesterol alto, patologías respiratorias, fibrosis quística e incluso el cáncer. En este último caso, evitando que la quimioterapia degrade el músculo o empeore la capacidad del corazón. La práctica de ejercicio físico regular es una de las principales estrategias no farmacológicas- que debería ser parte de una política de salud pública- para envejecer de forma más saludable y mejorar la calidad de vida.
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4.- Con estímulos adecuados la fuerza, la flexibilidad y la resistencia se pueden mejorar a cualquier edad: Esta es una verdad que destierra la idea de que solo a una determinada edad se puede estar en plenitud física. Si bien entre los 25 y 35 años se llega al pico de la fuerza y que a partir de los 40 años se pierde un promedio del 8 % por década, ello no quiere decir que a cada edad no se puedan mejorar las respuestas en busca del “sweet pot”, o punto justo de cada individuo.
Apuntar a que la persona mayor tenga buena movilidad articular, propioceptividad, flexibilidad, conservando su tono muscular acorde a la edad, es clave para evitar moverse “en bloque”, tener mejor equilibrio y con ello evitar caídas o disminuir sus efectos si estas ocurren.
5.- El cuerpo tiene memoria: Si una persona adquirió ciertas habilidades, sobre todo en la edad de oro- que generosamente podríamos ubicar entre los 8 y 13 años de vida-, tales destrezas, aunque no las volvamos a repetir, se fijan con carácter indeleble.
6.- El ejercicio físico influye sobre las emociones: Hoy sabemos que la actividad física actúa como un fertilizante de las neuronas y que a través de su práctica segregamos al unísono y como una orquesta: dopamina, oxitocina y endorfinas.
La dopamina es una hormona que también funciona como neurotransmisor que tiene sus efectos en el cuerpo, en los músculos y en distintos órganos a través del torrente sanguíneo. Como neurotransmisor enciende y apaga circuitos enteros de procesamiento neuronal en el cerebro.
En el plano mental, conserva e incrementa la función cognitiva, protege frente al riesgo de desarrollar demencia o Alzheimer, incrementa la funcionalidad física y favorece una mejora de la autoestima, disminuye la prevalencia de depresión, ansiedad y otras enfermedades mentales favoreciendo la integración social.
7.-La actividad física ayuda a estar de pie: Estar de pie es una frase que no solo refiere a la bipedestación, sino a una actitud frente a la vida.
La autosuficiencia es uno de los procesos cerebrales que todas las personas poseemos desde que nacemos. Tal característica tiende a acentuarse cuando alguien a lo largo de su vida se ha acostumbrado a no depender de terceros. El sostenimiento de esa autonomía es uno de los objetivos principales de los gerontólogos, que ven en las caídas a uno de los factores disruptivos de una vida adulta saludable.
8.- Amigarnos con ciertos términos: El ejercicio es capaz de estimular la liberación de miokinas, las cuales inducen cambios tanto en el propio músculo como en otros órganos y tejidos. Hoy se sostiene que en el ejercicio físico y el trabajo muscular se activan las miokinas, proteínas fibrosas protectoras de infecciones virales (Natural killers o NK).
En tal sentido, los últimos aportes de la ciencia sostienen que el músculo no solo cumple una función desde lo articular, muscular y funcional, sino que también actúa como un órgano endocrino. (Pedersen, B. K., Akerström, T. C., Nielsen, A. R., & Fischer, Role of myokines in exercise and metabolism. J Appl Physiol, 103, 1093-1098). Luego de superadas las edades ideales de aptitud física, se trata de evitar la sarcopenia (pérdida de masa muscular) y la dinapenia (pérdida de funcionalidad). Por eso a determinada edad se habla de kinefilaxis que es el cuidado y mejoramiento del ser por medio del movimiento voluntario.
Las clases apuntan a prevenir caídas, el sedentarismo, la dependencia, el deterioro cognitivo y la soledad, en sesiones flexibles que acompañen las necesidades de cada grupo en particular. Llegar a la eucinesia (normalidad de movimiento), es el norte a seguir. Entender a la vida entera como un todo activo, que atraviesa por diferentes etapas, quizás sea el principal desafío al que debamos enfrentarnos en esta materia, por varias décadas en adelante.
Por Marcelo Antonio Angriman, Abogado. Prof. Nac. de Educación Física. Docente Universitario. angrimanmarcelo@gmail.com
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