Plantas autóctonas: Jarilla, una especie típica de nuestra región
En un repaso por algunas de las plantas autóctonas del Alto Valle de Río Negro y Neuquén, la Ingeniera Agrónoma Adriana Bünzli destaca la función de la jarilla. Desde la protección del suelo hasta sus distintas variantes, la importancia de este especímen.
Valorar nuestras raíces es importante para conocer y apreciar las especies típicas que habitan en nuestra región, originadas sin la intervención humana. Además de caracterizar y embellecer el paisaje típico, la jarilla cumple una función muy importante dentro del medio ambiente y es la de proteger nuestro suelo, como todos los arbustos que se aprecian en las bardas de la zona. Cuando sus hojas caen, forman una estructura que protege al suelo de lluvias y vientos. Por esta razón se debe tener cuidado con los desmontes: al quedar los suelos desnudos, las lluvias y vientos intensifican la desertificación.
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Las jarillas son plantas nativas de nuestra zona, y las “dominantes” tienen un promedio de vida de 25 a 30 años. Pertenecen a la familia “Zygophyllaceae”. Es un género típicamente americano, propio de las regiones secas del oeste de Sudamérica, México y sudoeste de Estados Unidos. Existen cinco especies, de las que tres viven en Sudamérica: Larrea divaricata (Jarilla Hembra), Larrea cuneifolia (Jarilla Macho) y Larrea nitida (Jarilla Crespa, Fina o de Río).
Las jarillas presentan hermosas flores amarillas que adornan y perfuman las bardas en primavera. La parte más visible de la flor es la amarilla y corresponde a sus cinco pétalos. Sin embargo, por debajo de ellos, se encuentran otros órganos denominados sépalos menos llamativos, también en número de cinco. Los sépalos y los pétalos protegen a los órganos de reproducción de la flor. Éstos, llegado el momento, producirán la semilla que estará protegida por el fruto. Las flores de todas las especies de “jarilla” son hermafroditas, es decir tienen órganos de reproducción femeninos y masculinos.
Adriana Bünzli (Ingeniera Agrónoma y Especialista en Educación en Ambiente para el Desarrollo Sustentable, Magister en Sociología de la Agricultura Latinoamericana y Profesora de la Cátedra de Botánica Agrícola General de la Facultad de Ciencias Agrarias UNC) afirma que es una de las especies “más importantes” y que nos representa culturalmente, porque caracteriza a nuestra provincia fitogeográfica.
“La jarilla mantiene el equilibrio con el suelo y la temperatura a través de su evolución. Se la considera nodriza, es decir que debajo de la copa de la jarilla crecen otras plantas herbáceas”, explicó la especialista a Río Negro. Las tres especies de “jarilla” que encontramos en nuestra barda son arbustos, de tallos leñosos ramificados desde la base.
La “jarilla hembra” es un arbusto de follaje persistente y tallos leñosos, cilíndricos y resinosos; que alcanza los 3 metros de altura. Las resinas que recubren su cuerpo reducen la pérdida de agua por evaporación y las hace tolerantes al estrés hídrico. Florece desde octubre hasta fines de noviembre con hermosas flores amarillas.
La “jarilla macho” tiene características similares y según Bünzli es fácil diferenciarlas si observamos la forma general de la planta, ya que las ramas de “jarilla macho” generalmente se orientan en dirección N-S.
La “jarilla de río” es un arbusto ramoso, leñoso y resinoso; pero con más brillo y en general no tan alto: hasta un metro. Sus frutos son de color marrón. “Es la jarilla más fácil de reconocer porque la encontramos más próxima a los cursos de agua”, explicó.
Existe una rama de la Geografía llamada Fitogeografía que da cuenta de la relación entre la vida vegetal y el medio terrestre. También se conoce como la ciencia que estudia el hábitat de las plantas en la superficie terrestre. La distribución de las plantas está relacionada con varios factores que se interrelacionan de maneras muy complejas. En este sentido se configuran mapas que dan cuenta de la distribución de las distintas especies y las áreas resultantes se denominan provincias fitogeográficas. La zona de nuestro país en la que está ubicado el Alto Valle de Río Negro y Neuquén corresponde al “Monte”, cuya especie característica es la jarilla.
“A lo largo del tiempo, los suelos y las plantas que crecen sobre él alcanzan asociaciones estables denominadas comunidad clímax; y la comunidad del Monte es el jarillal”, explicó Bünzli.
En el campo, la distancia que separa a una jarilla de otra está relacionada con la aridez del sitio; y en zonas muy áridas se encuentra una cada 17 a 20 metros, mientras que en zonas más lluviosas hay hasta tres arbustos en 25 metros cuadrados.
La jarilla “macho” puede crecer con varias temperaturas, se desarrolla más en temperaturas diurnas y nocturnas altas; aunque también vegeta favorablemente con temperaturas más bajas. Presenta hojas compuestas con dos folíolos soldados en casi toda su longitud.
Sus características permiten adaptarse a condiciones ambientales donde impera el calor evitando el sol del mediodía y maximizando la intercepción de luz solar durante el amanecer y el atardecer. La encontramos en las áreas más secas y cálidas.
La jarilla “hembra” es la más difundida en el Monte y crece con temperaturas variables y es muy plástica a la humedad. Se desempeña bien a la captación de luz del día en las distintas estaciones del año.
La jarilla “de río” vive en general a mayor altitud: entre los 1500 y los 3000 metros. Habita cercana a cuerpos de agua corriente dulce o salada, permanentes o estacionales. Las hojas también compuestas, tienen entre 5 a 8 folíolos.
Las jarilla “macho” y “hembra” crecen hasta 3 metros de altura; y la “jarilla de río” entre 0,5 y 1 metro, y hasta 2 metros en lugares protegidos.
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