Pandemia: ¿ha llegado el final?

En esta oportunidad, la psicopedagoga Laura Collavini repasa qué consideramos “el cierre” de la pandemia y las secuelas que siguen.

¿Fin de la pandemia? ¿Cuándo concluye algo? Me cuestiono mientras escucho tantas historias girar en torno al COVID. Tal vez finalice el tiempo de aislamiento, de contagios graves, el riesgo real que el virus pase de una persona a otra con desencadenantes orgánicos complejos. Sin embargo, los síntomas que se fueron atravesando, las realidades de cada familia, surgen cada vez más.


Así ocurrió con las guerras mundiales, que no finalizaron cuando dejaron de tirarse balas. Continúan hasta hoy, con tantas familias desintegradas, con obligación de huir de su tierra de origen para salvar sus vidas. Millones de niños que perdieron sus infancias y como consecuencia no supieron cómo ser padres y madres, tratando sólo de sobrevivir. Los nietos y bisnietos seguimos intentando sanar esas heridas. Temores que nos inculcaron, hábitos que nos pasaron y nos educamos así, por ejemplo, cuidando mucho la comida, guardando “por las dudas”.

¿Se acuerdan cuando veíamos por las pantallas cómo los animales tomaron las calles? Estaban libres de los monstruos humanos, vivían en paz. ¿Recuerdan cuando no podíamos salir ni siquiera a caminar porque éramos considerados delincuentes? ¿Recuerdan el temor por contagiar a otros, por nosotros mismos? ¿La falta de sol en la piel?

¿Recuerdan el dolor por la pérdida de seres queridos? ¿La culpa por haber estado cerca, la sospecha de quizás haberles llevado el virus? ¿Recuerdan que los niños y adolescentes eran considerados los más peligrosos?

La necesidad de vida, de continuar, genera olvido en forma rápida, una reacción esperada ante un hecho complejo como fue la pandemia. Dejar atrás ayuda, en cierta medida, a poder continuar. Al tomar esta necesidad, anulamos el llanto, decir con palabras nuestros temores.


Pero nada es tan ideal. El cuerpo registró todo y no olvida. Necesita ser procesado, sí o sí. Cuando no le damos lugar a las emociones, aparecen los síntomas. A muchos los estamos viendo hoy.

Depresiones, ansiedad, aislamiento, temor a reuniones sociales, adicción. Trastornos del sueño, de alimentación. En los niños se observa mayor violencia, torpeza motora, dificultades de atención, de aprendizaje, adicción a la tecnología.

Muchos nos pudimos transformar, aprovechamos para hacer cosas diferentes. Sin embargo, la sensación de temor y angustia también convivían. Fueron épocas muy intensas. Lo peor que podemos hacer es olvidar. Decir “ya pasó” tal vez sea una mentira. Pasó el peligro extremo del contagio, quedan los síntomas. entonces, no pasó.

Para que podamos cambiar de página es necesario mirar de verdad aquello que el síntoma tiene para contarnos. Ellos hablan, claro que sí. Nos cuentan de eso que no pudimos decir, lo que no logramos transformar. ¿Cómo hacerlo? Es la siguiente pregunta. Afortunadamente el ser humano cuenta con muchas herramientas. Como todos somos diferentes, hay una o varias para cada uno.


La terapia es el conjunto de medios cuya finalidad es la curación o el alivio de las enfermedades o síntomas. Podemos contar con terapias psicopedagógicas, psicológicas. También existe el arte. Con la maravillosa posibilidad de transformar algo, en otra cosa. Pintar, modelar, cocinar, cantar, actuar, bailar y tantas otras alternativas creativas maravillosas.

Para que funcione como terapia sería lo ideal no pretender olvidar, sino transformar el dolor en posibilidad. Para tal fin debemos mirar aquello que nos duele, ser conscientes que existe dar permiso al llanto, a la angustia para que puedan luego dar lugar a lo nuevo.

Si pretendemos olvidar, seguramente nuestra mente lo hará, pero nuestro cuerpo nos hará recordar a nosotros y a nuestra descendencia. Aquello que se observa actualmente y tal vez sea un síntoma es el cansancio. Muchas personas relatan sentirse agobiados y recién promediamos abril.

Podríamos pensar que el cuerpo quiere decirnos algo. Poder dar tiempos para los procesos, descansar, no hacer demasiadas actividades para recuperar el “tiempo perdido”. El tiempo pasó y transcurrió como cada uno pudo. No es posible recuperar lo que ya no existe.

Por Laura Collavini (lauracollavini@hotmail.com).-


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