Los embrujos del gran bajo del Gualicho

Mito perdido de las viejas razas. Piedra de Poderes. Puerta del Diablo. Ofrendas. Pactos. Dioses caídos.

Gualicho. Tiempo y soledad, edades misteriosas. Monte crecido, achaparrada flora. Travesía horrible al decir del cacique Casimiro “lugar donde quedaban las osamentas”. Picadas del tirador de leña, reales del zorrero y del cazador más misterioso que se vio en la región. Leyenda errante Salamanca adentro. Viejo “camino del chancho”, escala perdida, signos del tiempo, ritos caídos, panteón de dioses iracundos, huella primordial de un tiempo distinto.


Gualicho. Luna atardecida sobre el monte y la piedra. Calveros barridos por el viento. Catedral de alburas en las salinas más grandes de toda la Patagonia. Páramo insumiso. Comarca blanca donde la sal rige con su cetro de austeridad y silencios. Riscal de soledumbres. Proa y mascarón de las almas intrépidas. Arrieros perdidos en la espesura y la sombra. Rituales del viejo pacto. Jinetes de nieblas. Toro negro y enloquecido en el fondo de la cueva. Caparazón del Gliptodonte que viera el Perito Moreno, el kollón temido y espantoso con su bufido como de vientos fuertes, los vestigios del mar antiguo, lecho de los tiempos, tierra de los saurios.

Gualicho. Turritelas que asombran. Millones de años, naufragios del eoceno. El Carcharadón Megalodón, paladares de rayas, el isurus temible. Urdimbre de la vida. Pasajes pretéritos a la otra realidad. Antigua y errante sed bajo el cielo del Sur.

Gualicho. Hábitat del zorro arisco como el viento. Impredecible y astuto. Latitud agreste del guanaco, mangrullo del monte, del puma predador, del avestruz y sus charabones. Oquedades del cuis pardo-grisado. Años retorcidos del piquillín de brazos sarmentosos, del alpataco señor de espinas dispares y aleves, de la mata-sebo de támaras deformes para los vicios del fuego.

Gualicho. Mito perdido de las viejas razas. Piedra de Poderes. Puerta del Diablo. Ofrendas. Pactos. Dioses caídos que cuentan otra historia y un tiempo diferente: Pío García perdido con su caballo por el huecuvú a la entrada de la Salamanca; Bernabé Lucero sortilegio y canto -guitarra revestida de cueros que tocaba sola- y el mal esperando avieso en el cruce de los caminos. Macedonio Belizán acerbo y respeto recordando la vieja “piedra de las ofrendas”, el portal de Lucifer y el ruido de los planazos de los cuchillos en todo el Gualicho luchando a brazo partido con Satanás.


Gualicho. Ámbito de influjos maléficos. De mala suerte. De animales extraviados. De obradores por fuera. Entidades de mala esencia. Anatema de tierra embrujada. De la lagartija, de sapos, de la coral arrollada y terrible. Desierto implacable de agua poca, de jagüeles perdidos, la vara de los rabdomantes, la sotana marrón del padre Teófano Stablum, zahorí buscando el secreto de las aguas subterráneas.

Gualicho. A los cuatro vientos el cloruro de sodio en los hollares de las bestias. El cuero del agua mimetizado y a la espera en la laguna Curí-Co. Los ojos en el tótem de la vieja raza y el taiel en la brusca topografía de basaltos y leyendas.

Gualicho. Tierra de alpargatas en cruz. De persignarse al bajar los cueros del animal. Del sol que calcina los pedreros como una entidad “cherrufe”. De la estatura colosal de Noel Berthe, de dos metros cuarenta y cinco centímetros, gran Caupolicán de todos los bajos. De enterramientos de caciques y capitanejos, de amontonados chenques. De deidades venidas a menos, padentranas de la espesura y el misterio.

Gualicho. Donde Cayupán y sus seis pumas fue gran señor y total dueño; donde el alférez Marcelino Crespo reventó caballos para entregar el parte que le encomendara el sargento mayor Leandro Ibáñez. Donde la naturaleza se opone al hombre y se pesa en toneladas de piedras. Donde el miedo se hace sed en las gargantas y la soledad edifica torreones en la intemperie de las almas errantes.


Gualicho. Bajo de Santa Rosa. Bajo Salitral negro. Bolsa del Gualicho. Laguna bagual. Laguna del Chancho. Laguna del Zorro. Bajo de todos los bajos. El Solito siempre solo. Los puntos cardinales enloquecidos. La brújula arrutada. Setenta y dos metros bajo el nivel del mar.

Gualicho. Contra presencia de la meseta. Rosa de sal enmarañada. Repositorio de los objetos “Katrú”. Agujero centro del mundo. Onfalo pétreo. Ojo de la madre tierra. Katancurá, katanlil. Piedra de colores. Embrujo subyacente.

Gualicho: que un tiempo mejor como la urdimbre multicolor de las matras de las viejas tejenderas nos sea propicio.


Gualicho. Tiempo y soledad, edades misteriosas. Monte crecido, achaparrada flora. Travesía horrible al decir del cacique Casimiro “lugar donde quedaban las osamentas”. Picadas del tirador de leña, reales del zorrero y del cazador más misterioso que se vio en la región. Leyenda errante Salamanca adentro. Viejo “camino del chancho”, escala perdida, signos del tiempo, ritos caídos, panteón de dioses iracundos, huella primordial de un tiempo distinto.

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