La infidelidad: ¿es inevitable?
Según una reciente encuesta elaborada por Gleeden, una web de encuentros extraconyugales pensada por y para mujeres, 6 de cada 10 personas en Latinoamérica han cometido una infidelidad. El autor de “Fidelidad”, libro y serie de Netflix, habla del tema.
Hace siglos que la infidelidad viene siendo tema de debate en todos los ámbitos que se nos ocurran, desde las conversaciones con amigos, la televisión o el cine hasta el teatro o la literatura. Y sin embargo hoy, en pleno siglo XXI y bajo la luz de nuevos conceptos como el poliamor, lejos de convertirse en un concepto saturado o con demasiado recorrido, sigue generando álgidas reflexiones.
Según una reciente encuesta elaborada por Gleeden, una web de encuentros extraconyugales pensada por y para mujeres, actualmente 6 de cada 10 personas en Latinoamérica han cometido una infidelidad. “La infidelidad no es culpa de alguno en relación de pareja, es el resultado de sentirse atraído por otro a pesar de estar muy enamorados y comprometidos con su relación”, explicó la sexóloga brasileña Flavia Dos Santos, quien formó parte de la presentación del estudio, y contó que el 49 % de los encuestados reconoció a la infidelidad como algo natural.
Pero, ¿qué es y qué no es infidelidad? De acuerdo a Gleeden el 93% piensa que las relaciones físicas son infidelidad (con besos y contacto físico y/o sexual), mientras que para el 48% el hecho de fantasear con otro ya implica un engaño.
Otro dato revelador fue que el 85% de los participantes sí quieren saber si su pareja los ha engañado, aunque el 58% aseguró que, de enterarse, no perdonarían la traición.
Otro estudio de la plataforma de citas para casados Ashley Madison, reveló que casi el 70% de las personas infieles se sentirían más culpables por dejar a su pareja que por continuar engañándola. Además, el 79% dijo estar en contra de divorciarse de su pareja ya que se sentirían más egoístas y culpables que si continúan engañándola.
Entre los motivos de seguir casados, los encuestados esgrimieron algunos como “querer demasiado a su cónyuge”, “no querer complicar la situación por los hijos” y “no ser económicamente autosuficientes” como para afrontar una separación.
“Una infidelidad sexual es una forma de autocuidado personal que tiene un impacto muy positivo en nuestro bienestar y, como onda expansiva de este buen estado de ánimo, se benefician nuestra pareja e hijos”, dice Christoph Kraemer, director Ejecutivo Latam de Ashley Madison, una declaración bastante polémica pero que él sostiene por el hecho de que esta plataforma para relaciones extramatrimoniales tiene presencia en 52 países y más de 75 millones de usuarios en todo el mundo.
¿Qué es ser infiel?
¿Las relaciones amorosas fueron entendidas siempre del mismo modo a lo largo de la historia? Claramente no. Ya en el año 2003 el sociólogo Zygmunt Bauman acuñaba el concepto del “amor líquido” para hablar de la fugacidad y superficialidad de los vínculos amorosos en la posmosdernidad, mientras que la socióloga franco-isarelí Eva Illouz señala el auge de las redes sociales y las apps de citas como una hipersexualización de los individuos que los convierte en mercancía y los subguya al orden capitalista.
Un reciente libro que abordó desde un ángulo interesante el tema de la infidelidad es justamente Fidelidad, del escritor italiano Marco Missiroli, que se acaba de publicar en Argentina bajo el sello Duomo Ediciones y que Netflix estrenó hace muy poco en formato de serie.
La historia sigue a Carlo y Margherita, una pareja que disfruta a pleno de su amor y su convivencia, pero cuya relación comienza a resquebrajarse cuando ambos sucumben ante la tentación de tener sexo con otras personas: él con una alumna de la universidad y ella con su fisioterapeuta.
Cuando se publicó en Italia, en el año 2019, el libro causó un gran revuelo y generó muchísimos debates sobre la infidelidad. El planteo más interesante que hace el autor es cómo la crisis económica mundial ocurrida en los últimos 15 años, sumada a la pandemia del coronavirus, llevó a modificar la forma de relacionarnos y los modos de entender las dinámicas de las parejas y de la infidelidad. “Creo que se ha producido un colapso acelerado que habría ocurrido de todos modos”, dice el escritor italiano de 41 años. “Por colapso me refiero a una forma de desligarse de las obligaciones familiares, de las relaciones y de las imposiciones sobre uno mismo que ya nos pesaban pero que los códigos de la generación anterior todavía nos permitían soportar. No me refiero sólo a las separaciones sentimentales post-pandémicas, sino precisamente a la fuerza de ser más fieles a nosotros mismos que a las ataduras que nos rodean. ¿Es egoísmo o individualismo? Yo diría que más bien una cruda visión de la supervivencia del corazón”.
P – ¿Qué te llevó a escribir una novela sobre la fidelidad?
R – Mi generación es una generación de transición, un “puente” entre la generación de mis padres y los millennials, que aún no han perdido los códigos del viejo siglo pero se han visto obligados a adaptarse a una modernidad repentina y violenta. ¿Cómo cambia todo esto las relaciones sentimentales y la estructura familiar con respecto a los demás y también a uno mismo? Fidelidad nació de esa misma pregunta y, por tanto, va mucho más allá de una simple historia de traición.
P – El libro fue un boom en varios países. ¿Por qué creés que un tema tan debatido como la infidelidad sigue llamando la atención?
R – Es cierto, yo también pensé que había tocado un territorio sobreexplotado e inflado. Pero no me di cuenta de que al mirarlo y cruzarlo desde el punto de vista de la autolealtad estaría pisando un camino casi virgen. Volcar, a través del libro, el concepto de devoción al contrato que exige la sociedad sentimental en favor del contrato que uno tiene con su propia persona fue una revolución.
P – La serie de Netflix está teniendo ya un gran éxito, pero vos decidiste no participar del guión ni de la producción. ¿Qué te pareció el resultado?
R – Creo que hemos elegido un camino claro, que es el de cautivar vorazmente a todos los que ven la serie de televisión. Te clava en el sofá. Para ello ha sido necesario renunciar a las partes de profundidad que requiere el libro. Además, Fidelidad es una novela de introspección constante, lo que convenía en cierta medida a la adaptación, también desde el punto de vista de la historia gestionada a lo largo de seis episodios. Tal vez habría jugado más con las ambigüedades de los personajes, es cierto. Pero escribir guiones no es mi trabajo. Y como decía Moravia: a cada uno su campo de trabajo.
P – Has dicho que el libro fue provocado por la revelación de tu padre de que no haber traicionado a tu madre significaba “renunciar a una parte de sí mismo”. ¿Creés que hoy en día se busca más ser fiel a uno mismo que a la pareja?
R – Creo que hay más individualismo que nos facilita las cosas. Estamos en la era de la primera persona del singular, y no me refiero a la narrativa escrita, sino a la forma de estar en la vida: esto tiene un lado nefasto, a saber, producir un reino del ego, pero también una consecuencia interesante. Intentar escucharnos a nosotros mismos, antes de escuchar lo que otros quieren que seamos.
P – Vos tenés 41 años y los protagonistas de Fidelidad rondan sus 30. ¿Ves una brecha generacional en la forma de pensar sobre la fidelidad y las parejas entre las generaciones mayores, los treintañeros y las nuevas generaciones de jóvenes?
R – Sí, pienso que todo ha cambiado. Y me dicen que en los millennials hay otra diferencia con respecto a mi generación, en la que, por ejemplo, el Eros era todavía algo sagrado y solemnemente perseguido. Se está produciendo un cambio en la dirección de la inflación de los asuntos vitales, debido a la facilidad de consumo. Si miramos a la generación pasada, la de mis padres, tenemos incluso dinámicas de encarcelamiento o de “dar por hecho” que perjudican insidiosamente la libertad y la autoexpresión. Fidelidad pretende fotografiar precisamente esta transición, a través de una pareja y el pequeño mundo que les rodea. Fue una apuesta, pero creo que se ganó: cuestionar lo general a través de lo particular. Podríamos decir que es una novela de economía sentimental, quizás.
Por Ayelén Iñigo.-
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