La generación Z va por la buena senda

Pese al alarmismo con el que suele hablarse de los preadolescentes de hoy, la escritora Tracy Moore explica por qué es una generación que está creciendo con mucho “compromiso” y cuál es el legado que dejan los padres de la generación X.

Últimamente he escuchado muchas opiniones nerviosas sobre la generación Z. Al ser la primera generación compuesta completamente por personas nativas digitales, la generación Z, al parecer, está destinada a la miopía debido al tiempo excesivo frente a las pantallas y al escaso tiempo al aire libre. Están sumidos en una crisis de salud mental. Los activistas del cambio climático han hecho sonar el tambor apocalíptico con tanta efectividad que muchas y muchos integrantes de la generación Z no quieren ser padres o madres. Tampoco están buscando un trabajo vacacional o una licencia de conducir, eludiendo así hitos que alguna vez consideramos como marcadores firmes de lo que significaba crecer. Ralph Nader, de 88 años, un hombre de la generación silenciosa, advirtió recientemente sobre “los tentáculos dañinos y codiciosos de las corporaciones en torno a los cuerpos y las mentes” de los preadolescentes de la generación Z, y sobre una sociedad que en su mayoría no ha sabido protegerles.


Como una madre perteneciente a la generación X que está, de hecho, criando a un preadolescente de la generación Z, ese es el tipo de cosas que me erizan de a ratos, cuando no exhibo mi característico desapego irónico. Sí, no soy imparcial. Creo que es un honor criar a un preadolescente de la generación Z, y no temo demasiado sobre su futuro. En mi opinión, son la generación más diversa, comprometida, con mentalidad de justicia social e impulsada por un propósito que ha existido hasta el momento, y tenemos todas las razones para esperar que tengan éxito, o al menos para no asumir que fracasarán.

Mi preadolescente y yo intercambiamos videos de TikTok, analizamos las creaciones de GachaTube y tenemos un juego constante en el que intentamos adivinar qué cuarentón está detrás de cada “preadolescente” en línea. Mi hije, que utiliza el pronombre “elle”, se burla y blanquea los ojos ante mis explicaciones de cómo era la vida en la década de 1990; yo me burlo y blanqueo los ojos ante su falta de experiencia vivida en la era de la cual les encanta apropiarse. Luego nos mostramos mutuamente algunas canciones. La mayor parte del tiempo, soy yo quien aprende más.

Sé que se supone que debo estar irritada y alarmada por las y los preadolescentes modernos. Se supone que debo quejarme de que llevarlos a la escuela ahora sea vergonzoso, o les dé “cringe”. De que no se les pueda sacar de sus habitaciones a menos de que haya una emergencia médica, como la necesidad de un boba (té de burbujas). De que tienen una identidad fluida; de que hacen twerking; de que digan demasiadas veces “bro” (hermano); de que no puedan ser arrancados de sus videos sin un soborno competitivo en el mercado.

Pero no estoy alarmada; estoy fascinada. La generación Z es terriblemente divertida, extremadamente vulnerable y está sintonizada emocional y socialmente a un nivel que me tomó toda la vida cultivar. Sí, están creciendo con mayor lentitud, pero cuando considero que siempre han estado en contacto con la locura de la derecha, el desastre climático, la incertidumbre económica y la erosión de los derechos civiles, no puedo culparlos. En todo caso, hasta comparto su cinismo.

Las personas de la generación X, que se preocupaban por su paternidad, terminaron consiguiendo una cercanía con sus hijos.


El consultor de la generación Z, Jason Dorsey, le dijo a Bloomberg News en 2019 que para comprender a la generación Z había que observar al “impulsor oculto” que son sus padres pertenecientes a la generación X, quienes dan forma a su manera de ver el mundo. Crecimos bajo el auge de los divorcios en la década de 1970 y estuvimos muy familiarizados con presidentes corruptos, escándalos financieros, acechantes batallas por el agua y pandemias. “Los boomers realmente querían que todo fuera más sencillo para sus hijos, y lo lograron”, afirmó Dorsey. “Cuando entrevistamos a personas de la generación X, nos dicen que no quieren que nuestros hijos terminen como millennials malcriados”.

¿Qué significa eso? Bueno, que los padres de la generación X están intentando enseñar resiliencia, inteligencia emocional, apoyo para la salud mental y una aceptación sobria de la realidad que nos ofrece el mundo para producir una mejor generación, una capaz de continuar cambiando nuestras circunstancias. Creo que lo hemos hecho, aunque parezca así o no en la superficie.

No es que no me indignen las preocupaciones que enfrentan. Estoy ansiosa y furiosa por la violencia armada, la agresión sexual, el racismo, la violación de derechos reproductivos y transgénero, el acoso escolar, la salud mental, el Covid-19 prolongado y la presión cada vez mayor sobre los preadolescente para que maduren. El tiempo frente a las pantallas genera una conversación constante sobre la identificación de fuentes y el cuestionamiento del contenido.

Pero haber crecido en la generación X vino con su propia versión de estos problemas, y nos hace estar excepcionalmente calificados para guiar a esta generación a través de ellos con la humildad, el humor, el cinismo y la esperanza adecuada. Haber crecido pegada a los videojuegos y la televisión mientras me decían que eso me pudriría el cerebro solo me enseñó que no es el medio lo que es negativo, sino la ausencia de alguien que te ayude a analizar el mensaje. No soy la autoridad omnisciente que los padres de mi generación pretendieron ser. Soy una consejera y orientadora que intenta ayudar a mi hije a ser lo mejor posible, y estoy satisfecha con eso.

Sí, están pegados a las pantallas, pero de igual forma son conscientes del entorno que los rodea.


Las personas de la generación Z que están bajo nuestro cuidado no solo conforman la generación más diversa, sino que también va rumbo a ser a la mejor educada de la historia, según el Centro de Investigaciones Pew. Más miembros de su cohorte se identifican como LGBTQ+ que cualquiera antes de ellos, y están cómodos con una gran variedad de expresiones personales tras décadas de activismo sobre el hecho de que la identidad existe en un espectro.

Todo esto podría resultar en una generación con mayor cinismo que les millennials, pero también podría significar que tengan los recursos personales y el autoconocimiento para corregir los errores que les estamos dejando. Como bien tuiteó un miembro de la generación X: “Soy alguien de la generación X criando a un miembro de la generación Z y déjenme decirles… entienden muy bien la tarea. Son diversos, inclusivos y maravillosos”. En palabras de mi propio preadolescente: “Hermano, pienso lo mismo”.

Por Tracy Moore (The Washington Post).-


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