Irma, la perseverante custodia de las plantas en Roca
Irma Ester Escalona está a cargo del “Vivero Municipal” de Roca hace 8 años. El trabajo que realiza es su verdadera pasión. Cómo le enseña a los demás a cuidar el medio ambiente.
Irma Ester Escalona nació en la chacra 257 de Stefenelli y es, sin dudas, un ejemplo de perseverancia, fortaleza y lucha. A sus 53 años, realiza diariamente un recorrido de 12 kilómetros en bicicleta para llegar a su trabajo, en el “Vivero Municipal” ubicado sobre la Isla 32, en el área costera de Roca. Puede estar lloviendo. Puede haber viento. Pueden hacer 40 grados, o pueden hacer 5 bajo cero. No importa la situación climatológica: Ester, sea como sea, se las arregla para no abandonar una de sus principales pasiones, las plantas.
La jornada habitual de Ester inicial alrededor de las 6 de la mañana, “como cualquier trabajador”, como dice ella. Desde su casa en Stefenelli hasta el Vivero Municipal tiene un recorrido de aproximadamente 40 minutos en bicicleta. Sin embargo, lejos de pensar negativamente, rechaza la idea del sacrificio y asegura que es un viaje útil para ejercitarse.
“Al llegar todavía está oscuro. Mis compañeros se ponen a afilar las cadenas de las motosierras o las hojas de las tijeras, depende de lo que tengan que hacer en el día; mientras yo selecciono semillas de las vainas, reservando variedad para la siembra de primavera, además de hacer esquejes y limpiarlos para después plantar”, cuenta. Al mismo tiempo, añade que “cuando aclara el día y se viene la mañana salimos a trabajar, porque el 90 % del trabajo es en la intemperie”. La producción en el vivero está orientada a especies forestales, que tienen gran adaptación a las zonas donde se van a plantar espacios verdes y paseos.
Escalona relata que nació en zona de chacras y que se cultivó desde que tiene memoria: “Siempre se hizo huerta familiar, además de la atención en cuadros de frutales, plantas forestales y también de ornamentación. Toda mi vida tuve el amor por el cultivo y el cuidado de las plantas, eso me lo inculcaron mis padres”. Según comenta, “desde muy pequeña aprendí a seleccionar las semillas para almácigos. Cosecharlas en el tiempo justo, cuándo se secaban las vainas en las plantas, prepararlas, y después seguir cultivando”. Cuenta que aquellas semillas se conservaban en frascos de vidrios y papel secante, manteniéndolas alejadas de la luz y de la humedad, de forma que estuvieran impecables para sembrar al llegar la primavera.
La especialista explica que cuenta con “una formación integral en aromáticas, cultivos orgánicos, rotacion de cultivos, plantas forestales, ornamentales y frutales”, y asegura que no tiene preferencia por uno en especial, ya que para ella, todo está relacionado en cuanto a cultivos de plantas se trate. “Hoy el cultivo de hortalizas en casa, en espacios reducidos o huertas verticales, tiene que ver con todo lo que se fabrica y se cultiva en el hogar, entonces no es malo volver a las raíces. Además los cultivos atraen a las abejas y eso es muy bueno, porque así aseguramos que las semillas que vaya a cosechar sean de buena calidad”, agrega.
Mientras corta cuidadosamente las hojas sobrantes de los esquejes, Escalona cuenta que “hacer una siembra, ver la germinación y el desarrollo de una planta sana a medida que crece y poder brindarle los cuidados que necesita, es maravilloso”. Su enrulado pelo castaño se desprende de su peinado, tapando parte de la frente marcada por el sol. Al terminar los cortes, toma un descanso y reflexiona: “Trabajar en este lugar no es un sufrimiento para mí, sino un verdadero privilegio. Me preocupa la deforestación masiva, por eso debemos tomar conciencia y cuidar a las plantas hasta que logren el arraigue y el crecimiento. Con el avance de loteos y lugares ocupados por barrios, nos olvidamos de forestar”. Entre suspiros, agrega que “ningún suelo es malo o inapropiado si se trabaja. He visto suelos de media barda con cultivares hermosos, donde con solo un hilito de agua y atención, se pueden lograr maravillas. Es ahí donde la intervención de la mano del hombre debe ser para mejorar”. A eso se suma lograr espacios para que todos podamos disfrutar, porque en el verano la mayoría de las personas buscan sombra, pero para eso debe haber una voluntad acompañada de forestación y cuidados. Ester comenta que “las áreas se planifican según las tareas y de acuerdo al ordenamiento de las mismas a futuro, es decir, preparando los cuadros y el suelo para después realizar el cultivo definitivo”.
Ester no tuvo una vida fácil, pero supo sobreponerse a una mano que venía difícil. Fue su tenacidad y constancia lo que le permitió ir creciendo. “Cuando ingresé al ámbito municipal lo hice como Plan Jefe, y también formé parte otras áreas. Cuando cambia el gobierno de Sarandría a Soria, aproximadamente en 2003, pedí el cambio de trabajo para ganar $50 más y así poder pagar la cuota de mi terreno, donde vivo”, relata.
Escalona comenta que pasó “por todas las economías que azotaron a la Argentina, hasta tener que inscribirme al Plan Jefe en ese entonces”. Eso se debió a que, después de haber trabajado por 9 años en una chacra, un cambio de dueños llegó con una mala noticia: no querían a una mujer como equipo de trabajo, por lo que recurrió a la inscripción, aún desconociendo el destino que podía tener. Un tiempo después pasé a pertecener al Programa de Empleo Municipal como contratada; y finalmente en el 2015 pude pasar a planta permanente, en barrido y limpieza. De todas formas, a mí siempre me gustó el cuidado de las plantas, plazas y producción”, señala.
Ester tiene una formación integral y nunca dejó de capacitarse: cuenta con más de 20 certificados que la avalan. Afirma que continúa capacitándose, porque en la rama de la botánica siempre hay algo que aprender, conocer y aplicar; y en cuanto a su trabajo en el Vivero Municipal afirma que “todos trabajan a conciencia y bien, porque así se hace una sola vez”.
A la hora de hablar de su niñez, Ester recuerda “un crecimiento plenamente feliz”, y lo asocia a que todo se aprendía jugando, refiriéndose a las tareas de la casa. “Aprendíamos trabajando en la chacra y ayudando en lo que uno podía en los ratitos libres, entre jugar a la casita y juntar semillas”, dice. Según ella, “eran cosas que se hacían de niño sin tener conciencia de que tal vez el día de mañana podían significar la verdadera vocación por el trabajo”.
En la actualidad, Escalona tiene 6 hijos y lo cuenta con mucho orgullo: Una hija ya casada que trabaja en administración, un hijo que trabaja en la construcción, una hija próxima a recibirse de ingeniera agrónoma, otra hija que se recibió de técnica agrónoma, y el más pequeño que todavía cursa en la escuela primaria… Y una nieta de 5 que se llama Francesca.
“En mi niñez no existían redes sociales. Son una maravilla porque nos mantienen comunicados, pero en mis tiempos se escuchaba radioteatro y después a estudiar y cumplir con las tareas de la escuela, o ayudar en lo que se podía en la casa. En época de invierno había que desgranar el maíz para alimentar a los animales que había en casa. Ayudar a mamá a preparar la lana, porque ella hilaba y tejía”, recuerda. En los meses de invierno, antes de que se secara la totora, se cortaba para tejer sillas. “Papá era carpintero y en casa todos los mobiliarios los fabricaba él”, agrega. Ester también recuerda que para secar la ropa utilizaban dos rodillos de goma por donde se pasaban las prendas, y con una manivela se las escurría. Además, hacer todo tipo de conservas y “conocer el punto ideal de una jalea” indicaba cierto conocimiento en la cocina. “Son todas tareas que se han perdido, pero yo las sigo haciendo para mi familia. Si bien no me molesta comprar cosas envasadas, me inclino mas por la fabricación casera”, señala; y afirma que es importante “incentivar el aprendizaje, porque nunca es tarde”.
También expresa su agradecimiento hacia los compañeros y funcionarios que permitieron su crecimiento laboral a lo largo de todos estos años, y al municipio que se hizo cargo de su capacitación en la escuela de jardinería de Maipué, que se cursó en el año 2016, donde todos los contenidos aprendidos son volcados en el trabajo diario.
Ester se define como una luchadora, una resiliente que disfruta leer. Su último libro fue “Primavera silenciosa” de Rachel Carson, pero es también una ávida lectora de botánica, historia y novelas. Para Ester, “la vida pasa, pero lo que se deja queda”; y por ello desea resaltar el trabajo de todas aquellas mujeres, protagonistas anónimas de la vida de una ciudad, que trabajan en la atención de los espacios verdes. Por esta razón alienta a todas las compañeras y a quienes la rodean a capacitarse para que comprendan que “este tipo de trabajo es una responsabilidad ciudadana y somos servidores públicos”. También resalta “el desempeño de la mujer que trabaja a la intemprerie, donde sin importar el clima, las tareas culturales se deben realizar todo el año. Con estas temperaturas en invierno, se debe continuar atendiendo con diferentes tareas”, culminó.
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