La «renuncia silenciosa»: ¿pereza laboral o agotamiento?

El término -que implica poner un límite al trabajo- se volvió viral. . ¿Los partidarios tratan de proteger el equilibrio entre trabajo y vida privada? ¿Se trata de "perezosos" que se refugian bajo un término de moda? ¿O son personas al borde del agotamiento?


por Brian KNOWLTON


Defienden las 40 horas semanales de trabajo, rechazan los correos electrónicos y las llamadas fuera del horario laboral y dicen «no» con mayor frecuencia: algunos estadounidenses están adoptando el concepto de «renuncia silenciosa» para combatir el imperativo a menudo asfixiante de la conexión permanente.
Maggie Perkins, que vive en Athens, en el estado de Georgia, estaba acumulando semanas de 60 horas como docente. Pero cuando nació su primer hijo, esta mujer de 30 años se dio cuenta de que su situación era insostenible. «Hay fotos mías corrigiendo exámenes en el avión cuando nos íbamos de vacaciones. No tenía equilibrio entre mi vida profesional y mi vida privada», explicó en un video en TikTok, en el cual cuenta cómo eligió sumarse al movimiento de la «renuncia silenciosa» (Quiet quitting, en inglés).


Perkins contó que finalmente abandonó su trabajo para obtener un doctorado, pero continúa haciendo videos para dar consejos sobre gestión de la jornada laboral.
«Adoptar esta mentalidad de ‘renuncia silenciosa’ simplemente significa que estás poniendo un límite que te ayuda a hacer tu trabajo cuando te pagan por hacerlo, y luego puedes dejar eso, volver a casa y ser una persona con tu familia», dijo.


El origen



La expresión «quiet quitting», ahora viral, parece haber aparecido en julio en una publicación de TikTok.

«No estás renunciando a tu trabajo por completo, pero estás renunciando a la idea de dar siempre un poco más. Todavía estás cumpliendo con tus deberes, pero ya no adhieres a la cultura de que el trabajo tiene que ser tu vida», explicó en esa plataforma el usuario @zaidleppelin.
Su mensaje tuvo casi medio millón de «me gusta». En las respuestas afloraba un sentimiento compartido de resentimiento. Desde entonces, los artículos de opinión se han multiplicado para explicar el fenómeno.


Y el debate estalló. ¿Los partidarios de esta «renuncia silenciosa» tratan de proteger el equilibrio entre trabajo y vida privada, una noción más asociada al modo de vida europeo que al estadounidense? ¿Se trata de «perezosos» que se refugian bajo un término de moda? ¿O son personas al borde del agotamiento, que deberían mejor renunciar del todo, rápidamente?


Los datos sugieren que la necesidad de un mayor equilibrio es real. El estrés laboral aumentó del 38% de los encuestados en 2019 al 43% al año siguiente, cuando la pandemia de covid-19 alteró el modo de trabajo en todo el mundo, según encuestas de Gallup. 


Una dinámica similar alimentó la «Gran renuncia», como se conoce al reciente aumento en el número de empleados que renuncian o cambian de empleador.


"Sangre, sudor y lágrimas"



Los partidarios de la nueva tendencia de «renuncia silenciosa» se dicen dispuestos a trabajar duro, pero no más allá de su horario laboral.

Observadores señalan que siempre hubo empleados que se niegan a trabajar un minuto más o afirman que ciertas tareas no son su responsabilidad.


Arianna Huffington, fundadora del sitio informativo Huffington Post, denunció el fenómeno, al considerar que el trabajo «es parte de una vida plena» y que rechazar el agotamiento no debe excluir «la posibilidad de encontrar alegría» en lo que se hace para ganarse la vida.
Pero para el ex secretario de Trabajo estadounidense Robert Reich, «los trabajadores no están ‘renunciando silenciosamente’. Se están negando a ser explotados».


Es el caso de «Bess», quien prefiere no dar su verdadero nombre. Ella fue contratada poco antes de la pandemia para un trabajo que suponía viajar regularmente a Alemania. Pero, según dijo, la pandemia la obligó a encerrarse en su apartamento de Nueva York, con llamadas a las tres de la mañana debido a la diferencia horaria con Europa. Eso la llevó a esforzarse menos, pero muchos en su entorno no lo entendían.


«Existe ese estigma: pones sangre, sudor y lágrimas en tu trabajo en Estados Unidos, y si no trabajas, no mereces estar aquí», resumió. «Luego de seis meses de angustia», Bess simplemente dejó de responder a los correos electrónicos durante varias semanas. Terminó por renunciar.


Philip Oreopoulos, economista de la Universidad de Toronto, dijo que una solución es una mejor comunicación para aclarar las expectativas del empleador antes de que un potencial candidato acepte un trabajo. «Si se necesita estar de guardia en casa, entonces deberían indicarlo claramente», dijo, y recordó que, en Estados Unidos, los trabajadores agraviados tienen un activo al que recurrir: una tasa de desempleo históricamente baja de 3,5%.


© Agence France-Presse


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