Cercos vivos: Las especies más recomendadas
Es importante saber elegir las especies adecuadas para realizar cercos y decorar jardines. La ingeniera agrónoma Marianela Gasparini, de Roca, nos brinda algunos consejos.
A la hora de elegir una especie para armar un cerco vivo, se deben considerar varios factores. Allí, tanto el clima como el suelo del lugar donde vivimos tienen la misma importancia que la especie a elegir, porque evitará pérdidas y fracasos a futuro.
La ingeniera agrónoma Marianela Gasparini, de Roca, brinda una clasificación orientativa según la influencia del clima en una ciudad. Esto surge después de varios años de producir especies para cercos y probar opciones que resistan el frío, el viento y el calor de nuestra zona.
Cuando hablamos de clima y definimos la zona como “muy fría”, según aclara la experta, nos referimos a los alrededores de las ciudades, donde las calles son de tierra, las casas están aisladas entre sí y las temperaturas bajo cero pueden permanecer alrededor de 10 horas continuas entre los meses de mayo y septiembre, con heladas tardías muy características de nuestra zona. “Hay especies que no les afecta en absoluto y otras sufren un poquito, pero se reponen”, explica la profesional; y esas son las que se pueden utilizar en nuestra zona.
Las zonas de “frío medio” son las más urbanas, con calles de asfalto, casas continuas, mayor incidencia de la calefacción artificial y mayor protección de los vientos. “Nos ubicamos en el centro de las ciudades, si bien se dan temperaturas bajo cero, oscilan entre 0 y -2°C; las heladas son más cortas y no son continuas todos los días”, aclara.
La conducción de la planta depende de su porte y de nuestro objetivo. En el caso de cercos vivos, se pueden hacer con plantas que requieren abrir sus ramas y sostenerlas sobre alambres dando forma y sostén al cerco. Esta situación, en algunos casos, solo se requiere hasta que la planta forma troncos de suficiente diámetro, que pueden sostener las ramas nuevas y las inflorescencias. También hay especies que no requieren ningún tipo de conducción, como las arbustivas que crecen sobre el soporte de tallos firmes que la sostienen.
En cuanto al follaje, la capacidad de la planta de mantenerlo durante todo el año depende de cada especie y de las temperaturas a la que se somete. Existen varias opciones de especies que no pierden su follaje durante la época invernal.
En nuestra zona el suelo es muy fértil: proviene de zona de chacras, con una profundidad libre de piedra, y no hay evidencia de salinidad, de compactación o presencia de residuos de la construcción. “Cualquiera de estos factores negativos presentes, requiere de mejoras y de selección de especies más rústicas”, afirma Gasparini; y si bien en la clasificación no incorpora el detalle de la floración (es una característica muy importante para el diseño del jardín), a veces no prosperan las especies que más gustan y nuestros esfuerzos no alcanzan para lograr nuestro objetivo.
Las 3 especies más utilizadas, vistosas y exigentes
– Jazmín de leche (Trachelospermun jasminoides): Planta trepadora lenta en sus inicios, que luego alcanza gran desarrollo con un follaje muy firme, color verde brillante. Flores blancas estrelladas y tupidas en racimos terminales. Floración en forma abundante y muy perfumada, desde fines de primavera hasta el principio del otoño. Cuando comienza el frío se detiene su crecimiento y sus hojas comienzan a tomar coloraciones rojizas.
– Fotinea (Photinia x fraseri): Arbusto erecto de hojas grandes brillantes, de color rojizo al brotar, las cuales se tornan verde oscuro a medida que se desarrollan. Posee ramas muy fuertes, su crecimiento tiende a ser vertical y suele faltar follaje en la zona basal de la planta. Esto se revierte con la poda de los extremos de las ramas hacia finales del verano, generando una brotación distribuida en toda la planta. Florece a partir de octubre en racimos de flores blancas en grupos, las cuales se transforman en pequeños frutos globosos rojos.
– Laurentino tinus: Arbusto muy compacto con follaje muy denso de color verde oscuro, hojas de tamaño medianas sobre ramas firmes. Su floración comienza en otoño, permaneciendo en invierno para finalizar en primavera, son pequeñas flores blancas en corimbos y es una de las pocas flores que nos acompañan en invierno en el jardín. Luego se transforman en pequeñas drupas de color azul metálico.
Especies menos utilizadas
– Laurentino odoratissimun: arbusto de hojas verdes brillantes muy grandes y ramas muy firmes. En otoño la coloración su coloración es rojiza muy vistosa hasta que se caen sus hojas y vuelve a brotar en primavera. La floración está formada por corimbos blancos.
– Pittosporum (Azareros): muy resistentes al frío, de follaje persistente de hojas ovales, coriáceas, en verde oscuro, variando los tamaños y tonalidades según las variedades. El más conocido en el valle es “Pittosporum tobira”, posee floración con perfume de azahares, no se utiliza en cercos solo porque su crecimiento es lento en nuestra zona, pero es muy resistente.
Si la planta se moja con aguas con presencia de sales al regarse, todas estas especies detienen su crecimiento y desmejora la calidad de sus hojas. Gasparini recomienda el riego por goteo en estos casos, además de una fertilización con macro y micronutrientes.
Las especies más rústicas para sitios donde hay factores limitantes
– Crataegus (Pyracantha): Muy conocida en el valle, de hojas pequeñas, verde oscuras, ramas con espinas, forma un cerco firme difícil de penetrar. Florece en racimos de flores blancas en primavera, y forman frutos (pomos) en forma de bayas que toman coloraciones rojas, naranjas o amarillas según cada variedad en invierno, aportando color.
– Jazmín amarillo (Jazminum nudiflorum): Tallos largos cuadrangulares y finos de color verde, que requieren soporte. Hojas muy pequeñas y blandas de color verde y se caen ante el frío intenso. El primero en florecer al finalizar el invierno, con flores medianas amarillas. Se pueden dejar caer sus ramas formando un manto o se puede recortar con formas más cuadradas.
– Rosal Trepador: Ramas firmes y espinosas, con crecimientos fuertes cada año. Según las recomendaciones técnicas de expertos, se debe podar al caer las hojas en invierno para lograr floraciones compactas en primavera. La floración depende la variedad.
– Hiedras (Hedera hélix): Enredaderas, de hojas verdes en diferentes formas, que pueden estar combinadas con blanco o amarillo. Tienen tallos con raíces aéreas autoadherentes que les permiten sujetarse en las paredes. Una especie parecida a la hiedra, muy decorativa, es la Falsa Parra (Parthenocissus tricuspidata ó ampelopsis veitchii), que se adhiere a paredes y alambres brindando un espectáculo de color rojo en otoño, antes de caer sus hojas. La caída de hojas facilita la limpieza de esta zona y la poda.
– Eleagnus: Son las de crecimiento más rápido en nuestra zona, y hay variedades de porte más firme y otras que requieren sostén y conducción al principio. Hay variedades de hoja verde completa o combinada con amarillo en el centro o en los bordes. Forma un cerco de follaje denso. Su principal característica es el brillo que genera cuando el sol incide directamente en sus hojas. La variedad más rústica posee espinas gruesas y largas en los tallos, las cuales quedan tapadas con sus hojas. Florece en otoño con pequeñas flores blancas aisladas muy perfumadas.
– Thujas: Compactas y muy firmes, de crecimiento lento, las ramas se cubren de hojas escamiformes verdes en hileras. En otoño, las hojas adoptan una coloración marrón, recuperando el verde en primavera. Hay combinada en amarillas aportando un color dorado al parque. Se debe asegurar buen drenaje del agua en el suelo.
– Ligustros y ligustrinas (Ligustrum): Conocidas como “siempre verde”, crece vertical, con combinaciones blanco o amarillo según la temperatura de la zona. Su floración en panoja piramidal de color blanco y perfumado a finales de primavera que da una baya de color azulada. La ligustrina (ligustrum ovaliefolium) es la más popular, utilizada en cercos tradicionales, se adapta perfectamente a podas intensas copiando hasta las formas más caprichosas de un parque.
– Oleas texanas (Ligustrum japonicum texanum): Similar al ligustro, de hojas firmes verde claro brillantes y bordes amarillos o blancos. Crecen sobre tallos firmes leñosos, con ramas largas que se deben podar para evitar la deformación del cerco y favorecer el rebrote en la zona basal de la planta. El crecimiento es más lento, pero se logran cercos más vistosos y densos.
Las menos utilizadas, pero que dan buen resultados
– Jazmín azórico (Jasminum azoricum): Ramas muy finas y delicadas, con hojas compuestas por tres folíolos de color verde brillante, aislada entre sí. Tarda un poco más de tiempo en formar un cerco denso y cerrado. Su floración blanca en racimos terminales -muy perfumada-, se extiende desde fines de primavera a mediado de otoño.
– Madreselva (Lonicera): Un clásico de las islas en el río Negro, prefiere semisombra. De hojas verde oscuras sobre ramas leñosas, se enredan en alambres fácilmente. Florece en primavera y verano, con flores muy perfumadas blancas. La madreselva rubra tiene hojas moradas en el envés, y las flores son amarillas y rosadas.
– Rosa banksiana: Rosal trepador de finas y flexibles ramas verdes sin espinas. De rápido crecimiento, se debe sostener y dejar caer las ramas nuevas para lograr el efecto de manto de pequeñas flores blancas o crema en octubre. Se poda a fines de primavera luego del segundo año.
– Glicina (Wisteria Sinensis): Trepadora de crecimiento rápido y de tronco leñoso, requiere sostén y florece en racimos péndulos de color blanco o violáceos al final de la primavera. Muy utilizada en portales y galerías. Pierde sus hojas en otoño.
– Evónimos: Un clásico de los jardines, no se utiliza habitualmente en cercos por su lento crecimiento, pero alcanza los 2 metros. Compacta, de tallos cortos con alta densidad de hojas ovales en colores verdes y sus combinaciones con amarillo o blanco.
– Romero (Rosmarinus officinalis): Cerco ideal para huertas, es una planta firme que se beneficia mucho con la poda. Las hojas firmes, verde oscuras en el haz y grisáceas en el envés muy aromáticas, florece con pequeñas flores violáceas. Prefiere lugares soleados sin excesos de agua.
– Berberis: Arbusto muy espinoso, de hojas pequeñas ovaladas de color morado, las cuales se tornan anaranjado brillante y se caen en invierno. Floración en pequeñas flores amarillo intenso que contrastan con el color de las hojas en la primavera.
– Cotoneaster: Requiere sostén al principio, conducción y atado de sus finas y flexibles ramas, hojas medianas y blandas verde oscuro en el haz y grisáceas en el envés. Adoptan coloraciones rojizas en invierno y se reemplaza por brotes nuevos en primavera. Florece en primavera con flores blancas y pequeñas que se transforman en frutos en forma de pequeñas bolitas rojas.
– Laurel de flor o común: Planta firme de hojas alargadas verde oscuro persistentes. Crece en forma muy voluminosa, se debe recortar permanentemente para mantener el tamaño deseado y evitar que se forme un árbol quedando la base desprovista de hojas. Acompaña desde el final de primavera hasta el final de otoño con varias floraciones y una gama de colores muy amplia, desde blanco, rosados y amarillo pastel hasta los rojos intensos y fucsias.
– Cortadera (Cortaderia selloana): Las “cola de zorro” son las gramíneas más buscadas por sus imponentes inflorescencias en grandes panojas. Forma una mata cespitosa muy grande con hojas acintadas y curvas, de bordes filosos, que alcanza los 2,5 metros de altura y un radio de 2 metros si no se recortan anualmente. Para utilizar estas plantas de cerco hay que disponer de mucho espacio en el parque para evitar circular cerca. Es una especie fácil de bajos requerimientos, en invierno parte de sus hojas tienden a secarse, en primavera rebrota desde el centro.
– Caña (Phyllostachys aurea): De tallos finos y firmes de fibras duras con crecimiento vertical. Las hojas lineales alargadas pierden su coloración verde en invierno y sufren el frío, pero rebrotan final de primavera con temperaturas altas. Alcanza los 3 metros de altura y es invasiva, por lo cual no es una especie muy recomendada si no es para un cantero de cemento o se coloca limitador en suelo, para evitar el avance de sus rizomas rastreros.
Para la zona de frío medio, en centros de las ciudades se recomienda algunas opciones más, las cuales en algunos casos necesitan taparse en invierno, con manta anti helada.
– Jazmín del cielo (Plumbago capensis): Trepadora herbácea de tallos finos con pequeñas hojas verdes, y bellísima floración celeste en racimos terminales sin perfume.
– Jazmín chino (Jazminum polyanthum): Trepadora de finos y delicados tallos acompañados de pequeñas hojas y flores en panículas blancas por dentro y rosadas por fuera, muy fragantes.
– Bignonias: Plantas fuertes de crecimiento rápido, se forman tallos leñosos que soportan la planta trepadora. Requiere de podas intensas en invierno, es común que pierda las hojas en invierno si el jardín está desprotegido. Es muy buscada por sus flores en forma de cornetas de colores intensos, rosados, naranjas, amarillos.
– Santa Rita: La reina de las plantas trepadoras, la que todos queremos en la entrada de nuestra casa. Viste los frentes con sus flores fucsias, lilas, blancos y rojos durante todo el verano y el otoño. Sufre mucho el frío sus primeros años de vida en nuestra zona, la podemos ayudar protegiendo la planta con mantas o ubicándola debajo de un alero.
– Callistemon malaleuca ó saligna: Especie muy resistente a los vientos y climas salinos. Es posible cultivarla en zonas muy frías, pero la planta puede sufrir y demorar más de una temporada en recuperarse. Forma una planta de porte erecto, ramas flexibles de crecimiento parejo en ancho y alto, con pequeñas hojas estrechas y puntiagudas de color verde oscuro. La poda con formas redondeadas favorece a mantener la gracia de la planta que nos va a sorprender con inflorescencias en forma de cepillos cortos blancos.
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