Antes de la miel, las abejas: el amor de Salvador

Salvador Sangregorio lleva cuatro décadas vinculado a la actividad apícola. Hoy se encarga del desarrollo rural en el INTA, pero no olvida su amor por las abejas. “La miel es mucho más que eso”, asegura.

Redacción

Por Redacción

“A mí me gusta trabajar, así que algo va a salir, y si no me traeré mis colmenas que están en el campo”. A Salvador Sangregorio le dio siempre tanta confianza sus ganas de trabajar como sus abejas. Quizá de ellas aprendió a amar el territorio, el trabajo colectivo y la organización. Este año cumple cuarenta años vinculado a la actividad apícola.


Mientras estudiaba agronomía en Buenos Aires, tenía un par de colmenas en una terraza y se enamoró de todos sus movimientos. Se fue a trabajar a la cordillera con las comunidades mapuches, luego estuvo como jefe de la Agencia Local de Producción Agropecuaria en Las Lajas. De Coordinador Provincial del Programa Social Agropecuario, lo convocan del INTA. Y allí está, vinculado a los temas de desarrollo rural con el corazón siempre en la apicultura.


Las fundamentales, las abejas



Como humanidad hemos incorporado la miel como producto alimenticio y medicinal desde hace miles de años. Hay registros en pinturas rupestres y en tumbas del Antiguo Egipto. Sin embargo, antes de la miel, están las abejas, piezas fundamentales para la reproducción de la vida, para el equilibrio del ecosistema. “Si se nos acerca una abeja nos ponemos nerviosos, nos escondemos o alejamos. Y eso es porque sólo pensamos en los aguijones, en las posibles picaduras, en el peligro. Nos han instruido de esa manera y no tenemos en cuenta que las abejas no son agresivas, lo que tienen es un comportamiento defensivo. Solo si se sienten agredidas van a tratar de defenderse. Tenemos motivos para tener que cuidarlas, disfrutarlas y ver cómo van y vienen de la flor a la colmena”, explica Sangregorio, que supo entenderlas desde hace mucho tiempo.

Si bien es más significativo asociar a la abeja con la miel, perdemos de vista un montón de otros productos que nos provee y que ellas fabrican. Salvador manifiesta que las abejas “son importante para el planeta dado que con su ir y venir, van visitando las flores y de las flores sacan el néctar y el polen para alimentarse ellas y sus crías”. En realidad, lo que están haciendo es juntar reservas para el invierno, donde no pueden salir por las condiciones climáticas de sus colmena y consumen lo que han acumulado durante la primavera y el verano. Entonces van a visitar las flores, van a obtener el néctar, ese néctar lo van a mezclar con un montón de sustancias propias, de enzimas, de minerales, etc, lo van a deshidratar y van a formar la miel.

Pero, ¿qué es la miel? Es ese producto dulce que elaboran las abejas obreras que salen al campo, a partir del néctar de las flores y de otras partes vivas de los vegetales. Ellas lo juntan, lo van a transformar, lo combinarán con sustancias específicas y lo van a almacenar en los panales donde va a ir madurando hasta que se forma la miel. “La miel es mucho más que eso. Desde los tiempos más remotos de la humanidad, había una estrecha relación. El ser humano ya conocía las cualidades alimenticias y energéticas que nos da la miel de abejas. Se calcula que las abejas están sobre el planeta hace unos 200 mil años. Lo vemos tanto en esas pinturas rupestres, que son de 10 mil años antes de Cristo, o en algunas escrituras muy antiguas. Ahí confirmamos que la miel siempre estuvo presente, tanto como medicina o como un alimento extraordinario.”

El trabajo de los apicultores es importantísimo para el medio ambiente.


Una cucharada de miel contiene una cantidad interesante de vitaminas, proteínas, aminoácidos, sales minerales, ácidos orgánicos y enzimas, dentro de las cuales hay una con un alto poder bacteriostático, que impide el crecimiento de bacterias. Es decir, estamos frente a un alimento con una categoría muy superior.

De la infinidad de propiedades Sangregorio comparte que “comparativamente con otros alimentos, un kilo de miel tiene 3.395 calorías mientras que un kilo de azúcar común de sacarosa tiene 4.130, es un poco menos calórica que el azúcar común. De todos modos, no hay que abusarse y consumir la dosis justa para cada requerimiento. Es importante recalcar que la miel se ha empleado como alimento para la salud, consumiéndola tanto para problemas internos como aplicándola exteriormente en heridas para aprovechar la infinidad de propiedades que tiene. Por ejemplo tiene su poder antiséptico, unido al poder emoliente, significa que ablanda, suaviza, desinflama, entonces es un excelente protector de la piel”.

Las abejas salen de su colmena y van de flor en flor para aprovisionarse de alimentos, para ellas y sus crías, y de esta manera polinizan muchas flores. La polinización es un proceso que va a permitir que de esas flores se formen y nazcan sus frutos. Si no estuvieran las abejas, y otros muchos polinizadores, lo que sucedería sería una tragedia para el planeta porque no tendríamos muchos de los alimentos que necesitamos para la subsistencia. En este sentido, Sangregorio explica que “más del 70% de los cultivos dependen de la polinización para aumentar los rendimientos, es decir que casi las tres cuartas partes de los alimentos que consumimos van a depender de las abejas para llegar a nuestra mesa. Eso no es un servicio que da la naturaleza gratuitamente, sino que es un servicio que prestan los apicultores a través de las colmenas. Esta trabajo necesita ser cuidado, jerarquizado y profesionalizado, para que dé sus frutos. Las abejas aportan millones de dólares a la producción del mundo”.


Los beneficios de la Patagonia norte



Para el desarrollo de la vida de las abejas, esta parte de la Patagonia tiene condiciones agroecológicas más que interesantes. De hecho, se producen mieles de una gran calidad y variadas en cuanto en sus colores, con diversidad en aromas y sabores dadas las condiciones ambientales. “En cuanto a la producción de miel, nuestra zona tiene gran potencial y contamos con áreas de gran aptitud para la producción y otras zonas que no son tan melíferas pero que son interesantes para la producción de material vivo. Es decir, pensar en producir hilos de abejas para comercializarlas y ampliar los apiarios de esta región o del resto del país. Tenemos en Patagonia una característica única, está certificado que es una región libre de africanización, o sea que no hay abejas africanizadas lo que es muy beneficioso para la producción”.


El desafío principal



Debemos hacer lo imposible para que mucha gente tome conciencia y proteja no solo a las abejas sino a todos los polinizadores. Informarse, estudiar y transmitir a los demás que, de manera relativamente sencilla, podemos cultivar en los jardines algunas variedades de plantas autóctonas, que puedan florecer en diferentes épocas del año de manera que las abejas tengan una cadena de floración que les permita mejorar su nutrición.

“Tenemos en nuestros valles del norte de la Patagonia casi un monocultivo de frutales, que es parte del modelo productivo que se diseñó hace tiempo pero que ahora nos damos cuenta que sería muchísimo mejor si vamos diversificando. Es decir, tener otras alternativas productivas, modelos que produzcan otros cultivos y que como consecuencia también mejoren la cantidad y calidad de polinizadores que haya”, señaló.

En relación a la manera de fomentar la producción, Sangregorio sostiene que es importante educarnos como consumidores. “Culturalmente asociamos a la miel con el invierno, y nos perdemos un alimento extraordinario. Argentina es el primer exportador mundial de miel, porque en realidad somos pésimos consumidores de miel. Eso hace que tengamos un saldo exportable muy importante y que lo aprovechen otros, porque vienen de otras partes del mundo y nos compran muy buena calidad y muy barata. Es importante también adquirir la miel a los apicultores de la zona, de confianza, sabiendo que esa miel no tenga ningún tipo de proceso, ni de refinamiento”, aseguró.


Plantar más árboles, arbustos con flores, dejar algunas franjas con campo natural, donde eso se convierta en refugios de polinizadores, diversificar el paisaje agrícola con más cultivos, desarrollar un ordenamiento territorial, controlar el avance de la zona urbana sobre la rural, y reformular el modelo de explotación ambiental son algunas de las acciones que están a nuestro alcance para mejorar y alentar la vida de las abejas en el planeta.

“Quizá estemos a tiempo de tener un ambiente más saludable. Sabemos ahora que las abejas son muy importantes en los ecosistemas. Sabemos que lo que hacen es fomentar la reproducción de las plantas en nuestro planeta y necesitamos de las abejas para que polinicen y para tener las frutas y verduras que consumimos a diario, sino éstas desaparecerían”, remarcó.

“Tenemos unas 25.000 especies de plantas con flores, si no estuvieran las abejas esas plantas irían desapareciendo de a poquito y con ellas la humanidad. Es urgente lograr cierta estabilidad ambiental, tener otros modelos productivos que ya están probados, y que la ambición y la avaricia del humano no termine por destruir lo que nos queda de nuestra casa común. Otro modelo de consumo, de convivencia, es posible. Somos muchos los que pensamos y estamos dispuestos a hacer algo en esa huella”, concluye Sangregorio.

Por Victoria Rodríguez Rey (@victoriarodriguezrey).-


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