Emotivo concierto de la sinfónica de Neuquén en el Teatro Colón
Andrés Tolcachir, director de la agrupación, cuenta su experiencia.
Música
Ante un porteño Teatro Colón colmado, todo se volvió más emocionante. No sólo por lo mítico de ese espacio, sino porque nada suena igual a como se escuchan los compases en ese lugar. ¿Será cierto que los espíritus de antaño siguen cargando la sala de una energía especial? Con todo, la Orquesta Sinfónica de Neuquén (OSN) cumplió su sueño y subió a escena allí, a sala llena, el domingo pasado. Ovación del público, pleno disfrute, algunos nervios, emociones cruzadas, amor por la música. Hubo todo eso. El director de la orquesta, Andrés Tolcachir, en diálogo con “Río Negro”, ya había anticipado cuál sería el repertorio previsto: “Pavana para una infanta difunta” de Ravel, “Suite Pulcinella” de Stravinsky y “Sinfonía Nº 4, Trágica” de Schubert. El mismo que había interpretado la formación en esta capital unos días antes de partir en el Cine Teatro Español de esta capital. El director de la orquesta lo recuerda ahora, un día después, evidentemente emocionado (todavía): “Había colas larguísimas para conseguir entradas y en tres horas se agotaron. Mucha gente viajó desde acá, así que un poco sentimos cierta localía”, bromeó Tolcachir. “Fue imponente, soñado, anhelado”, sintetizó el dueño de la batuta. “El nivel de la orquesta fue sorprendente -nos sorprendió hasta a nosotros mismos-. Mostró templanza y redobló su nivel; mostró carácter y personalidad artística”. Para el director, “se sabe que el Colón es una de las grandes joyas de la humanidad” y, por eso, resultó tan especial para los músicos locales subir a ese escenario. “El público estaba muy entusiasmado, así que nos sentimos halagados ante cada aplauso”. “Estuvieron la vicegobernadora. Ana Pechén, Pablo Bongionani (Fundación del Banco Provincia) y recibimos los saludos del gobernador y del gobernador electo”. “Además, las autoridades del teatro estaban orgullosas y fueron mis maestros y mentores también al concierto”, rememoró Tolcachir. “Cuando íbamos en el taxi rumbo al Colón, me quebré. Lloraba… pero se me pasó cuando llegué. Fue el momento de quiebre personal”, confesó. “Es que todos tenemos esa carga: en 2003, mi sueño era dirigir en el Colón. Eso estaba pendiente. Mucho más fuerte fue este momento porque lo hicimos con la OSN”, resume el maestro. “Habla de que la construcción grupal rinde frutos, de que las apuestas de fondo tienen resultado”. Agencia Neuquén.
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