El voto es la nueva arma de los suburbios franceses

PARIS (AFP) – «¿Cómo que no votaste? ¿Estás enfermo o qué? ¡Hay que impedir que gane Sarkozy!», lo reta Jerome, de 20 años, a su amigo Mohamad, ante un paupérrimo edificio de viviendas del marginal suburbio parisino de Clichy-sous-Bois, mecha de una violenta revuelta popular en 2005.

Mohamad, un panadero de 26 años y origen tunecino, se encoge de hombros: «Es que no creo en ninguno de estos candidatos» a la presidencia de Francia, responde disgustado. «¡Pero si todos tus amigos votaron!», le recuerda Jerome, sin empleo.

El domingo, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Francia, acudió a las urnas un 82% de los electores de este arrabal, uno de los más pobres del país en el que la mitad de sus 28.000 habitantes tiene menos de 25 años. En los últimos comicios en 2002, lo hicieron sólo un 62%.

«Voté a Ségolène Royal porque es la única que escucha, la única que ha entendido que hay que invertir en educación y preocuparse de los jóvenes, la única que sabe que aquí nos han abandonado», explica Sabine, de 31 años, que, como la mayoría de los habitantes de Clichy-sous-Bois, apoyó a la candidata socialista. Mientras pasea a su hija con el cochecito por delante de los patios de los colegios en los que juegan niños de todas las razas y orígenes, asegura: «Nicolas Sarkozy es peligroso. Quiere echar a todos los inmigrantes y afirma que los delincuentes nacen delincuentes. Una sarta de estupideces», deplora.

Algo ha cambiado en este suburbio desde que a finales de 2005 la muerte de dos adolescentes cuando eran perseguidos por la policía originó una violenta revuelta que se extendió por todo el país a manos de millares de jóvenes hartos de sentirse olvidados por el gobierno. Los habitantes de Clichy-sous-Bois «han entendido que la violencia no puede cambiar sus condiciones de vida miserables», declara Mehdi Bigaderne, de la asociación AC Le Feu, nacida tras esos incidentes. «Los suburbios se han despertado. Ahora escogen a los políticos en vez de someterse a ellos.

Gane Royal o Sarkozy en la segunda vuelta, aquí ya hemos ganado, porque casi todos fueron a votar», afirma. Laurent corrobora: «Es increíble, los jóvenes hablan de las elecciones.Empiezan a entender que si quieren cambiar las cosas, tienen que votar».

Algunos, sin embargo, continúan escépticos: «¡Qué más da quién gane! Las cosas continuarán igual. Si no hay empleo, se acumula el odio y si hay odio, hay disturbios», asegura desesperanzado Tall Aboudoun, maliense, de 74 años, que después de tres décadas en Francia, sigue sin nacionalidad francesa .


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