El viaje de Sobisch

Héctor Mauriño vasco@rionegro.com.ar

La corresponsal de «Clarín» en Washington, que cubrió para «Río Negro» la visita de Sobisch a la capital estadounidense, dejó claro que fue el pago de honorarios a una empresa lobbista la varita mágica que abrió las puertas de los despachos de funcionarios relativamente notorios e instituciones conocidas al gobernador de una provincia sin mayor peso en el concierto nacional.

Este es uno de los numerosos viajes que lleva realizados al exterior el gobernador trasladando a una numerosa comitiva, que insume altos viáticos, utiliza pasajes y hoteles costosos, y dispone a su antojo de un gran aparato de comunicaciones, cuestión de garantizar una amplia repercusión mediática.

Todo esto cuesta mucho dinero en medio de un país sumido en una de las más graves crisis de su historia. Cuadro en el que esta provincia, endeudada como está, con altos niveles de desocupación y con el porcentaje de pobreza más alto de la Patagonia, no es la excepción a pesar de que haya aumentado sus ingresos por circunstancias del todo extraordinarias.

Todo este dispendio no es bueno pero al menos se ha hecho a ojos vista, a diferencia de lo que ocurre con la empresa lobbista estadounidense Knpassociates, cuya contratación por parte del gobierno, así como el costo de la misma, han sido sustraídos al conocimiento público.

En realidad, el gobierno también tiene vínculos con la consultora nacional Mora y Araujo. Se supone, porque tampoco se ha informado al respecto, que esta empresa, entre las más conocidas del país, estaría ayudando al gobernador a proyectar su figura entre la alicaída dirigencia nacional.

El gobierno provincial debería rendir cuentas de todo esto, como se lo acaba de solicitar el bloque de diputados de la Alianza con el apoyo de su par del PJ. Primero porque es su obligación y no una graciosa concesión. Segundo porque son precisamente los representantes de los contribuyentes los que deberán evaluar en qué medida el interés colectivo justifica semejantes gastos.

El titular del bloque del PJ, Aldo Duzdevich, lo ha dicho bastante claro: «Este viaje se inscribe en la campaña del gobernador para proyectarse a nivel nacional»; Sobisch «no repara en gastos» en su «búsqueda de protagonismo».

Con todo, podría ocurrir que la ambición de Sobisch justificara el no reparar en gastos, pero lo mejor sería que no quede duda de que paga sus caprichos de sus propios bolsillos.

La excusa del oficialismo, en el sentido de que estos viajes principescos (se ha llegado a pagar, en la visita a Francia, hoteles de más de 400 dólares la noche) y aún el peaje pagado a las empresas lobbistas, se revertirá en el beneficio de atraer inversiones, tampoco puede ser tomada como algo seguro.

Además de que a los funcionarios estadounidenses no les pueden caer bien semejantes comitivas en un momento en que el país está ostensiblemente quebrado -como señala con justeza Ana Barón-, una cosa es pagar para abrir puertas y otra muy diferente articular un discurso convincente.

Un ejemplo es el tema de la integración regional, que Sobisch llevó en la mochila para exhibir ante sus poderosos interlocutores cual aplicado vendedor de cepillos. Por lo que se supo al respecto, el gobernador apenas si tomó distancia de la imagen de separatista forjada en los hechos por la escasa claridad inicial de su planteo. Por lo mismo, no está claro que haya podido explicar en términos convincentes la meneada integración patagónica.

Pero lo que debe haber provocado mayor extrañeza y desconcierto entre los interlocutores de Sobisch es su idea de que los gobernadores se conviertan en miembros del Senado.

Para un país como Estados Unidos, con una estructura representativa similar a la nuestra y donde los senadores son tenidos por los funcionarios más influyentes después del presidente, la idea debe haber sonado un tanto dislocada.

O bien los gobernadores argentinos son poco menos que desocupados que pueden pasarse tres o cuatro días a la semana legislando, o los senadores son a todas luces unos inútiles; o ambas cosas a la vez.

No se sabe si las firmas lobbistas además de abrir puertas también ayudan a escribir el libreto, pero en todo caso un dislate como éste no es posible que haya contribuido a plantar con éxito la imagen de Sobisch en los foros internacionales.

El hecho de que el gobernador elija un país extranjero como banco de ensayo de sus curiosas ideas, además de ser censurable en un funcionario argentino, obedece presumiblemente al propósito de colocarse del lado que calienta el sol.

El gobernador ha sido un eterno oficialista. Si elige llevar su discurso a Washington, es porque en Buenos Aires no hay patrón de la vereda.


La corresponsal de "Clarín" en Washington, que cubrió para "Río Negro" la visita de Sobisch a la capital estadounidense, dejó claro que fue el pago de honorarios a una empresa lobbista la varita mágica que abrió las puertas de los despachos de funcionarios relativamente notorios e instituciones conocidas al gobernador de una provincia sin mayor peso en el concierto nacional.

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