El salario quedará pulverizado tras la salida de esta nueva crisis
Las malas políticas económicas aplicadas en estas últimas décadas, desnudadas aún más hoy por la covid-19, golpearán de lleno sobre toda la sociedad. La pérdida de poder adquisitivo reflejará índices de pobreza inéditos para nuestro país.
De no existir cambios, la Argentina se encamina a una compleja crisis. No será como las tradicionales que ya conocemos.
Tampoco se llegará a este escenario consecuencia de la mala gestión de la actual conducción, ni tan siquiera de la herencia recibida por Mauricio Macri o la familia Kirchner. Viene de mucho más atrás. De la concatenación de acciones y decisiones que se arrastran hace ya más de medio siglo.
Es realmente llamativo el deterioro que muestra la economía argentina en el tiempo. Y esto llevó a que nuestro país sea uno de los pocos en donde las familias deban conocer sobre finanzas personales para no quedar de un día para otro, literalmente, fuera del sistema. En la Argentina, con un mal paso, todo se puede perder o ganar. La estadística refleja que son muchísimos más los primeros que los segundos.
Tal vez uno de los ejemplos más claros lo da la historia del crédito hipotecario en la Argentina. Toda una lotería. Dependiendo del ciclo económico en el cual se ingrese al préstamo, una familia puede quedarse con una vivienda y terminar pagándola muy por debajo del valor real del mercado o, por el contrario, la termina entregando al banco porque no puede continuar abonando sus cuotas. Con la compra de autos a través de los distintos sistemas de financiación existentes, en muchas ocasiones, pasa exactamente lo mismo.
Otra de las grandes trampas es la tarjeta de crédito. Los planes de financiamiento o el pago mínimo, muy promocionados por las entidades bancarias, son fatales para cualquiera que se sienta tentado a ingresar. Es la puerta de entrada para un círculo vicioso que, casi siempre, termina muy mal.
Como estos, existen cientos de ejemplos en los que en muy poco tiempo una familia puede perder décadas de ahorro. Muchas, lamentablemente, ya lo hicieron dejando el estatus de clase media que ostentaban sus antecesores. Hoy nos encontramos en uno de estos ciclos en donde el descenso social vuelve a irrumpir en forma violenta.
Los asalariados no quedan fuera de esta vertiginosa realidad. Son parte de este complejo escenario. Siempre van corriendo detrás de alguna variable; sino es el dólar, es la inflación. Por las medidas económicas aplicadas en el país, desnudadas ahora un poco más por la crisis de la covid-19, los haberes medios de los argentinos terminarán pulverizados en términos de poder de compra hacia el fin de esta nueva crisis. Son los que más desprotegidos se encuentran. El actual Gobierno sabe llegar muy bien con la ayuda a los sectores que sufren de la pobreza. Pero no tienen la gimnasia para acceder a la clase media más vulnerable.
Computando la evolución económica de los últimos años, los números saltan a la vista. En solo 24 meses la pérdida de poder adquisitivo del salario fue enorme. Parte importante de la clase media está cada vez más lejos de acceder a su vivienda propia, auto 0 kilómetro o vacacionar unas pocas semanas al año (ver infograma adjunto). Con el salario medio hoy, por dar un ejemplo cualquiera, se puede comprar solo el 18% de un metro cuadrado de un departamento de dos ambientes en el centro de la ciudad de Neuquén. Algo que es irrisorio para cualquier sociedad que pretende lograr en el tiempo llegar al sueño, por ejemplo, de la casa propia. Casi dos décadas atrás, un empleado medio lograba bastante más de un metro cuadrado con su salario. La cuenta seguramente sería la misma para la adquisición de un auto o las salidas a vacacionar. Estos son solo algunos de los tantos índices que muestran el profundo retroceso que viene sufriendo nuestra sociedad en materia económica.
Muchos de los que se consideraban clase media hace unos años ya dejaron de serlo. Muchos otros, en poco tiempo más, pasarán a conformar parte de la estadística de pobreza que el Gobierno Nacional analiza mensualmente.
La Argentina lamentablemente pasó de la amplia clase media ascendente y pujante del siglo pasado a un estrato social empobrecido que pelea todos los días, la mayor parte de las veces en forma infructuosa, para no caer de ese escalón. Del sueño familiar por vacacionar en el exterior, el auto nuevo y la casa propia, pasó al consumo de las terceras marcas y un inédito recorte familiar de gastos para sostener, hasta donde se pueda, la educación privada y la medicina prepaga.
Datos clave
- 138
- es el valor en pesos que cotizó este fin de semana el dólar en el mercado paralelo. La brecha cambiaria supera al 100%.
- 40%
- son las proyecciones privadas sobre el nivel de pobreza al que podría llegar la Argentina para fines de este año.
Hoy la estadística oficial destaca que para no ser pobre en la Argentina una familia tipo debería estar ganando algo más de 45.000 pesos por mes. El número genera cierto escalofrío, fundamentalmente por lo que se viene, sobre aquellas personas que se encuentran levemente por encima de esta cifra.
Estudios privados anticipan que, para fin de año, producto de la crisis económica estructural y las medidas generadas para contener los efectos de la covid-19, el nivel de pobreza podría ubicarse por encima del 40%. Es decir, más clase media continuará su descenso social. Los datos son terribles, pero es parte de la realidad que amenaza con llegar al país.
Una relación compuesta intentará simplificar la dura película social que estamos viviendo. Hacia mediados de la década del setenta, el país tenía un nivel de pobreza que no alcanzaba el 3% de su población (estimación según informes privados), es decir alrededor de 750.000 personas sobre un total en torno a los 25 millones de habitantes. Hoy contamos con unos 44 millones de ciudadanos en todo el territorio y se espera, según estimaciones, que en poco tiempo más el nivel de pobreza se ubique por encima de los 18 millones de personas.
Es decir que la población de la Argentina creció alrededor de 19 millones en estos últimos 45 años y la pobreza lo hizo, en términos nominales, en un número similar.
Si bien no es algo lineal, puesto que las condiciones de hace más de cuatro décadas no son las mismas que las de ahora, podríamos inferir con esta estadística que la Argentina, en este período bajo análisis, se especializó en ser una fábrica generadora de pobres.
Ese billete que le quita el sueño a todos los argentinos
No es difícil entender la lógica que une a todos los argentinos con el dólar.
En realidad, lo que pasa es que sencillamente repudiamos nuestra moneda. Los pesos en la mano nos queman y aquellos que tienen la posibilidad de ahorrar van derecho a la compra de esta divisa. No importa el precio que se pague, son conscientes de que en el mediano o largo plazo van a terminar ganando. Saben que en la Argentina la inflación termina destruyendo sistemáticamente nuestra moneda.
Los ejemplos sobran en esta materia. Ponemos en este caso uno cualquiera: aquellas ingenuas personas –que por suerte son cada vez menos– que se quedaron con los pesos en su poder como forma de atesoramiento. En 2000, sobre el cierre de la Convertibilidad, quien había ahorrado un millón de pesos tenía en sus manos un millón de dólares. Cinco años después, esa misma cifra en pesos equivalía a unos 250.000 dólares. Hoy, quien saque a la luz ese millón de pesos de principios de siglo puede llegar a comprar poco menos de 8.000 dólares. En este contexto, ¿cómo el Gobierno puede insistir que hay que creer y respaldar a nuestra moneda, cuando son ellos mismos los que la destruyen?
Comprimiendo la historia, medidas como la impulsada a inicios de los noventa que restringía la emisión y equiparaba el peso al dólar en una relación de 1 a 1, el control del mercado cambiario impuesto por el matrimonio Kirchner o la liberalización que impulsó Mauricio Macri no pudieron contra el dólar, que solo acompañaba el ritmo de la devaluación de la moneda local.
A diferencia de lo que pasa en otros países de América Latina, donde solo las clases más altas son las que compran dólares para atesorar, en nuestro país la adquisición de divisas como forma de ahorro es muy importante entre las familias de clase media. También es uno de los pocos donde se utiliza como única moneda para las compras inmobiliarias, algo que surgió a fines de la década del 70, en plena dictadura militar y tiempos de la “plata dulce”.
En definitiva, la gran inestabilidad que históricamente ha mostrado la moneda argentina ha llevado a que la sociedad mire al dólar como un patrón de referencia para formar expectativas inflacionarias.
Datos clave
- 1.000.000
- de pesos en el 2000 equivalía exactamente a un millón de dólares. Era la época del “deme dos” previo a la crisis.
- 1.000.000
- con estos mismos pesos de la era 2000 hoy un argentino solo puede comprar menos de 7.500 dólares.
De no existir cambios, la Argentina se encamina a una compleja crisis. No será como las tradicionales que ya conocemos.
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