El riesgo de no seguir tratamientos médicos, un daño de la pandemia

Durante gran parte de la pandemia (y sobre todo en los meses de mayor aislamiento), parte de la población de riesgo disminuyó considerablemente las consultas por enfermedades crónicas o síntomas notorios. Un estudio reveló cifras preocupantes al respecto.

Durante la pandemia de COVID-19, diferentes organismos internacionales propusieron una estrategia para prevenir y mitigar la propagación del SARS-CoV-2, y casi todos los países del mundo adoptaron medidas de distanciamiento social con diferentes grados de restricción; pero el miedo a infectarse con el coronavirus, así como las declaraciones que instaban a las personas a quedarse en casa, llevaron a una reducción en el número de consultas y hospitalizaciones en pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles. Esto llevó a los equipos de salud a suponer que, en paralelo a la curva de contagio de COVID-19, había otra curva que no se estaba midiendo: la relacionada con la atención médica perdida en poblaciones de riesgo.


América Latina presenta otros determinantes sociales de la salud como la pobreza, tasas de desempleo elevadas, bajo nivel educativo y menos recursos para combatir la pandemia y sus consecuencias, componentes que aumentan el riesgo de conflicto social e incertidumbre individual con un impacto psicológico impredecible.

Las variables investigadas en este trabajo incluyeron el nivel socioeconómico, la actividad física, la dieta, el consumo de tabaco, la ingesta de alcohol, la interrupción del tratamiento y los síntomas psicológicos.

En cuanto a los resultados, se inscribieron un total de 4.216 pacientes (50,9% hombres) de 13 países latinoamericanos de habla hispana. Entre la población del estudio, el 46,4% de los pacientes no tuvo atención médica, el 31,5% informó barreras de acceso a los tratamientos y el 17% interrumpió algún medicamento. La no adherencia al tratamiento fue más prevalente en el grupo de prevención secundaria, o sea pacientes con enfermedad vascular periférica, insuficiencia cardíaca y enfermedad de las arterias coronarias. Solo el 15% de los pacientes cumplieron con las recomendaciones mínimas de actividad física (más de 150 minutos por semana) e ingesta de verduras y frutas. El grupo de ingresos bajos a muy bajos (un 45,5%) se asoció con un menor nivel de actividad física, menor consumo de frutas y verduras, mayor consumo de tabaco y percepción de depresión.

Entre la población que realizaba actividad física con regularidad, 1601 (61,3%) reportaron menor cantidad que en los meses anteriores a la pandemia.

Muchos pacientes que deben llevar adelante tratamientos extensos quedaron en un impasse durante estos meses, y eso puede ser un factor peligroso. (Foto: Juan Thomes)


En relación con el tabaquismo y el consumo de alcohol, el 17% declaró un aumento en el consumo de tabaco, pero, como resultado positivo, el 52,3% informó que había considerado dejar de fumar.

En la población de bebedores habituales, el 11,3% afirmó que bebía más, mientras que el 79% declaró que bebía la misma o menos cantidad que antes de la pandemia.

En cuanto a síntomas psicológicos, la percepción de depresión fue reportada por 1751 pacientes (41,5%) y se asoció con un bajo nivel educativo, también se reportaron otros síntomas como cansancio, disminución de la atención, insomnio y pérdida de interés en actividades habituales.

El principal hallazgo de este trabajo fue que un número importante de pacientes con enfermedad cardiometabólica presentaban empeoramiento de los hábitos de vida, seguimiento médico inadecuado, interrupción frecuente de medicamentos y una incidencia preocupante de síntomas psicológicos.

Es clave comprender que las instituciones de salud tienen protocolos para una atención segura.


Un seguimiento inadecuado de los pacientes aumenta la chance de no detectar alteraciones asintomáticas (o poco sintomáticas) en pacientes de riesgo.

Algunos países no aceptaron la prescripción digital de medicamentos, lo que generó una nueva barrera para acceder a los mismos dadas las medidas de restricción de la movilidad.

Otro aspecto importante que afecta a los tratamientos de los pacientes cardiometabólicos fue la controvertida información en la prensa y las redes sociales sobre algunos medicamentos como una posible puerta de entrada para el coronavirus. A pesar de la declaración de posición inmediata de muchas sociedades científicas cardiovasculares, que recomendaron encarecidamente continuar con los tratamientos cardiovasculares, no evitó por completo una falta de adherencia a estos tratamientos.

El deterioro de los hábitos de vida y la aparición de síntomas depresivos durante la pandemia fueron frecuentes y relacionados con el nivel socioeconómico, una importante alerta para las políticas sanitarias que deberán prepararse para el impacto en los próximo meses.

Dra. Sonia Costantini (www.cardiologiaroca.com)

Fuente: Lopez Santi R, et al. Ambulatory Patients with Cardiometabolic Disease and Without Evidence of COVID-19 During the Pandemic. The CorCOVID LATAM Study. Global Heart. 2021; 16(1): 15. DOI: https://doi.org/10.5334/gh.932


Durante la pandemia de COVID-19, diferentes organismos internacionales propusieron una estrategia para prevenir y mitigar la propagación del SARS-CoV-2, y casi todos los países del mundo adoptaron medidas de distanciamiento social con diferentes grados de restricción; pero el miedo a infectarse con el coronavirus, así como las declaraciones que instaban a las personas a quedarse en casa, llevaron a una reducción en el número de consultas y hospitalizaciones en pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles. Esto llevó a los equipos de salud a suponer que, en paralelo a la curva de contagio de COVID-19, había otra curva que no se estaba midiendo: la relacionada con la atención médica perdida en poblaciones de riesgo.

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