El primer hombre en el espacio: a 60 años de la hazaña rusa
Poco antes de las 9 de la mañana del 12 de abril de 1961, un joven aviador se metió en la Vostok-1. ¡Alla vamos!, exclamó. Aquel día se convirtió en el primer hombre en alcanzar el espacio exterior. Se convirtió en un héroe, pero murió en sospechosas circunstancias.
Intacta. La inmensa popularidad de Yuri Gagarin, 60 años después de su mítico vuelo espacial, sigue siendo un símbolo para el Kremlin y su política de grandeza de Rusia.
Cada 12 de abril, fecha en la que emprendió el exitoso vuelo, los estudiantes rusos celebran la “Fiesta de la cosmonáutica” con lecturas y conciertos. Y cada año se colocan ramos de flores delante de los monumentos en honor a Gagarin. “Es una figura que une a la Nación, un ejemplo muy raro de unanimidad”, afirma el escritor Lev Danilkin. Un culto que se debe sobre todo al salto tecnológico que encarna el cosmonauta y su victoria sobre el rival: Estados Unidos. Gagarin representa el destino de un hombre que cambió la historia.
“Hizo que el ser humano pasara de ser un simple ser vivo a una especie de inteligencia que va más allá de la Tierra”, resume el historiador Alexander Jelezniakov.
Gagarin era hijo de un carpintero y una campesina que sufrieron la ocupación nazi y recibió formación como obrero metalúrgico antes de convertirse en piloto. Por eso encarna el héroe popular.
Hacía solo dos años del primer Sputnik y el único ser vivo que había volado por el espacio se llamaba Laika, una perrita que había sido recogida en las calles de Moscú. El proceso de selección al que se sometió Gagarin fue brutal. Los 350 candidatos originales quedaron reducidos primero a un centenar, luego a veinte y por fin a solo seis. El diseñador jefe, Sergei Korolev, tenía preferencia por Gagarin no solo por su excelente rendimiento en las pruebas, sino porque fue el único que reconoció estar mareado tras una sesión en la centrifugadora. Korolev interpretó que solo de él podía esperarse un informe sincero, sin edulcorar, cuando volase por el espacio.
Su gran sonrisa y su optimismo siguen vivos a través de las fotografías, carteles, documentales, ropa, tatuajes y souvenirs con su efigie. Antes de partir, a su esposa, Valentina Gagarina, le escribió: “Si algo sale mal, les pido, sobre todo a ti, Valiusha, que no mueras de dolor”.
Mientras estaba allá arriba, repetía una y otra vez que se sentía bien, incluso muy bien. Y cuando probó la ingravidez, su voz se llenó de entusiasmo: “Qué belleza”, “la visibilidad es buena, el ánimo excelente”, “la ingravidez es agradable”. La cápsula Vostok cruzó Siberia y entró en el Pacífico por el norte de Japón. El cosmonauta contempló el arco iris y las estrellas, se quedó incomunicado y se perdió en la noche. Luego, emergió de nuevo a la luz del amanecer por el sur de Argentina, cruzó el Atlántico, y, sobrevolando África en diagonal, volvió a su patria. La primera órbita terrestre recorrida por un ser humano había durado 108 minutos.
A su regreso a la Tierra, Gagarin fue el centro de una intensa propaganda sobre la superioridad del modelo soviético, capaz de transformar a un plebeyo en conquistador.
El escritor Lev Danilkin destaca que, por este motivo, parte de la ‘intelligentsia’ anti-Kremlin considera a Gagarin como un “engranaje en la gigantesca máquina de violencia” de la URSS. porque su hazaña sirvió para “inculcar en la población” que las víctimas de las represiones soviéticas y del Gulag “no lo fueron en vano”, explica Danilkin. Según él, Vladimir Putin sigue esta lógica para convertir a la actual Rusia en la heredera de los triunfos del pasado. “El poder actual se apropia metódicamente de los cultos populares: primero el de la victoria durante la Segunda Guerra Mundial, después el de la conquista del espacio y de Gagarin”, asegura el escritor.
Los rusos son conscientes de que la Unión Soviética acabó perdiendo la carrera hacia el espacio después de que los estadounidenses conquistaran la Luna. Pero la veneración de Gagarin permite “neutralizar” esta amargura, estima Danilkin.
Como todos los grandes héroes rusos, sobre todo uno que le iguala en prestigio, el poeta Alexander Pushkin, Yuri Gagarin también es un símbolo trágico.
Su muerte en 1968, con 34 años, durante un vuelo de entrenamiento sigue siendo un misterio: las autoridades nunca publicaron el informe completo de la investigación sobre las causas del accidente.
Según archivos parciales del Kremlin, la versión “probable” es una colisión de su aparato con un globo meteorológico. Pero ante la falta de transparencia siguen circulando muchas teorías. La más conocida sostiene que Gagarin pilotaba borracho. Otros afirman que lo mató el Kremlin al sentirse amenazado por su popularidad.
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