El polvo de yeso no mata pero reduce la calidad de vida
La planta de acopio en J. J. Gómez genera polémica y debate. "Si la planta no pudo funcionar en Allen, acá (en J. J. Gómez), por sentido común, tampoco podría hacerlo". (Ángel Neyra en las reuniones con el municipio y Ferrosur) "Podemos dormir tranquilos. Fueron años de aguantar la misma situación. Ahora que Ferrosur ya no trabaja, se siente la diferencia". (Patricia Van Opstal, Allen) Un neumonólogo asegura que las medidas adoptadas no sirven. ¿Es tiempo de pensar en su traslado a zonas despobladas?
En medio de disputas judiciales y de cuestionamientos por parte de distintos organismos, la planta de carga y descarga de yeso sigue siendo materia de polémica en toda la región.
Luego de la medida adoptada por el Consejo de Ecología y Medio Ambiente (Codema) y el municipio de Allen consistente en suspender los trabajos en el predio del ferrocarril de esa ciudad, el gran interrogante ahora surge en torno del espacio físico que tendrá la empresa Ferrosur para efectuar el transporte de este mineral.
A pesar de la autorización que ya otorgó el municipio de Roca, sabido es que los vecinos de J. J. Gómez no quieren saber nada con el proyecto, por lo que ahora los funcionarios provinciales y de Ferrosur evalúan trasladar la polémica planta a Guerrico. Pero esto también puede generar problemas en un futuro inmediato, ya que se especula con que en poco tiempo más se levantará un nuevo plan de viviendas en la zona, lo que podría acarrear problemas no solamente para los futuros vecinos sino también para las producciones frutícolas que se encuentran en las inmediaciones.
No mata, pero…
La primera pregunta que surge con respecto a las partículas de polvo que comienzan a «volar» cada vez que se mueve este mineral es si realmente puede acarrear un problema de salud para los vecinos que viven en las inmediaciones.
Para el neumonólogo Miguel Delgado no existen dudas: «No mata, pero disminuye muchísimo la calidad de vida de la gente», asegura este profesional que desarrolla tareas en nuestra ciudad desde hace más de dos décadas. Es más, explica que las enfermedades producidas por el yeso se denominan «gypsiosis» y que resulta poco común en nuestra zona que trabajadores de empresas mineras presenten problemas significativos, ya que por las exigencias de las aseguradoras de riesgos del trabajo deben cumplir con las medidas de seguridad que corresponden.
Pero el problema va más allá: está relacionado con la contaminación ambiental y los problemas que se producen cuando se respira el polvo de yeso, que provoca «neumoconiosis». Las hay benignas y malignas. La del caso que nos convoca entraría en la primera de las divisiones, ya que no afecta el sistema respiratorio y los pulmones sigue con su función normal en cuanto al intercambio de gases.
Delgado explica que aquí comienzan los inconvenientes ya que lo primero que genera es una conjuntivitis, producto de las mismas partículas que se distribuyen en el aire.
«El cuerpo resiste hasta 2 miligramos de polvo en suspensión por 24 horas. Eso es lo máximo que puede soportar el organismo, que tiene sus mecanismos para eliminarlo», explica el profesional.
El tema comienza a complicarse cuando se superan esos valores y se tiene que recurrir a una compensación no habitual. Se debe aumentar circulación y enviar más células para eliminar el polvillo. Esto aumenta la cantidad de mucosidad en las vías aéreas y en los pulmones. Pero también se incrementan las secreciones, con congestión nasal y dolor de garganta, disfonías y toxiexpectoración crónica.
Si el polvillo persiste, estos mecanismos tampoco son suficientes y a veces llega a los alveolos pulmonares.
«Si bien todavía está en estudio, se cree que estimula la formación de cicatrices que es lo que llamamos fibrosis pulmonar. También es benigna, porque es muy lenta y no se llega a otro estado de gravedad», indica Delgado.
Definición
Delgado insiste en que, si bien el polvo no mata, genera innumerables problemas. «La definición de salud, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es el perfecto equilibrio biopsicosocial, donde el hombre esté incluido dentro de su medio ambiente sin que lo dañe», asegura.
También resalta que se debe exigir al Estado (municipal y provincial) una mejor calidad de vida y que los «proteja» de los problemas que las industrias mineras puedan provocar en el medio ambiente.
«Existe una alarmante falta de información (que también incluye a algunos médicos). Muchas veces la gente no sabe de lo que se puede ver afectada y tampoco recibe la información adecuada», subraya.
Acústica
Las plantas que operan con camiones, maquinaria pesada y vagones en las vías de ferrocarril provocan otro problema paralelo: la contaminación acústica.
En Allen fue una queja constante y en Gómez los vecinos ya comenzaron a manifestar su preocupación, no solamente por el polvillo sino también por los insoportables ruidos que se generan a altas horas de la noche.
Es que muchas veces el crecimiento poblacional ha dejado a las industrias en medio de sectores densamente poblados y esto provoca una contaminación sonora que deriva en disfunciones del sueño.
Traslado sin población
Para el doctor Delgado, la única solución que podría terminar definitivamente con el debate sería el traslado de la planta a otro sector de la región donde no exista ningún tipo de población. Es que, según explica, las medidas de mitigación que puso en marcha la empresa Ferrosur y que fueron seguidas de cerca por los funcionarios del área de Medio Ambiente del municipio no sirven para nada.
El mejor ejemplo que brinda es el siguiente: si tuviéramos que contener el cauce de un río, con una hilera de álamos no se podría conformar un dique.
Para el caso, la comparación es la misma: «Una media sombra tiene un micronage que no tiene nada que ver con las partículas que llegan a los bronquios y al pulmón, que tiene entre 5 y 7 micrones, y las que van a los alveolos tienen menos de 5 micrones», explica.
Para ser más claros; una media sombra es a una partícula lo que un cuadra (una manzana) es a un centímetro cuadrado: nada.
«Yo la colocaría lejos de una ciudad. Tenemos mesetas patagónicas que son perfectas, pero el traslado es caro y disminuye las ganancias de las empresas», sostiene el profesional, quien reiteradamente hace hincapié en la necesidad de los países del Primer Mundo de instalar empresas de estas características en aquellos otros que se encuentran en vías de desarrollo: obviamente, existen menos controles por parte del Estado y los costos de cuidado del medio ambiente resultan menores que en cualquier otro lugar.
Un antecedente cercano
La historia más reciente con respecto a la tarea que desarrolla la empresa Ferrosur con la carga y descarga de yeso concluyó en octubre del año pasado cuando el municipio de Allen y el Consejo de Ecología y Medio Ambiente (Codema) decidieron suspender de manera definitiva el acopio de este material.
Los argumentos son los mismos con los cuales hoy los vecinos de Gómez tratan de impedir que la planta siga en funcionamiento: «contaminación ambiental y efectos sobre la salud y ruidos molestos ocasionados por la carga y descarga del material».
Después de transcurridos más de dos meses, el intendente Graciano Bracalente hace una evaluación de la medida adoptada y considera que los cambios han sido notables.
El jefe comunal siempre sostuvo que este tipo de maniobras genera un daño a la salud. «Yo creo que es perjudicial en la medida en que se hace este trabajo. Se hacen rampas y meten máquinas que forman montañas de unos cuatro o cinco metros y desde allí tiran la piedra, que cae al vagón. Es como si se hiciera una explosión, porque ahí se levanta la nube de polvo que se esparce por todos lados», explica.
Para Bracalente esta tarea minera generaba problemas en la salud de los vecinos de la zona norte de su ciudad, ya que el acopio de yeso se realizaba casi en la zona céntrica y, por efecto del viento, los problemas lo padecían cerca de 12.000 de los 34.000 habitantes que tiene la ciudad.
«Para colmo, este sector de la ciudad que se veía afectado son trabajadores que diariamente salen en bicicleta o caminando de sus viviendas, y el efecto era inmediato. La planta nunca nos permitió tener una integración social con la zona norte de la ciudad», agrega.
El dirigente insiste en que el traslado a la zona de Guerrico sería algo lógico, pero también hace hincapié en que dentro de muy poco tiempo se construirán viviendas en un predio que se encuentra a no más de 300 metros de la estación del ferrocarril donde las autoridades del Codema y de Ferrosur estudian instalar (ahora aparece como una alternativa muy lejana) la planta de acopio de yeso.
La actividad comenzó a generar su actividad entre 1915 y 1920, comenta el intendente, y durante todo ese tiempo hubo varios intentos por trasladarla. A mediados de la década del ´70 ambientalistas y vecinos llevaron adelante una serie de medidas que no tuvieron resultados.
«Urbanísticamente para nosotros es un problema mayor porque los transportes cruzan por la zona de los tres puentes y los rompen. Además aflojan las estructuras de las casas y provocan fisuras en el canal de riego que desembocan en problemas en las viviendas cercanas», asegura Bracalente, quien sostiene que se debe dar otra perspectiva y proyección a la actividad minera.
A la Justicia
Los vecinos de Gómez decidieron sobre fines de diciembre buscar nuevas alternativas de solución. Y es por eso que recurrieron -a través de un mandamus- al Superior Tribunal de Justicia (STJ), el que deberá evaluar la situación y analizar si efectivamente la planta de carga y descarga de yeso afecta la salud de los habitantes del barrio ubicado al oeste de la ciudad.
Se trata de ocho personas que adoptaron la medida luego de evaluar la situación y el avance de los trabajos que actualmente la empresa Ferrosur realiza en el predio que se encuentra ubicado en el corazón de uno de los barrios más antiguos de Roca. Ahora aguardan la resolución del máximo organismo judicial para evaluar los próximos pasos a seguir.
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