El poder terapéutico de la actividad física

Marcelo Antonio Angriman*


Es recomendada en afecciones tales como la hipertensión, el infarto al miocardio, la diabetes, el colesterol alto, patologías respiratorias, fibrosis quística e incluso cáncer.


Si las ventajas de la actividad física pudieran condensarse y embotellarse, probablemente sería el medicamento de mayor venta y más recetado de la historia”. La frase asignada al Dr. Edward Laskowski es reveladora del enorme poder terapéutico del movimiento humano.

Con el avance del conocimiento, poco a poco se fueron reconociendo las ventajas de la actividad física saludable -eucinesia-, en cualquiera de sus formas (tareas cotidianas, las derivadas del trabajo o traslados, educación física o deporte) como agente que ayuda a prevenir la aparición de enfermedades.

Desde hace tiempo se sabe que la actividad física ayuda a preservar la salud, mejorando el control del peso, el apetito y el descanso, el estado de los músculos, tendones y huesos, siendo una aliada incondicional ante el riesgo de contraer o tratar cardiopatías, diabetes e hipertensión arterial.

Recientemente se ha avanzado en el estudio de los beneficios que la actividad física reporta para el cerebro, tema que fuera analizado en la columna: “La actividad física como refugio mental” (diario “Río Negro”, 17/6/19).

Así es común escuchar a personas decir que hacen ejercicio físico como terapia, porque oxigena el cerebro o para evitar horas de diván. Una cuestión, la psicológica, que parecía reservada al deporte y a fórmulas secretas para obtener buenos resultados.

Hoy, juntamente con tal área de investigación, genera asombro entre los especialistas el poder terapéutico de la actividad física cuando la enfermedad ya ha aparecido.

Cuando la patología se manifiesta, lo más frecuente es razonar que la solución es solo farmacológica. Así se ha descubierto que, en ciertas ocasiones, la actividad física es tan benéfica para combatir las enfermedades como ingerir medicamentos.

Actualmente se sabe que el ejercicio físico como terapia principal o complementaria consigue tratar o minimizar los daños de alguna dolencia e incluso a veces curarla. Cuanto menos, se aspira a que la terapia posterior de farmacología haga más efecto.

Se ha descubierto que, en ciertas ocasiones, la actividad física es tan benéfica para combatir las enfermedades como ingerir medicamentos.

Al decir del licenciado Mario Di Santo, uno de los máximos exponentes de la Educación Física Adaptada a nivel nacional: “Es tremendo el poder de cambio del movimiento humano a nivel del dolor”.

De tal forma, se consigue que personas que tenían dificultad por algún padecimiento, después de un programa de entrenamiento ya son independientes en sus actividades, o al menos no disminuyen mucho su capacidad funcional.

Una de las razones es que el ejercicio protege los telómeros, pequeñas coberturas de los extremos de los cromosomas, que retardarían el envejecimiento de las células.

Así la actividad física es recomendada en afecciones tales como la hipertensión, el infarto al miocardio, la diabetes, el colesterol alto, patologías respiratorias, fibrosis quística e incluso el cáncer. En este último caso evitando que la quimioterapia degrade el músculo o empeore la capacidad del corazón.

A pesar de lo dicho, hoy nos enfrentamos a nivel global a una epidemia de obesidad y sedentarismo como nunca se vio antes. Una consecuencia del estilo de vida y del ocio mal administrado que nos propone la galaxia digital.

Se produce así una disociación entre lo que se comienza a saber a nivel científico y lo que las personas comúnmente hacen. Un preocupante cortocircuito entre lo que se puede aprehender a nivel cognitivo y la falta de estructura de hábitos de las personas.

Es por ello que los profesionales de la salud (médicos, kinesiólogos, auxiliares, profesores de Educación Física, entrenadores) deben ser formados rigurosamente, en teoría y argumentación, para poder llegar masivamente con su mensaje.

La generación de hábitos se produce a edades tempranas, por lo que la escuela y los profesores activos de Educación Física cumplen un rol esencial en tal aspecto. Quizás el principal desafío al que se deban enfrentar por varias décadas en adelante.

Resultará clave para ello que la teoría, el movimiento y la salud-educación se relacionen en forma armónica.

La actividad física solo será efectiva a nivel psicofísico y terapéutico, en la medida que el mensaje deje de llegar por el miedo que genera un diagnóstico, sino por el convencimiento de concretar un hábito que solo la persona humana a través de su inteligencia y voluntad es capaz de ejecutar.

*Abogado, profesor nacional de Educación Física, docente universitario (angrimanmarcelo gmail.com.ar)


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