El placer de las experiencias extremas
Un estudio explica por qué las experiencias extremas también producen sensación placentera. Hacen que el cuerpo libere una sustancia que produce placer.
Experiencias aterradoras activan la liberación de dopamina, una sustancia que produce placer.
Saltar desde un puente amarrado a un elástico y ver películas de terror tienen dos cosas en común: pueden ser experiencias fascinantes, pero al mismo tiempo, aterrorizantes. Un nuevo estudio publicado en la revista Plos One ayuda a explicar por qué este tipo de experiencias genera estas sensaciones encontradas.
Investigadores de la Universidad de Georgia, en Estados Unidos, y de la East China Normal University descubrieron que las experien- cias negativas y que generan miedo activan la producción de dopamina en el cerebro, un neurotransmisor que produce una sensación de agrado, bienestar y mayor energía en las personas.
La dopamina se libera en varias zonas del cerebro y entre sus funciones se encuentra la regulación de la actividad motora. Su producción en el área tegmental ventral, un grupo de neuronas ubicadas en el tronco cerebral, se vincula con la motivación para realizar determinadas actividades que provoquen placer.
Hasta ahora se sabía que su producción aumentaba ante experiencias agradables, como saborear un chocolate o recibir un masaje. “Ese circuito funciona normalmente en los atletas, en quienes la sensación de victoria eleva la dopamina”, explica el siquiatra Carlos Cruz, académico de la U. Andrés Bello.
Los autores del estudio analizaron la actividad cerebral de ratones de laboratorio después de dos eventos estresantes: el primero, una caída libre desde 30 centímetros de altura, y el segundo, un zamarreo. Los científicos encontraron que las neuronas del área tegmental ventral reaccionaban de igual manera que ante situaciones placenteras, aumentando la cantidad de dopamina.
“No sabemos exactamente qué significa la activación de las neuronas de dopamina, pero pensamos que pueden explicar el comportamiento de las personas que buscan emociones relacionadas con el miedo, como saltar en bungee”, explica a La Tercera Joe Tsien, académico de la U. de Georgia y coautor del estudio.
La dopamina está relacionada con el desarrollo de la adicción a la cocaína. Pablo Reyes, neurólogo de la Clínica Santa María, explica que el efecto placentero de la dopamina actúa como refuerzo de la conducta, llevando a las personas a repetirla para obtener esa sensación: “El circuito por el cual se perpetúa la búsqueda de estas emociones sería la dopamina”, agrega.
Algo que, según el especialista, también se aplicaría en el caso de conductas que producen miedo pero a la vez una sensación de bienestar, como es el caso de los deportes extremos. “Es una forma de adicción, porque la persona no repite las actividades arriesgadas por la experiencia en sí misma, sino para lograr la liberación de mayores cantidades de este neurotransmisor”, explica Reyes, aludiendo a los casos más severos. En la misma línea, Carlos Cruz plantea que “por eso hay personas adictas a arriesgarse, para sentir sensaciones agradables”.
De esta manera, las experiencias de riesgo tendrían el mismo efecto que el alcohol sobre el organismo, es decir, producirían una sensación de bienestar que el organismo necesita volver a experimentar. Eso sí, con una gran diferencia, según Reyes: en el caso de la adicción al alcohol hay un químico exógeno que produce el estado de placer, factor que no está presenten en la adicción a las emociones extremas: “El comportamiento arriesgado actuaría como una especie de droga endógena, generada al interior del organismo”, explica.
La Tercera.-
Experiencias aterradoras activan la liberación de dopamina, una sustancia que produce placer.
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