El papa Juan Pablo II beatificó a Artémides Zatti
Ayer concluyó la causa del venerable «enfermero santo».El obispo Melani presidió una misa de acción de gracias.
VIEDMA (AV y DyN).- El papa Juan Pablo II rubricó ayer el decreto de conclusión de la causa del venerable Artémides Zatti, por lo que pronto el religioso salesiano se convirtió en el tercer beato argentino junto a Laura Vicuña y Nazaria March.
Anoche el obispo local Marcelo Melani confirmó que a las 11 de ayer (hora de Roma) el sumo pontífice firmó el proceso de canonización.
Según indicó a «Río Negro» la proclamación pública del beato Don Zatti se concretará durante una ceremonia que se celebrará en enero próximo en la plaza de San Pedro. También mencionó que posteriormente se presentarán otros actos milagrosos que se le atribuyen al enfermero con el propósito de que sea santificado.
Melani presidió en la víspera una misa de acción de gracias en la parroquia Don Bosco, en el mismo lugar donde están enterrados los restos de Zatti. La ceremonia contó con la presencia de numerosos fieles, algunos de ellos llegaron a conocer al beato.
El proceso diocesano de canonización de Zatti fue abierto el 22 de marzo de 1980 por el entonces obispo de Viedma, monseñor Miguel Esteban Hesayne.
El 7 de julio de 1997 se leyó ante el Pontífice el decreto de la heroicidad de las virtudes, por lo cual fue declarado «venerable» y el 9 de marzo de 2000 fue reconocido por la comisión de médicos el milagro atribuido a su intercesión.
Zatti nació en Boretto, Italia, el 12 de octubre de 1880 y a los 17 años llegó a Bahía Blanca junto con sus padres y hermanos, donde desplegó una incansable tarea pastoral.
A los 20 años sintió el llamado de Dios a la vida religiosa e ingresó al Aspirantado Salesiano de Bernal. Según los relatos de época, «fueron años muy duros para Artémides, por ser mayor que sus compañeros y por sus pocos estudios. Pero todo lo venció con voluntad tenaz, clara inteligencia y sólida piedad».
En 1902, asistiendo a un sacerdote tuberculoso contrajo la enfermedad y debió regresar con los suyos. De regreso a casa, manifestó su decisión de morir como religioso de Don Bosco. Aconsejado por el padre Cavalli fue al Hospital Misionero de Viedma. Allí, el sacerdote y doctor Evasio Garrone detectó el grave estado del joven y descubrió sus virtudes: podría ser su sucesor ya que él se sentía viejo.
Viendo que la enfermedad seguía haciendo estragos en el joven, le propuso un voto a María Auxiliadora: «Si ella te sana, dedicarás tu vida a los enfermos». Artémides hizo el voto y se sanó por completo. Desde entonces dedicó su vida a los enfermos.
En 1908 Zatti se consagró a Dios como salesiano coadjutor, y desde 1911 a 1951 se hizo el pariente de todos los pobres inmolando cuarenta años al servicio de los enfermos y, particularmente, de los más pobres.
El 15 de marzo de 1951 murió en el hospital de Viedma rodeado del cariño y gratitud de un pueblo que comenzó a invocarlo como intercesor ante Dios.
También se le atribuyen otros milagros
Viedma y Patagones fueron visitadas día y noche por don Zatti con su legendaria bicicleta. Los que lo conocieron recuerdan su caridad heróica porque estaba siempre disponible para socorrer a un enfermo.
Un cáncer de hígado terminó con su vida y fue sepultado en una grandiosa manifestación popular de fe y gratitud. Desde el día de su muerte muchas personas se encomendaron a él para casos difíciles de su vida. Sigue creciendo el número de los que manifiestan haber conseguido gracias y hasta milagros.
En junio de 1981, la señora Alicia Ruani de Villa Eloísa, Santa Fe, testimonió que su madre se salvó de la operación de un tumor maligno tras acudir con fervor a quien consideró como Siervo de Dios, del cual «apenas conocía el nombre».
Esther Lombardi de Junín, Buenos Aires, envió una nota a los impulsores de la causa de beatificación, el padre Italo Martín y el entonces obispo Hesayne, contando que el enfermo Alfredo Saccoccia fue curado de una trombosis cerebral a partir de un pedido de gracia.
Desde Padua, Italia, el señor Martín Aldo indicó que en 1983 su esposa Inés hizo un paro cardíaco cuando estaba internada en el hospital de Piove di Sacco. Señaló que los médicos hicieron lo imposible para reactivarle el corazón y si bien lograron sacarla hubo daños neurológicos.
Añadió que en esos días llegó su hermano, quien fue misionero por la Patagonia durante 50 años, y al visitarla puso bajo la almohada una estampa de Zatti, mientras que «yo con mi familia comencé una fervorosa novena pidiendo por la salud de mi esposa, madre de seis hijos, y contra toda previsión médica logró curarse». (AV)
El hombre que volvió a la vida
El sacerdote Bosio es hoy inspector salesiano en la sede de Funes, Santa Fe, y cuenta con 45 años.
Destacó que cuando tenía 24 años, el 17 de abril de 1980 «me daban por muerto» y «le habían dicho a mis padres que no había nada que hacer».
Reflexionó que «por medio de la enfermedad y el dolor, Dios tocó mi vida de una forma muy intensa» añadiendo que se trató de una «experiencia límite» tras lo cual agradeció «día a día el don de la vida. Cuando hay dificultades, basta que me traslade con el pensamiento al hospital Muñíz» de Buenos Aires.
Bosio recordó que el jefe de cirugía de ese nosocomio, el doctor Zabalza, lo visitaba y lo llamaba por «il morto qui parla. Para nosotros, vos está clínicamente muerto».
Resaltó la figura de Zatti: «Que hizo de su vida una entrega a los demás en lo cotidiano». (AV)
«Era alegre, trabajador y oraba permanentemente»
El maestro Juan Carlos Tassara, Ciudadano Ilustre de Viedma, conoció personalmente al considero «Enfermero Santo de la Patagonia». Describió que su vida estuvo signada por una permanente trilogía: alegría, trabajo y oraciones a Dios.
Tassara tuvo una estrecha vinculación por su actividad junto a los salesianos y cuando era maestro en la Línea Sur le enviaba pacientes para que atendiera en el hospital San José.
Contó a «Río Negro» que «lo conocí en el año «30, en plena actividad como director, administrador y portero del hospital, era el «factotum», y permanentemente salía a buscar dinero para comprar medicamentos, iba al banco y pedía préstamos para hacer frente a los compromisos, pero nunca dejaba la atención directa de los enfermos, pese a que ya estaban los doctores Luciano Harosteguy, Fernando Molinari y el bioquímico Juan Guidi.
«El -apuntó- siempre estaba apurado, y no sólo participaba en misas y procesiones sino que también compartíamos algún asado y los domingos a la tarde se iba al Círculo Católico de Obreros a jugar algunas «partiditas» a las cartas».
Insistió en que «nunca se lo veía rezongar y siempre tenía salidas espontáneas».
Sobre esto, Tassara rememoró una serie de anécdotas que le toco vivir junto a Don Zatti. Señaló que «un día nos contó al Padre Fernández y a mí que salió a pedir plata para pagar remedios y encontró una persona que le tendió la mano».
Agregó que el Padre le reprochó haber aceptado el dinero que provenía de un jugador «empedernido», sin embargo recordó que Zatti muy suelto de cuerpo dijo: «ha… querido, yo el dinero lo purifico en el crisol de la caridad».
En otra oportunidad, siempre por los dichos del maestro, Zatti fue al Banco de la Nación Argentina a pedir un préstamo para solventar gastos de funcionamiento del hospital y el gerente le pidió una garantía solvente. «Mire señor gerente -le dijo- yo le pongo a mis 50 enfermos que valen más que 1.000 ovejas».
El maestro celebró permanentemente las ocurrencias de su amigo enfermero. Narró que «una vez le mandé un enfermo de Ministro Ramos Mexía que sufría una afección pulmonar como la de él. Al mes, el paisano volvió curado y con una carta de Zatti en la que decía: aquí te devuelvo a Painenao sano de cuerpo y de alma».
Recordó que «en el hospital había un médico que era medio ateo y justo entró Zatti a la habitación donde el profesional atendía y molesto le ordenó al enfermero: por Dios cierre la puerta, a lo que éste contesto: vio doctor, gracias a esto usted se acordó de Dios». (AV)
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