El mundo natural de Mele y Mele
Las gemelas Jesica y Jacqueline ofrecen mucho más que comida vegana. Un ritual holístico con dos décadas de vida.
De ser rockers que venden sándwich vegetarianos a tener una chacra de donde sacan la mayoría de los insumos para la comida vegana que ofrecen pasaron 20 años y una transformación de vida que las gemelas Jesica y Jacqueline abrazaron -nunca mejor dicho- como lo más natural del mundo.
Pero hubo una clave: el lugar. Están seguras de que Cipolletti fue la ciudad que les dio la posibilidad de crecer.
Pero primero, lo primero, porque nadie las conoce como gemelas ni por sus nombres de pila. Quienes las conocían pensaban que eran mellizas. Ellas, de niñas, en vez de aclarar se lo apropiaron y, por un juego de palabras, comenzaron a llamarse Mele y ahora nadie podría llamarlas de otra forma.
“Mele y Mele” fue el nombre también que le pusieron a su emprendimiento, que, en realidad, va más allá de vender comida vegana. Empanadas, tartas, hamburguesas, milanesas son algunas de las cosas que pueden observarse en su cuenta de Facebook (la boca de venta que reemplazó las ferias por la pandemia de coronavirus), pero las Mele tienen mucho más entre manos.
Una de ellas cuenta que en la chacra cultivan la mayoría de las frutas y verduras que usan. No cocinan con harinas blancas o productos “fantasía” , como las cremas. Son muy cuidadosas con cada insumo y, por eso, son elegidas por personas intolerantes a la lactosa o al huevo.
Pero la alta calidad de sus comidas no es lo único por lo que las eligen sus clientes, o familia, como les gusta decir. Tampoco las promociones que lanzan a sabiendas de que la comida saludable suele tener otro precio, “pero como vendemos en calidad le hacemos un mimo al cliente”. No es todo, sino que ellas ofrecen algo más.
Ambas son terapeutas holísticas y, como “todo tiene que ver con todo”, su emprendimiento también. Por ejemplo, cuando cocinan van “intencionando” la comida con reiki, una especie de ritual, explica una Mele, para que la comida “le caiga bien a quien la come”.
También ofrecen vinagres orgánicos, abundantes en beneficios que van desde desintoxicar el cuerpo hasta funcionar como un desodorante natural.
Antes de la pandemia, otra de las propuestas que tenían eran los talleres. Quienes participaban pasaban todo el día en la chacra y no tenían que llevar ningún alimento. Comida y bebida corría por cuenta de la casa, para que todo mundo pueda probar los beneficios de comer sano.
Otra de las características de la comida de Mele y Mele es el color, que es como ellas (ahora tenemos el pelo azul, cuenta una entre risas). “Siempre fuimos bichos raros, con una manera de ser particular y gemelas. Siempre decimos que Cipolletti nos dio la posibilidad, nos contiene, amamos Cipolletti”, resaltan.
El aniversario de la ciudad las encuentra cerca de su propio festejo.
“Cumplimos 45 años en octubre, somos librianas, como Cipolletti” y se puede intuir que no creen que sea una casualidad que exista otro lazo que las une a la ciudad que les permitió convertir Mele y Mele en una forma de vida.
“Siempre fuimos bichos raros, con una manera de ser particular y gemelas. Esta ciudad nos contiene, amamos Cipolletti”.
Las gemelas se identifican con la ciudad.
Preticor, el nombre del aroma de la lluvia sobre la tierra, es el nombre que Bárbara y Gera le pusieron a su emprendimiento. Querían reflejar ese momento de conexión con la naturaleza porque su objetivo es que las personas integren productos sustentables en sus rutinas.
Asesorados por farmacéuticos, dermatólogos e ingenieros agrónomos, encararon distintas líneas. Todo sigue el mismo criterio: la tinta es natural, el papel compostable y hasta desarrollaron un barniz ecológico casero.
Ese es el que usan en uno de sus productos estrella: las composteras.
En su casa tenían una, pero quedaba lejos de la cocina y era fea. Por eso crearon tres modelos estéticos, que incluyen los distintos ciclos en un solo dispositivo y que entran, sin problemas, en un departamento.
Posentrega, la familia asesora a sus clientes sobre las distintas dudas que pueden surgir. “Es muy gratificante. Los residuos orgánicos son un problema y se pueden reutilizar. Es un ciclo que te conecta con la naturaleza, es petricor, sos vos con la naturaleza”, resume Bárbara.
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