El legado del racismo y las elecciones en EE. UU.
Michael Mathes *
El país se dirige a las elecciones tras un verano de intensas protestas contra la discriminación a los afroamericanos, que sigue presente en instituciones y en la vida cotidiana, en especial en el sur.
Un hombre caracterizado como el general Robert E. Lee ondea una gran bandera confederada en Charleston frente a manifestantes con carteles en los que se lee “El racismo mata” y “KKK vete”.
Mientras Estados Unidos se dirige a las elecciones tras un verano de protestas contra el racismo, el recuerdo de los tiempos en que la esclavitud dividió al país puede verse cada semana en la pintoresca ciudad de Charleston.
El racismo y la discriminación han entrado en la turbulenta campaña electoral de Estados Unidos, galvanizando el movimiento “Black Lives Matter”, que demanda a los políticos terminar con las desigualdades.
El presidente republicano Donald Trump se ha resistido explícitamente a condenar a grupos nacionalistas blancos y los demócratas lo acusan de tácticas alarmistas como la de decir que su candidato, Joe Biden, busca “destruir los barrios residenciales” con casas e inmigrantes de bajos ingresos.
En Charleston, Carolina del Sur, se demuestra que las tensiones persisten.
Como cada fin de semana de los últimos cinco años, Braxton Spivery despliega su bandera confederada ante el monumento a los Defensores de la Confederación de Charleston.
“Estoy aquí para preservar la historia”, dice este hombre de barba blanca mientras enarbola la enseña roja con estrellas blancas en una cruz azul en diagonal. “Aprendamos de eso. Si borramos la historia, se repetirá”, afirma.
En mayo, el afrodescendiente George Floyd murió asfixiado bajo la rodilla de un policía blanco en Minneapolis.
Desde entonces fueron quitados de espacios públicos más de 100 monumentos y otros símbolos de la Confederación formada en 1861 por estados esclavistas sureños que querían secesionarse de la Unión.
Spivery dice insistentemente que no es racista, y señala que gente malintencionada “vilipendió” el honor de los soldados sureños caídos en la Guerra Civil al usar la bandera de la Confederación para la causa de los supremacistas blancos.
Al otro lado de la calle, la jubilada Rita Kazirskis no compra ese mensaje.
“Se paran frente a la estatua con su cuento de hadas de que es una causa noble, cuando lo cierto es que son un bando de racistas que celebran la historia racista. Y por eso estoy aquí”, dice Kazirskis, de 53 años.
La policía vigila la protesta mientras automovilistas hacen sonar sus bocinas o enseñan su dedo medio al pasar por el lugar.
“Hagamos nuevamente grande a Estados Unidos”, dice un hombre recitando el eslogan de Trump (Make America great again) al pasar por las banderas confederadas.
Injusticia cada día
Carolina del Sur, donde comenzó la Guerra Civil en 1861, se enfrenta a su pasado racista pero también a un nacionalismo blanco que, dicen muchos residentes, golpea a diario.
El ataque a balazos de la iglesia Mother Emanuel llevó al gobernador republicano del estado a quitar la bandera de los confederados de los sitios estatales.
Charleston, donde desembarcó casi el 40% de los africanos esclavizados, se disculpó en 2018 por su rol en el tráfico de esclavos.
El 3 de noviembre, Carolina del Sur podría elegir su segundo senador afroestadounidense, el demócrata Jaime Harrison, y se convertiría en el primer estado en tener dos senadores negros en funciones.
Expertos dicen que la supresión de votantes sigue siendo un problema serio, especialmente en el sur de Estados Unidos, mientras proliferan las acusaciones de racismo en el mercado laboral, la educación y los deportes.
La artista y escritora negra Tynishia Brown dice que no es posible escapar de la discriminación en Carolina del Sur que, además, está atizada por las autoridades nacionales.
“Nuestro actual presidente no me ha convencido de que no está cerca de los supremacistas blancos”, dijo Brown, de 26 años.
Aquí injusticia racial es real, remarcó. “Lo vemos a diario”, dice. Harrison, candidato al Senado. Admite los desafíos.
“Esto es el legado, es el histórico dolor con el que tantas personas negras viven todos los días”, dijo Harrison, de 44 años, a periodistas. “De manera que entiendo lo que dice la joven. Es duro”.
El tema se encendió cuando el rival republicano de Harrison, el senador Lindsey Graham, tuvo una metedura de pata la semana pasada. Aliado de Trump, Graham generó indignación al invocar “los viejos buenos tiempos de la segregación” durante una audiencia de confirmación de la nominada por el presidente a la Suprema Corte de Justicia, Amy Coney Barrett.
“Eso es racista y no debió ser dicho… ni siquiera en broma”, dijo Marcus McDonald, un activista de 23 años de “Black Lives Matter”. “Nuestros ancestros murieron por el derecho a hacer esto”, dijo antes de emitir su voto anticipado.
Muchos creen percibir cambios positivos en Carolina del Sur.
En junio, la estatua del presidente John Calhoun, férreo defensor de la esclavitud, fue retirada de un parque de Charleston en donde estuvo durante 133 años.
Pero quitarla llevó 17 horas bajo el húmedo calor sureño. “Como el racismo, estaba profundamente enraizada”, dijo el alcalde de la ciudad John Tecklenburg citado por medios locales.
* Periodista de AFP
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