El gran desafío

«Mi vida se basó pura y exclusivamente en el caradurismo», dice Ricardo Caruso Lombardi. Lo dijo en una entrevista reciente a la revista El Gráfico, varias semanas antes decirle ayer a la prensa que estaba «en el día más feliz» de su vida, por haber asumido como nuevo DT de Racing.

El martes, horas antes de asumir, pero cuando ya se sabía que sería el sucesor de Juan Manuel Llop, Caruso Lombardi se autodefinió como «el DT más mediático» de la Argentina, como «el Ogro Fabbiani de los técnicos», bien a tono con esa caradurez que había proclamado en la entrevista con El Gráfico.

Allí explicó que su amor por los micrófonos, el show y las cámaras de TV viene desde mucho antes: «Hoy me acusan de ser mediático, pero fijate de dónde viene mi facilidad de palabra: en la fiesta de fin de año de la escuela fui el maestro de ceremonias. Agarré el micrófono y no me pararon más. ´Buenas tardes, señoras y señores, abuelas y abuelos, niñas y niños, terráqueos y marcianos, estamos en la Escuela Enrique B. Mosca?A los 12 años era así: desinhibido y quilombero».

A los 12 años, y en la escuela, se entiende. Pero a los 47, y en el ambiente del fútbol, persistir en esa actitud tiene sus riesgos. Caruso lo sabe. Es consciente de que muchos jugadores, por mucha complicidad que hayan tenido con él, no toleran a un entrenador que se sube al podio y domina una escena que ellos sienten como propia, porque, al fin y al cabo, son ellos los que salen a la cancha a ganar los partidos.

Caruso, que se hizo en el fútbol de ascenso y que realmente formó buenos equipos en sus últimos pasos por Tigre, Argentinos y Newell´s, dio también una buena definición sobre los periodistas deportivos: «Creen que saben porque miran fútbol todo el día. Yo puedo mirar mucho hockey, pero igual no se un carajo», expresó.

Sin embargo, muchos periodistas, aún cuando no sean tan caraduras como Caruso, creen que el entrenador vivirá su primer desafío grande. Por las presiones inevitables de Racing y por la obligación que tendrá de que salir a ganar en más de un partido. Su habitual esquema cauteloso servirá siempre y cuando gane. Si pierde, sí se le reprochará falta de audacia y correrá riesgo de quedar etiquetado simplemente como un buen DT, pero de equipo chico.

Y todo esto, mucho más allá de esa simpatía y deshinibición que dice tener desde niño. Eso le servirá para seguir riéndose ante las cámaras, quitar tensiones, evitar preguntas incómodas y animar a la audiencia. No se trata de asuntos menores en un fútbol que, desde hace tiempo, privilegió el show al deporte. Y que se regodea con personajes como Caruso, que se quitan el casette, cuentan chistes y revelan anécdotas jugosas, aunque a veces rocen esa típica picardía criolla que ha terminado provocando más dolores que alegrías. El fútbol, dentro de todo, es algo mucho más serio que eso. Y Caruso lo sabe.

 

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES


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