El gran compromiso 14-12-03

Luego de jurar «por Dios y los vecinos de Bariloche» que desempeñará de la mejor manera el cargo para el que resultó electo, el intendente Alberto Icare enunció públicamente las prioridades que guiarán su segunda gestión en el municipio.

Además de promover nuevas inversiones privadas, mantener la disciplina fiscal, realizar obras públicas y mejorar los servicios, señaló como su principal compromiso el de atender las demandas sociales sin asistencialismo.

Sólo algunos distraídos desconocen que a esta altura el drama de la desocupación y la inequidad en Bariloche no tiene equivalente en la provincia y pasó a ser un ominoso sello de la ciudad, tanto como la belleza de sus paisajes.

Un relevamiento provisorio sobre el índice de empleo local (que no entra en las mediciones del INDEC) señaló hace muy poco que más del 30 por ciento de la población económicamente activa no tiene trabajo, casi el doble que el promedio nacional.

Periódicamente los funcionarios nacionales de Acción Social eligen a Bariloche para lanzar algunos de sus programas «piloto» y justifican la elección señalando lo que se sabe desde hace tiempo: que la ciudad de los lagos, la nieve y el turismo internacional está también al tope de los ránking de NBI.

Si bien abundó en generalidades, el mensaje de Icare incluyó algunas promesas evaluables como la de terminar con los comedores barriales porque atentan «contra la dignidad de la persona», apostando a lograr que «a través del empleo» cada familia pueda conseguir el propio sustento y construir su futuro.

El intendente encara su nuevo mandato con fuerte legitimidad y un estándar de expectativas más alto que el de un año y medio atrás, cuando asumió en medio de una crisis de dimensión histórica.

En ese contexto, el compromiso de poner la mira en la cuestión social, va al centro de la cuestión y de por sí tiene su mérito. Pero en adelante quedará por ver qué caminos elige.

Desde ya que la adopción de políticas activas de cualquier clase orientadas a multiplicar las fuentes de trabajo deberían ser la preocupación central. Y la mejor receta para reducir el abismo que separa a los pudientes de los excluidos.

Sin embargo los antecedentes no son buenos. Icare puede alegar que le tocó gobernar en tiempos de emergencia constante, pero hasta ahora en materia social eligió recostarse en el clientelismo de cuño clásico y si hubo algún esfuerzo por romper esa inercia, fue tímido e imperceptible.

El impulso por salir del círculo del subsidio y el comedor provino más bien de algunas ONGs y de agrupaciones barriales empeñadas en romper la cultura de la resignación.

El intendente nada podrá si no acompaña también ese proceso y los convoca a trabajar en conjunto con el municipio, rompiendo la tentación conservadora y paternalista de mantener todo bajo control.

Es de suponer que el perfil de su gobierno quedará expuesto con mayor precisión dentro de dos meses, cuando inaugure el nuevo período de sesiones del Concejo.

No estaría de más que por esos días responda también a otra de las demandas sociales del momento, como la promoción de formas de democracia participativa, para debatir abiertamente cuestiones de influencia decisiva en la vida de todos los vecinos.

Todo esto sin perder de vista que el encontrar soluciones para la pobreza y la exclusión sigue siendo el más rotundo de los problemas para quienes tienen responsabilidad de gobierno. Tal vez el más difícil de abordar, pero el que necesita como ningún otro un Estado sensible y comprometido.

Daniel Marzal