El gobierno en estado de espera
El pago de sueldos y la colocación de deuda por 1.554 millones de pesos hicieron que el primer semestre cerrara sin sobresaltos, pero la pandemia no permite desplegar otros planes.
La política rionegrina, especialmente el oficialismo, está en estado de espera. La pandemia dejó a todos los gobiernos en un stand-by permanente. El paso de los meses y el avance de los contagios no solo arruinaron cualquier plan a largo plazo, sino que además obligaron a salir con medidas excepcionales. Los movimientos anticuarentena casi no existen aquí, tal vez porque el macrismo duro quedó relegado de la vida pública de la provincia.
Luego de liquidar los salarios de junio y buena parte del aguinaldo, en el gobierno habrá cierto alivio, que podría ser efímero frente a la realidad de que en un mes hay que volver a juntar para pagar los salarios estatales. Hay en Viedma cierta esperanza de que la economía se recupere y mejore la recaudación, que cayó en todos lados pero se desplomó en Bariloche, la ciudad que vive de una actividad, el turismo, cuya resucitación tiene pronóstico reservado.
Este martes vence el plazo de negociación con los acreedores del bono en dólares del plan Castello, cuyos intereses semestrales el Estado rionegrino no pagó en fecha, a principios de junio. Como son los mismos grupos de inversión que están en un tira y afloje de final incierto con el gobierno nacional, la negociación está atada a la que encabeza el ministro Martín Guzmán.
Los pocos en el gabinete que piensan en la economía que viene ya planean una moratoria de impuestos en la que los que especularon con la crisis para no pagar quedarán afuera.
Los nombres de estos acreedores, que a nivel nacional aparecen mencionados, se mantienen en reserva en Río Negro porque aún se transita el período de confidencialidad.
Hay vencimientos de otros papeles de deuda, más de cabotaje, en pesos, que vencen esta semana y que se cubrirán en parte con los bonos que acaba de colocar la provincia por 1.554 millones de pesos. No llega a cubrir el 100% de estas obligaciones, pero el ministro de Hacienda, Luis Vaisberg, respiró aliviado cuando el banco Patagonia le confirmó el resultado de la operación.
Es un papel a corto plazo: en un año hay que pagarlo o reemplazarlo, que es la forma en la que se ha financiado el Estado rionegrino (y la mayoría de las provincias) en los últimos años.
Aunque en el ala política del gabinete asuman que ya pasó lo peor (“pagamos sueldos y aguinaldos, y se está abriendo la economía”), en el Ministerio de Hacienda creen que julio es el mes crítico.
No hay muchos en el gobierno pensando en un mundo después de la covid-19, pero los que tienen capacidad de planificación advierten que habrá que tener un plan para recuperar tanto impuesto impago. Distinguirán a los que le dieron prioridad al pago de sueldos de los que especulan con una futura moratoria.
El gobierno mide el humor social a través de una consultora que vende servicios de “big data”: información “de redes sociales, medios de comunicación, base de datos y encuestas”, según la contratación.
No debe haber sido para conocer qué piensa el ambiente de los negocios y el sindicalismo de la actividad privada de Bariloche porque ya lo saben de sobra. De hecho, las declaraciones de emergencia y de desastre para la zona andina fueron la respuesta.
La oposición, que hoy es casi exclusivamente el peronismo, también espera. Ya pasó con el último radicalismo que estuvo en el poder y con los gobiernos de Alberto Weretilneck: no precisan interlocutores para hacer oficialismo. Lo hicieron con Macri y lo hacen con Fernández.
La intendenta María Emilia Soria levantó un poco la voz por el aumento de contagios en su ciudad y la gobernadora fue hasta Roca para que la sangre no llegue al río y, de paso, dar con una imagen todo un mensaje de unidad en las diferencias.
Con un estilo más moderado que el de su hermano Martín pero sin abdicar de la estirpe política de su apellido, la intendenta de Roca va configurando su propio liderazgo dentro del PJ, ese partido de masas que en los 65 años que tiene Río Negro de provincia ganó solo dos elecciones: la de 1973, cuyo gobierno duró tres años por el golpe, y la de 2011, que llevó por solo 21 días al gobierno a Carlos Soria, cuyo asesinato a manos de su esposa quebró las ilusiones de un poder extendido en la provincia.
El pago de sueldos y la colocación de deuda por 1.554 millones de pesos hicieron que el primer semestre cerrara sin sobresaltos, pero la pandemia no permite desplegar otros planes.
La política rionegrina, especialmente el oficialismo, está en estado de espera. La pandemia dejó a todos los gobiernos en un stand-by permanente. El paso de los meses y el avance de los contagios no solo arruinaron cualquier plan a largo plazo, sino que además obligaron a salir con medidas excepcionales. Los movimientos anticuarentena casi no existen aquí, tal vez porque el macrismo duro quedó relegado de la vida pública de la provincia.
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