El gen cultural argentino y la suba del dólar en cuarentena

La relación de los argentinos con la divisa es cultural, producto de las sucesivas crisis. La pandemia reaviva la incertidumbre, y el refugio vuelve a ser la el billete norteamericano.

Fiebre. En momentos de alta incertidumbre, los argentinos se vuelcan a la compra de divisas.

Una de las tantas definiciones que existen de ‘cultura’, dice que se trata del ‘conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver necesidades de todo tipo’. Otra un poco más escueta, pero no por ello menos valiosa, refiere a las ‘costumbres, actividades o comportamientos transmitidos de una generación a otra, por imitación consciente de dichos comportamientos’.
No hay mejor forma de describir la relación que los argentinos tenemos con el dólar estadounidense. Durante el último medio Siglo, y a fuerza de cataclismos económicos cíclicos, los habitantes del país han aprendido que en el largo plazo la mejor forma de ahorrar y proteger sus tenencias, es acumular dólares. Motorizado por los padecimientos en diferentes épocas, bajo diferentes gobiernos, ideologías y colores políticos, el conocimiento cultural acerca del dólar como refugio en medio de las crisis se ha traspasado como un legado de generación en generación.
A la hora de tomar decisiones, no existe nada más fuerte que el trauma generado por las experiencias pasadas. La teoría económica lo denomina “expectativas racionales”. Los agentes forman su expectativa del futuro en base a toda la información que tienen disponible. Allí influye todo lo que saben del presente, pero fundamentalmente lo que han vivido en el pasado. Si lo que advierten en el presente les rememora a lo que padecieron ellos o las generaciones anteriores, muy probablemente intenten evitar transitar nuevamente el mismo camino.
Recordar los avatares del ‘rodrigazo’ en el ‘75, el ‘Plan Austral’ en el ‘86, el ‘Plan Bonex’ en el ‘90, el ‘corralito’ en el 2001, el ‘cepo cambiario’ en 2011 o la ‘mega devaluación’ en 2018, es fundamento suficiente para formar un saber cultural: si cuando llega la tormenta alguien logra quedar posicionado con los billetes verdes en la mano, esquivar los daños es mucho más probable para ese alguien.

Cepo. La compra oficial para atesoramiento, limitada.


Un estudio realizado en 2019 por el economista argentino Fernando Marull en base a un estudio publicado por el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal de los EEUU en 2006, estableció que Argentina es el segundo país del mundo en cantidad de dólares por habitante. La estimación indica que hasta el año pasado, los argentinos mantenían u$s 130.000 millones ‘bajo el colchón’, es decir fuera del sistema bancario, en cajas de seguridad, o en sus domicilios. Además, existen otros u$s 100.000 millones pertenecientes a residentes argentinos, colocados en el exterior. La cifra total de u$s 230.000 millones, es escalofriante. Equivale a dos terceras partes de la deuda externa total y a casi cuatro veces la deuda que el gobierno intenta re estructurar, y por la que está en peligro el programa financiero hasta 2023.

La relación de los argentinos y el dólar, se ha tornado cultural. Producto de las crisis, cada generación entiende que lo mejor es apostar en verde.


Considerando únicamente las tenencias ‘debajo del colchón’, implica que en Argentina existen unos u$s 2.890 por habitante. El ratio ubica a nuestro país como el segundo a nivel mundial con mayor circulación de dólares por habitante, detrás de EEUU. Comparativamente, en Rusia hay u$s 550/habitante, en Chile u$s 16 y en Brasil u$s 6. Un dato que sirve para comprender la razón por la cual muchos de los preceptos vertidos en los manuales de economía, no aplican a una realidad como la argentina.
Al mismo tiempo, vale decir que se trata de un ratio promedio que da cuenta de la desigualdad. Con un 40% de la población bajo la línea de la pobreza, es inverosímil creer que cada habitante tiene ahorrados u$s 2.900. Más bien resulta claro que esa riqueza acumulada pertenece a una pequeña porción de la población. Según datos del Banco Central, el 5% de los compradores de dólares en Argentina, concentra el 60% de las compras totales, mientras que el otro 95% realiza operaciones menores a los u$s 10.000, con un promedio de u$s 1.200 cada uno. Sobran las explicaciones.

Dólar y Covid 19
“En Argentina nos faltan, pero en el mundo sobran los dólares”. La frase fue pronunciada por el entonces Ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay, al inicio de la gestión Macri en 2016. El ex funcionario buscaba justificar lo que más tarde sería la salida del cepo cambiario.
La anécdota ilustra una realidad. En Argentina hay exceso de demanda crónico de divisas. Para atesoramiento, para turismo, pero también para la importación de insumos, y principalmente para el pago de los intereses de la deuda. La tendencia del precio siempre es al alza.
En EEUU en cambio, la ecuación se invierte. El país del norte puede emitir todo lo que necesite a un costo inexistente, dado que el billete es demandado en el resto del mundo.
El punto es de especial importancia con la irrupción del coronavirus, donde todos los países del mundo acuden a la emisión monetaria para financiar los programas de contención por la pandemia. Claramente no es lo mismo emitir dólares, que emitir pesos. Sencillamente porque la gente prefiere deshacerse de los pesos, y quedarse con los dólares.

El tipo de cambio oficial de hoy, es alto en comparación con épocas recientes. El valor real del blue luce exageradamente elevado.


Al revisar los datos relacionados con el tipo de cambio actual, las conclusiones son elocuentes.
Realizar un análisis comparativo requiere eliminar la inflación. Para ello se utiliza el tipo de cambio real, deflactado a precios de 2020 el tipo de cambio de los años previos. El primer gráfico adjunto muestra el tipo de cambio oficial promedio anual, a precios de mayo de 2020, entre 1989 y la actualidad. Se observan con claridad los picos de tipo de cambio real en las crisis de 1989 y de 2001, y la progresiva apreciación del peso en la década del ‘90 y la década del ‘2000. No obstante, al valorar el tipo de cambio de hoy, resulta que los $67 actuales son similares al dólar de la primera convertibilidad o al de 2006/7, en la etapa virtuosa el primer gobierno kirchnerista.


En otras palabras, el tipo de cambio real de hoy, es un dólar alto. Si a ello se suma el hecho de que la actividad está paralizada por el agregado recesión autóctona más cuarentena preventiva, y que la inflación del bimestre marzo-abril resultó a la baja, cuesta encontrar motivos por los cuales debiera existir presión alcista.
La dinámica del dólar paralelo y de los tipo de cambio financieros como el MEP o el contado con liquidación, solo tienen sustento en el altísimo grado de incertidumbre que existe respecto al resultado final de la re estructuración de la deuda, y a la imposibilidad de ahorrar en pesos, con tasas de interés negativas.
El segundo gráfico que acompaña la nota, muestra el tipo de cambio paralelo real, a precios de mayo de 2020, junto a la brecha cambiaria, entre 2011 y 2020. Queda en evidencia lo exacerbadamente alto que luce el blue, en relación a otros momentos en que existieron restricciones en el mercado cambiario. La brecha llega hoy al 91%, mientras que en el peor momento del cepo kirchnerista, oscilaba entre el 50% y el 60%.


Las lecturas podrían ser múltiples. Sin embargo los datos habilitan dos conclusiones sencillas. Primero, el tipo de cambio paralelo es reflejo hoy del temor y de la conducta cultural de ‘correr al dólar’. El volumen de mercado del dólar blue, no llega a representar el 5% de las transacciones diarias. El dólar oficial, por el cual se transan exportaciones e importaciones, sigue siendo $67. No hay motivos por fuera de la especulación, para que el salto en el dólar paralelo genere hoy remarcaciones masivas de precios internos.
Segundo, el final de la historia en relación al tipo de cambio, está íntimamente ligado a la suerte en relación a la renegociación de la deuda. Si el gobierno logra el acuerdo con los bonistas antes del nuevo plazo establecido para el 2 de junio, es muy probable que las cotizaciones paralelas retrocedan marginalmente hasta niveles ‘lógicos’ de brecha, en torno al 60%. Si en cambio eso no sucede y Argentina finalmente cae en default, lo que pueda suceder con el tipo de cambio es un interrogante sin respuesta.
Esto último explica la propia dinámica presente de la cotización paralela. En un mercado pequeño, en el que además empresas y particulares llevan adelante una batalla titánica contra la recesión por un lado y contra la pérdida de valor de sus tenencias por el otro, y conociendo la historia de crisis cíclicas recientes, es difícil convencer a los argentinos de no refugiarse en verde. Al menos por las dudas.

En números

230.000
Los millones de dólares atesorados en manos de residentes argentinos.
u$s 200
Los dólares mensuales que se pueden adquirir por persona en el mercado oficial, abonando además el ‘Impuesto País’ del 30%.

Fiebre. En momentos de alta incertidumbre, los argentinos se vuelcan a la compra de divisas.

Una de las tantas definiciones que existen de ‘cultura’, dice que se trata del ‘conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver necesidades de todo tipo’. Otra un poco más escueta, pero no por ello menos valiosa, refiere a las ‘costumbres, actividades o comportamientos transmitidos de una generación a otra, por imitación consciente de dichos comportamientos’.
No hay mejor forma de describir la relación que los argentinos tenemos con el dólar estadounidense. Durante el último medio Siglo, y a fuerza de cataclismos económicos cíclicos, los habitantes del país han aprendido que en el largo plazo la mejor forma de ahorrar y proteger sus tenencias, es acumular dólares. Motorizado por los padecimientos en diferentes épocas, bajo diferentes gobiernos, ideologías y colores políticos, el conocimiento cultural acerca del dólar como refugio en medio de las crisis se ha traspasado como un legado de generación en generación.
A la hora de tomar decisiones, no existe nada más fuerte que el trauma generado por las experiencias pasadas. La teoría económica lo denomina “expectativas racionales”. Los agentes forman su expectativa del futuro en base a toda la información que tienen disponible. Allí influye todo lo que saben del presente, pero fundamentalmente lo que han vivido en el pasado. Si lo que advierten en el presente les rememora a lo que padecieron ellos o las generaciones anteriores, muy probablemente intenten evitar transitar nuevamente el mismo camino.
Recordar los avatares del ‘rodrigazo’ en el ‘75, el ‘Plan Austral’ en el ‘86, el ‘Plan Bonex’ en el ‘90, el ‘corralito’ en el 2001, el ‘cepo cambiario’ en 2011 o la ‘mega devaluación’ en 2018, es fundamento suficiente para formar un saber cultural: si cuando llega la tormenta alguien logra quedar posicionado con los billetes verdes en la mano, esquivar los daños es mucho más probable para ese alguien.

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