El fin de la tristeza, Argentina campeón

Después de una sequía de 28 años, la Selección ganó la final soñada ante Brasil, tuvo su propio Maracanazo y se quedó con la Copa América. Un merecido premio para Messi y compañía.

El final del largo cuento lleno de lágrimas, espinas y frustraciones terminó de escribirse anoche en el Maracaná, el templo carioca, refugio de fantasmas que en sus tribunas guarda las emociones más profundas del fútbol del continente.

Como la gesta de Uruguay en el Mundial del 50’ o la consagración de aquel combinado albiceleste dirigido por José María Minella, que se quedó con la Copa de las Naciones en 1964 venciendo 3-0 al Brasil de Pelé, esta Selección Argentina reparó anoche un largo camino de 28 años de tristezas y postergaciones que laceraban el alma de una generación de hinchas que jamás habían visto arriba al equipo de todos.

Argentina es el campeón de América tras ganarle a Brasil 1-0 en su propia casa. La frase es música celestial, es la combinación de palabras más hermosas para un pueblo futbolero como el nuestro que después de casi tres décadas ríe, llora y mira al cielo. Y cree ver al más grande haciendo un guiño cómplice, como confirmando que, como dice ese spot publicitario, ‘‘si fue capaz de hacerlo en la tierra, cómo no va a poder desde el cielo’’.

Y ahí, en el mismísimo Maracaná esta Leo, arrodillado en el instante final del partido tirándose a los pies de Casemiro sin importar la fatiga y los 95 minutos jugados. En el grito desencajado del final, Messi expulsó los demonios atragantados en cada una de las definiciones fallidas.

No sólo eso. Con el título logrado en esta copa pandémica, tan particular y de tribunas (casi) vacías Messi tuvo su postergado premio a un amor pocas veces correspondido. Su compromiso con la camiseta no bastaba porque “no debutó en Primera acá”, porque “sólo juega bien en el Barcelona” o porque “no canta el himno, no lo siente, no es argentino”. Nunca fue fácil la relación del crack con el hincha que fue devoto de Diego y su omnipresencia.

La imagen tantas veces soñada, hecha realidad. Messi levantando la Copa, la primera junto a la selección. (AP Photo/Andre Penner)

Para los que nacieron hace 30 años en este país, la victoria ante Brasil en la final de la Copa América descuelga del inconsciente colectivo el cuadro de las hazañas de Maradona y siente en vivo y en directo la adrenalina que corre por el cuerpo al ver la copa en manos amigas, las de Messi, el ídolo supremo de este tiempo.
Esta vez a ese pibe no se lo contaron. Lo vive y lo disfruta. Es el éxtasis del triunfo anhelado, injustamente enmascarado por el destino futbolero.

Antes hubo un partido, que se empezó a jugar en los vestuarios, como todo clásico. Sorprendió Lionel Scaloni al dar el equipo titular, con cinco cambios respecto al partido con Colombia, entre ellos el ingreso del zapalino Marcos Acuña en el lateral izquierdo en lugar de Tagliafico. Y entre esas modificaciones, el as en la manga del DT: Ángel Di María para perforar el ataque derecho.

Marcos Acuña, aquí junto a Everton, fue parte de uno de los partidos más importantes de la historia de la selección. (Photo by CARL DE SOUZA / AFP)

El Fideo, de muy buenos 25 minutos contra Ecuador en cuartos y Colombia en semis, explotó al máximo la posibilidad .
La final fue de dientes apretados, donde los minutos de estudio se extendieron prácticamente hasta los 21’, momento en que Rodrigo De Paul se vistió de lanzador y asistió de manera notable a Di María, que le ganó las espaldas a Renán Lodi para definir por encima de Ederson. Cuando el arquero quiso reaccionar, el balón ya descansaba en la red.

El rosarino define por arriba del arquero, dejando atrás a los defensores brasileños.

Las virtudes argentinas en el primer tiempo fueron el orden y la atención en la marca, ante un Brasil que sintió el rigor cada vez que se hacía del balón. Las estrellas del clásico tuvieron un brillo intermitente. Messi, por sobre todo, estuvo más comprometido en impedir la salida limpia de Brasil del fondo, y tuvo una con un zurdazo que se fue apenas ancho ante el acoso de Marquinhos. Neymar jugó incómodo y no encontró la sociedad con Paquetá de otros partidos.


Brasil se fue encima de la Argentina en el ST. El ingreso de Firmino por Fred desajustó la marca y Richarlison tuvo dos chances: una terminó en la red pero fue offside y la otra murió en el achique del Dibu Martínez. Neymar fue más decisivo en cada ataque y, a medida que pasaban los minutos, el partido se tornó dramático.

Argentina aguantó con uñas y dientes, con cuerpo y alma, la diferencia mínima. El tiempo no pasaba más, pero el deseo de ver a Messi levantando la Copa se fue agigantando y el sueño se hizo realidad. Esta selección no se merecía esperar tanto, pero eso ya es el pasado. Es la hora de disfrutar y honrar a este equipo que fue capaz de romper el hechizo.


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