El efecto marginal de los desplazados


El kirchnerismo quiere juzgar a Macri como si fuese la reencarnación de algún antiguo dictador de la derecha continental. Ahora llegó la dudosa denuncia de Bolivia.


Una resistencia persistente camina las calles del país, en medio de restricciones sanitarias que se dictan y se incumplen.

El agro encrespado en San Nicolás, prevenido frente a políticos de cualquier color. Las voces opositoras rodeando el Obelisco. Alberto Fernández en Tucumán, otra vez fugitivo de protestas reprimidas en actos protocolares. La presión de las organizaciones oficialistas en Plaza de Mayo hostigando al Presidente porque no le franqueó la impunidad a Milagro Sala. Y la izquierda dura ganándole el espacio de los piquetes a los gerentes de la pobreza contratados por el Gobierno.

La misma turbulencia de la calle continúa en la deriva del discurso público. Santiago Cafiero, acusó a la oposición de inducir una mirada del país como si fuese un detrito sin ninguna expectativa de futuro. El jefe de gabinete de Axel Kicillof subió la apuesta calificando como “nazis” a los que critican la gestión.

El tiroteo verbal incluye devoluciones. El jefe de los diputados del PRO, Cristian Ritondo, le contestó a Cafiero que es este gobierno el que convirtió al país en una excrecencia. Y el diputado Luis Juez -sin remilgos de investidura- le reprochó en los peores términos al Presidente una gestión onanista de las vacunas.

El clima de hostilidades no se limita a las declaraciones. Contra Mauricio Macri, el oficialismo descargó metralla judicial. A la quiebra del Correo Argentino, le sumará la del grupo Socma. Si el expresidente pensaba tener suficiente con las 150 causas penales que resolvieron iniciarle, un nuevo ataque tiene ahora derivaciones diplomáticas. El kirchnerismo quiere juzgarlo como si fuese la reencarnación de algún antiguo dictador de la derecha continental -por delitos imprescriptibles, inalienables y de jurisdicción global- a partir de una nota de dudosa procedencia que arrimó como devolución de favores el jefe político de Bolivia, Evo Morales. Se sabe desde la oscura Operación Maldonado que -a mayor incomodidad con opiniones y legitimidades ajenas- el progresismo latinoamericano nunca acusa por menos que un delito de lesa humanidad.


Máximo Kirchner sinceró que las vacunas norteamericanas no se compraron en tiempo y forma por la porfía irracional de un prejuicio ideológico.


Tanto movimiento sísmico simultáneo tiene una explicación vinculada a la proximidad electoral. Comenzó luego de que dos actores significativos de la política fueran desplazados del centro a la periferia. La turbulencia bien parece ser el efecto colateral de esos desplazamientos forzados.

A Macri -que siempre se opuso a la idea conspirativa del lawfare- decidieron tirarle con todo el lawfare por la cabeza ni bien le comunicó a Horacio Rodríguez Larreta que se replegaba en el frente interno sin disputar liderazgo en las primarias de septiembre.

La ofensiva judicial oficialista tiende a reponer el protagonismo de Macri sin el cual naufraga el relato de la herencia recibida. Al mismo tiempo complica a la dupla de Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, a la que los votantes más intransigentes de la oposición ubican en el continuum que va de la tibieza a la deserción. Ahora que ambos decidieron ecualizar la oferta opositora con los modales calmos, Cristina ha resuelto ponerlos en un brete: buscará empatizar con el clima de indignación que la aflige, más allá de las encuestas. ¿Es lo mismo que percibe Patricia Bullrich?

En el caso de Cristina, la pirueta de erigirse como principal opositora de su propio Gobierno ya está en marcha. Como Macri, el otro desplazado de la escena central es Alberto Fernández. Una voz indiscutida de Cristina lo sacudió como a mayordomo por su decreto habilitando la compra de vacunas norteamericanas. Máximo Kirchner reveló que el Ejecutivo firmó ese decreto porque su partido no lo iba admitir en el Congreso. También sinceró algo peor, de gravedad inusitada y consecuencias judiciales imprevisibles: las vacunas norteamericanas no se compraron en tiempo y forma -y tampoco se recibieron como donaciones- por la porfía irracional de un prejuicio ideológico.

Hubo miles de argentinos que murieron, víctimas de esa abusiva y patológica obcecación del poder.


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