El Doradillo, la playa donde las ballenas avistan a la gente a 15 km de Puerto Madryn
Están a metros de la costa por la profunda pendiente. Olvidate de los parlantes y la música estridente: aquí reina el silencio para escucharlas respirar y verlas moverse ahí nomás de la orilla. Parece increíble, pero así de real es este paraíso en el Área Natural Protegida El Doradillo en Chubut.
Si no existieran ellas, esta playa podría promocionarse como la única en la que reina el silencio. Ni parlantes, ni música estridente, ni nadie al que se le ocurra tapar los sonidos de la naturaleza. Claro que eso ocurre porque ellas existen, y escucharlas es casi más fascinante que tenerlas tan cerca. Es que aquí, en El Doradillo, esta costa que está a 15 km en dirección al norte de Puerto Madryn, Chubut, las ballenas son las que mandan.
Y ocurren varias cosas, que convierten al sitio en un lugar salido del mundo de los sueños. Primero, la abundancia y cercanía de estos animales, que, al ser tan inmensos, parece increíble que estén a metros de la orilla. Eso es posible por la pendiente del fondo, que tiene una profundidad tal que permite que se muevan con total libertad.
Sin embargo, eso no ahuyentará la sensación de estar avistando algo imposible: un montón de ballenas a una distancia tan breve, que es surrealista ponerse a tomar mate mientras se pasean.
Pero, enseguida, empieza otra experiencia que excede lo visual. Se escuchan respirar, con una nitidez tal que ni siquiera se aprecia en los paseos embarcados. Acá, los soplidos y las aspiraciones se adueñan del paisaje. Tanto, que, si se llegara con los ojos cerrados, se sabría al instante que en este punto algo pasa. Que hay animales gigantes moviéndose en las olas, e incorporando con avidez el aire.
Por eso, si no fuera por las risas de los chicos o por el murmullo de las conversaciones, habría algo hasta ceremonial en la postal que muestra la costa. Grupos de gente disfrutando, en silencio, de la calma de un lugar que eligen las ballenas, cuando quieren alejarse de la inmensidad del mar y acercarse a un espacio en el que pueden convivir con los humanos.
Para acercarse, sólo hay que tener ganas, preparar el mate e ir, por ruta 1 en dirección al norte, hasta el muelle Almirante Storni. Una vez allí, tomar la ruta 42 con rumbo al mar, y seguir atravesando, por ripio, un camino que está señalizado e indica cómo llegar. El último paso es relajarse. Y dejarse avistar por las ballenas.
Aunque al ser tan acogedora la playa parece pequeña, se extiende por 25 km. Años atrás fue declarada área natural protegida, por la enorme naturaleza que resguarda.
De hecho, ahora existen senderos que permiten recorrer, entre médanos y vegetación, el paisaje que enmarca la belleza de la costa.
Esas recorridas, y el acceso a un mirador, desde el que se admira el mar en toda su extensión, son otras de las opciones que brinda el lugar.
Además, el escenario es cambiante. Desde junio hasta bien entrada la primavera, cuando las ballenas ingresan a los Golfos Nuevo y San José, el mejor plan es acercarse para verlas bien de cerca, porque este es uno de los lugares que eligen para retozar.
Con la llegada del calor, las cosas cambian. Esa profunda pendiente que tiene la costa, que es la que habilita que los cetáceos se paseen a metros de la orilla, es la que se vuelve ideal para los que aman los deportes náuticos. Entonces, relajarse y disfrutar activamente del agua es el programa más elegido.
Sin embargo, en cualquier época del año, la calma y el perfil tranquilo de los que la visitan es lo que la caracteriza. Aunque se distingue, también, por su banda sonora. Una música ambiental que surge de la riqueza de su entorno. Que incluye hits como la respiración de las ballenas, y otros como el relajante tintineo del canto rodado, que acompaña cada uno de los pasos que damos al recorrer la costa.
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