El dólar que no habla
Se debe reconstruir un mercado financiero en pesos que active tasas de interés atractivas para ahorristas a través de instrumentos ligados a la actividad económica: energía, construcción y granos.
El 14/2/2013 desde estas páginas dimos nuestra explicación a los avatares del dólar, la inflación y el control cambiario (dólar + inflación = la cruz invertida), y esas patologías de la economía Argentina se mantienen. Como muchas otras. Parece que el estancamiento y la involución acechará nuestro destino, cuando una buena parte del mundo -no me refiero “al primero”, sino al “nuevo”- avanza a una increíble velocidad de evolución. La alocada carrera del dólar blue o paralelo repite su historia a lo largo de los últimos 45 años -cuando el exministro de Economía de la dictadura militar decidió que cualquiera podía comprar dólares sin límite, libremente-: es utilizada como un arma de presión económica, y política.
Primera conclusión evidente y no controvertida: no existe fundamento técnico alguno para que el dólar blue muestre el precio actual. Si durante los días hábiles, con escasos 7 o 10 millones de dólares transados en ese mercado y asistidos por unas pocas entidades financieras, compañías exportadoras de granos y otros escasos operadores, se puede generar “un mercado” para presionar una devaluación del peso es evidente que seguiremos “perdidos” como Estado nación.
Lo paradójico es que forzar la devaluación del peso (a través del blue) importa en realidad usar un arma no solo para aumentar el precio del dólar oficial (el que vale hoy $ 83) y poder liquidar los 16 millones de toneladas en exportaciones de granos por US$ 8.000 millones de dólares aún pendientes (a otro dólar oficial, más alto por cierto), sino también para desestabilizar al gobierno nacional bajo la idea de que ha perdido el control económico de las circunstancias. Pero además otra situación subyace en este proceso: los coletazos del brutal endeudamiento público del periodo 2016-2019.
Y es que, si bien re negociamos las obligaciones en dólares con éxito, ha quedado una suma descomunal de deuda en pesos en manos de bonistas extranjeros y nacionales (se estima en 1 billón de pesos) que pujan por cambiar sus pesos por dólares, operación que vienen forzando desde el inicio del año a través de la compra del dólar llamado contado con liquidación (a un precio sensiblemente más alto que el oficial). Estas últimas operaciones han generado a los agentes de bolsa involucrados en esas liquidaciones comisiones por $ 55.000 millones solo entre los meses de enero y agosto (BCRA, informe de primera semana de octubre).
No son los US$ 200 mensuales que compran en los bancos los pequeños ahorristas que buscan protegerse de la inflación, sino la venta sistemática de dólares que el Estado argentino realiza a través del Banco Central para atender las distintas “canillas” por donde atender las tensiones de la economía: las importaciones -muchas veces sobrefacturadas-, el pago de regalías y consultorías externas, muchas veces inexistentes o entre empresas del mismo grupo económico que de esta forma buscan sacar dólares al exterior.
El gobierno tiene una merma notoria de venta de dólares turista, tiene superávit comercial de dólares, ha prorrogado el pago de sus obligaciones externas, y aun dispone de la activación del swap con China (cerca de US$ 11.000 MD) pero ha cometido algunas ingenuidades y errores que debe corregir (entre ellos derogar normas de la gestión anterior en torno a la liquidación de exportaciones para dotarse de los dólares producto de exportaciones).
Debe necesariamente reconstruir un mercado financiero en pesos que active tasas de interés atractivas para los ahorristas a través de distintos instrumentos vinculados a la actividad económica: construcción, energía, granos. No será con nuevos créditos de organismos multilaterales (el FMI, el BID, el Banco Mundial) que obtenga dólares que luego fugarán por los mismos cables como saldremos de este atolladero. Si comete ese error será fatal. Los créditos en dólares solo deben direccionarse a la inversión genuina, a la economía física y al aumento de la productividad en la economía argentina, que evidencia un deterioro sostenido desde hace varios años. Una y otra vez repetimos desde estas páginas que es imprescindible liberar las fuerzas productivas nacionales, democratizando los diversos sectores económicos.
La crisis sanitaria del codiv-19 mostró cuán monopolizada y oligopolizada se encuentra la economía argentina, lo cual requiere la creación de millones de pymes, para que a lo largo de los años vayan adquiriendo desarrollo relativo y fluyan los canales de exportación de la múltiple oferta internacional que puede disponer nuestro país. No va a alcanzar solo con el mercado interno, es necesario exportar en un contexto internacional grave donde está explotando el modelo de globalización de Occidente.
Para poder distribuir riqueza primero hay que crearla, de otra forma se produce pobreza sistemáticamente, sin recursos para financiarla.
*Abogado y docente UNCo
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