El doble desafío para las lesbianas que trabajan

Las discriminan por mujeres y por su elección sexual. Por eso la mayoríaoculta esta última. Dos neuquinas cuentan su experiencia, que se refleja en historias similares. Las acosaron hasta que admitieron su relación de pareja. Y al poco tiempo las despidieron sin explicaciones. Ahora harán una demanda laboral y un planteo ante el Inadi.

NEUQUEN (AN)- M. y L. ingresaron a trabajar en la misma empresa al mismo tiempo. Pronto empezaron las preguntas sobre sus vidas personales, las indirectas, las sospechas, hasta que se produjo un quiebre cuando admitieron ante sus empleadores que son pareja. Menos de un mes después se produjo el despido. De ambas. M. y L. son mujeres.

«Si nos preguntás por qué nos echaron, no lo sé. Pero la relación cambió desde que supo que somos pareja», cuentan con la intención de que su caso se difunda. Pero, para evitar nuevas heridas, prefieren que sus nombres no sean publicados.

Ya tienen un abogado que las patrocinará en la demanda que iniciarán contra la empresa en la que trabajaron tres meses y harán una presentación ante el Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi). Las acompaña la colectiva feminista La Revuelta, a la que se acercaron buscando orientación.

Lo que vivieron durante su breve período como empleadas lo padecen la mayoría de las lesbianas en el ámbito laboral. Las acosaban con preguntas en apariencia inocentes que apenas disimulaban un doble fondo malicioso, debían ocultar su preferencia sexual o, peor, inventar otra, y terminaban acorraladas haciendo aclaraciones sobre asuntos que jamás se vería obligado a explicar un heterosexual.

«El campo laboral en el que incursionan las seres humanos lesbianas es enloquecedor», dice Blanca Dolé Durón, hondureña, consultora del CEPAL. «Se necesita mucha fuerza interna, mucha capacidad de amar, mucha tolerancia y paciencia para resistir. A ellas se les exige demostrar ser siempre las mejores en el desempeño de sus capacidades, una gran capacidad para sostener en silencio su opción sexual por temor a las represalias de sus compañeras y compañeros, sus jefes o jefas», escribió en el prólogo de «La invisibilidad aseguraba el puchero», un ensayo sobre lesbianas y discriminación laboral en Latinoamérica.

De Tegucigalpa a Neuquén. M. y L. recuerdan que «nos preguntaban todo el tiempo por nuestros novios, que cuándo estábamos con ellos, que por qué todos los días nos íbamos para el mismo lado juntas. Teníamos que inventar nombres de varones y cuando empezás con eso te terminás enredando, te hacés un lío bárbaro. Hablás de tu pareja y decís «ella… tal cosa», y en seguida te tenés que corregir, «no, él, quise decir él…».

En el ensayo citado se expresa: «el ocultamiento parecería ser la principal estrategia, la fundamental que emplean las lesbianas para protegerse de la discriminación y de otros abusos contra sus derechos en el ámbito laboral. ¿Pero qué implica ocultar la preferencia sexual en el trabajo? (…) La energía que emplea una lesbiana para mantener cerrada la puerta de su armario, la tensión ante la posibilidad de ser descubierta, la vigilancia de los gestos y conversaciones, ¿no le resta posibilidades de desempeñar su tarea con mayor eficacia y creatividad?»

Cansada de las preguntas, las indirectas, «del morbo por intentar saber sobre mi vida privada», un día L. estalló. «Le dije a mi patrón: ¿sabés qué?: con M. somos pareja. Vivimos juntas. ¿Ya está, estás conforme?».

Con el orgullo típico de haber acertado una apuesta, su empleador le respondió: «de M. estaba seguro, pero de vos tenía dudas».

A pesar de las promesas de que nada cambiaría, todo cambió. «El trato ya no fue el mismo. Empezaron a decirnos que no le poníamos onda al trabajo, lo desvalorizaban, aumentaron los roces», cuentan.

Menos de un mes después las despidieron sin explicarles el motivo.

Pese a lo oscuro del panorama, hay espacio para la esperanza como reflejan las conclusiones de «La invisibilidad aseguraba el puchero»: «Cuando las lesbianas se atreven a reclamar sus derechos, a presentar su preferencia sexual no como una vergüenza sino como un rasgo más de su personalidad, por lo general el resultado es positivo».

 

GUILLERMO BERTO

gberto@rionegro.com.ar


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