El día después en Mascardi: temor y desconcierto de los vecinos
Los vecinos denunciaron que a partir de la ocupación mapuche en el 2017 "no hubo más paz". El malestar no es sólo con la comunidad Lafken Winkul sino también “con el Estado, que no hace nada”.
Las últimas horas de violencia que se vivieron en Mascardi volvieron a crispar los ánimos, tanto de la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu como de los escasos pobladores del la villa, que se confesaron atemorizados y “hastiados” por la situación.
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“Desde que esta gente está acá no hubo más paz” aseguró una mujer de unos 50 años, que vive a 1.500 metros de la ocupación iniciada por los mapuches a fines de 2017 y que -al igual que otros- prefirió no dar su nombre ni aceptó fotos, por temor a represalias.
Dijo que ella es nacida en el lugar y sus abuelos se asentaron allí a principios del siglo XX. “Acá antes se llenaba la playa del lago en verano, venían familias, pero ahora se perdió mucho, todos tienen miedo -dijo la vecina-. Este grupo corta la ruta cuando se le ocurre, apedrean los colectivos y todo queda en la nada”.
El jueves los incidentes se iniciaron con el incendio de una cabaña que sirve de morada al custodio de un predio de la ex obra social de Gas del Estado, que alojó a turistas hasta el año 2000 y luego quedó abandonado. Voceros de la lof Lafken Winkul Mapu aseguraron que el fuego fue iniciado por policías y que vieron alejarse a uniformados “con bidones” del lugar. También denunciaron haber sido reprimidos “con disparos de balas de plomo” por parte de uniformados que pretendían “realizar un allanamiento” del sitio que ocupan.
Pero el comisario con jurisdicción en el lugar, José Ocárez, dio una versión distinta. Afirmó que un grupo de encapuchados atacó a piedrazos la vivienda y un vehículo del cuidador y cuando llegaban al lugar para iniciar actuaciones comprobaron que la cabaña había tomado fuego. La fiscal actuante, Silvia Paolini, atribuyó la agresión a “miembros de una comunidad originaria”.
En el control del incendio trabajaron bomberos del cuartel central y de la policía federal, que pidieron custodia ante presencia cercana de los mapuches. Cuando se retiraban, los móviles fueron apedreados.
A pesar de las acusaciones cruzadas es difícil encontrar en Mascardi alguien que dude sobre la responsabilidad de los integrantes de la lof. Se guían por los antecedentes, ya que en los últimos tres años los vieron en varias oportunidades en actitud amenazante, con piedras, capuchas y según una de las mujeres consultadas “también con armas de fuego, aunque digan que no”.
Otra vecina, de 74 años y con 49 de residencia en el lugar, dijo que “la policía recorre pero no hace nada”. Ella trabajó casi dos décadas en las cabañas de gas del Estado y lamentó el incendio del jueves. Su casa es de las más próximas al inmueble atacado. “A eso de las 6 de la tarde escuché muchos gritos, insultos y también varios tiros, y después se levantó una columna de humo enorme, para el lado del lago”, relató
Dijo además que en lo personal ella no tuvo ningún conflicto. “Yo mentiría si digo que me han molestado, `pero sí sé que molestan a la gente que pasa por la ruta, o que va al lago, el hotel de Parques está desmantelado -afirmó. Han ocurrido malas cosas y desde que llegó esta gente la villa ya no está tranquila”.
Otra pobladora, que habita con su familia en el borde oeste de la ruta, dijo que todos deben “vivir en alerta permanente” por el temor a sufrir robos o agresiones. “De noche antes uno se iba a dormir tranquilo, y si los perros ladraban era por algún jabalí, pero ahora no. Sabemos que ellos andan por ahí, vemos las luces de sus celulares -contó la mujer-. Y según cómo ladran le digo a mi marido `vamos, a levantarse que eso no es un chancho`. Para mí ellos no son mapuches, los que son de verdad no hacen éso”.
Calificó la situación como “un desastre” y dijo que en la escuela de Mascardi, a la que van sus hijos, “también van los chiquitos de estas familias, que no quisieron jurar la bandera y en uno de los actos la madre de uno de ellos interrumpió para decir una proclama, fue bastante violento”.
El malestar de los vecinos no es sólo con la comunidad Lafken Winkul sino también “con el Estado, que no hace nada”. La comisionada de fomento de Mascardi, Inés Marabolis, optó alguna vez por denunciarlos y ante la falta de resultados ahora prefiere no hablar con la prensa.
“La impotencia de uno es que el Estado mira para otro lado -dijo una vecina-. Es difícil de entender. Ni Parques, ni la policía, la comisión actúan. Están atados de pies y manos. Nadie procede porque los que van a quedar presos son ellos”.
Poca disposición al diálogo
Los jóvenes de la lof asentada sobre la ruta 40 a pocos metros del lago Mascardi son reacios a hablar con los periodistas y mantienen cerrada y embanderada una tranquera que sirve de acceso al territorio ocupado y que resulta infranqueable para cualquier desconocido.
Ayer difundieron un largo comunicado en el que descalificaron “a los diferentes gobiernos de turno tanto nacional, como provincial, municipal y comisiones de fomento”, los que actúan -a su juicio- “coludidos con distintos medios de comunicación y con la iglesia”.
Los acusaron de “deslegitimar y distorsionar” sus reclamos. “La posición de nuestra comunidad sigue firme -afirmaron-, sin reconocer al winka ni como aliado ni como amigo”.
Reivindicaron su derecho a defender el territorio “recuperado” por la memoria de sus antepasados y del joven Rafael Nahuel, que fue asesinado allí durante un operativo de represión llevado adelante por Prefectura, y que la Justicia todavía no esclareció.
La policía provincial tiene presencia en la villa, pero carece de medios para realizar controles permanentes. Un suboficial con destino en el lugar contó ayer que la dotación del destacamento es de solo dos personas, con un refuerzo de otras dos asignado hace pocos días. Desde fines de abril no tienen patrullero y ante un llamado (como el del jueves) deben acudir con sus propios vehículos.
El empleado policial consultado dijo que “todo es muy problemático”, porque las piedras y las amenazas “son la forma de manifestarse que tiene esta gente, hacen lo que quieren y no hay manera de dialogar con ellos”.
Justamente el diálogo es la apuesta que realizó el gobierno nacional a través del INAI, que conduce desde hace pocos meses la exsenadora Magdalena Odarda. Pero en Mascardi nadie escuchó todavía de ninguna gestión concreta en ese sentido ni de que existan intentos de acercamiento para resolver el conflicto.
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