“El deber de la memoria”

Qué decir, cómo empezar estas líneas después de aquel sábado triste, el más triste en muchísimos años, y ese domingo aún más triste. Es compartida la tristeza por todos los argentinos y una desilusión tan grande sólo la genera una ilusión del mismo tamaño. Pero la que siento yo es peor, mucho peor, no sólo por la desilusión de volvernos de un Mundial antes de lo esperado y por esos 23 hombres que defendieron nuestra bandera sino también por él, por el más grande de todos los tiempos. Desde aquel 4 de noviembre de 2008, día en que asumió, se renovaron las esperanzas de un país entero, de una sociedad castigada por los repetidos hechos que nos tocan vivir día a día a todos los argentinos. Y el sólo hecho de saber que iba a ser él quien nos condujera e intentara dar –ahora desde otro lugar– una alegría, esa alegría que sólo el nos supo dar, nos generaba la esperanza y la ilusión más grande en muchos años. Sé que mi fundamentación puede ser poco objetiva y vacía de sustento, pero qué decir de él, de él que fue, es y será nuestro símbolo deportivo, nuestro orgullo eterno y gracias a quien nos ganamos un lugar en el mundo del deporte y un respeto, incluso excediendo las fronteras del deporte. Decir Argentina es sinónimo de su nombre y esto no es casualidad, porque él desde una actividad tan profana como es el fútbol fue quien más defendió nuestros colores, nuestra bandera y nuestro país. Porque fue él quien nos dio la última gran alegría a un pueblo entero y fue él quien hizo, como dijo el gran Eduardo Sacheri, que por la piel y por los ojos nos haya entrado algo de lo cual nunca vamos a lograr desprendernos. Cuesta clarificar una idea y arrojar en palabras un sentimiento tan profundo, que ahora está repleto de dolor y tristeza por vos, porque el fútbol al igual que la vida tiene injusticias y suceden cosas que no tienen explicación, porque vos menos que nadie te merecías este presente y porque no sos el responsable de esta triste realidad que nos toca atravesar, o al menos no sos el único responsable. Y mi mayor dolor se apoya en la injusticia de la gente de no reconocerte y de cargarte con culpas que no son sólo tuyas. Ojalá la vida y el fútbol te den la posibilidad de seguir y demostrar lo que sos, porque tu vida nunca fue sencilla, porque siempre tuviste que atravesar momentos tristes y complicados, los cuales sólo alguien con una grandeza como la tuya puede sobrellevar y salir adelante y transformarlos en momentos grandiosos y gloriosos tanto para vos como para todos los argentinos. Dios quiera que tengas la revancha que te merecés y puedas dar vuelta esta historia. Perdiste sólo una pequeña batalla, pero la guerra la vas a ganar como siempre lo hiciste a lo largo de la vida. Me apena que una parte de la sociedad te castigue injustificadamente y me genera una gran impotencia esto último, porque los argentinos lamentablemente perdimos la memoria: ahora defenestramos a quien más nos dio y nos hizo felices como nunca nadie jamás lo hizo. Perdón, perdón por mi poca objetividad y por mis palabras plagadas de cariño, amor y agradecimiento. Y como también dijo el reconocido Sacheri, no pretendan que sea imparcial, porque yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria. Que la vida y Dios te den la posibilidad de revancha y de revertir este presente como sólo vos podés hacerlo. Eternamente gracias por todo lo que nos diste y por ver reflejado en vos un ejemplo de vida y a alguien que, pese a lo que digan muchos, jamás le arruinó la vida a nadie sino todo lo contrario: es un ejemplo de fuerza, lucha y convicciones, tres características que hoy más que nunca tenemos que realzar todos los argentinos en nuestra propia vida. Gracias y seguí adelante como siempre, que esta guerra la vas a ganar al igual que ganaste todas las que se te presentaron en tu vida. Nicolás Mattio, DNI 34.117.430 – Zapala


Qué decir, cómo empezar estas líneas después de aquel sábado triste, el más triste en muchísimos años, y ese domingo aún más triste. Es compartida la tristeza por todos los argentinos y una desilusión tan grande sólo la genera una ilusión del mismo tamaño. Pero la que siento yo es peor, mucho peor, no sólo por la desilusión de volvernos de un Mundial antes de lo esperado y por esos 23 hombres que defendieron nuestra bandera sino también por él, por el más grande de todos los tiempos. Desde aquel 4 de noviembre de 2008, día en que asumió, se renovaron las esperanzas de un país entero, de una sociedad castigada por los repetidos hechos que nos tocan vivir día a día a todos los argentinos. Y el sólo hecho de saber que iba a ser él quien nos condujera e intentara dar –ahora desde otro lugar– una alegría, esa alegría que sólo el nos supo dar, nos generaba la esperanza y la ilusión más grande en muchos años. Sé que mi fundamentación puede ser poco objetiva y vacía de sustento, pero qué decir de él, de él que fue, es y será nuestro símbolo deportivo, nuestro orgullo eterno y gracias a quien nos ganamos un lugar en el mundo del deporte y un respeto, incluso excediendo las fronteras del deporte. Decir Argentina es sinónimo de su nombre y esto no es casualidad, porque él desde una actividad tan profana como es el fútbol fue quien más defendió nuestros colores, nuestra bandera y nuestro país. Porque fue él quien nos dio la última gran alegría a un pueblo entero y fue él quien hizo, como dijo el gran Eduardo Sacheri, que por la piel y por los ojos nos haya entrado algo de lo cual nunca vamos a lograr desprendernos. Cuesta clarificar una idea y arrojar en palabras un sentimiento tan profundo, que ahora está repleto de dolor y tristeza por vos, porque el fútbol al igual que la vida tiene injusticias y suceden cosas que no tienen explicación, porque vos menos que nadie te merecías este presente y porque no sos el responsable de esta triste realidad que nos toca atravesar, o al menos no sos el único responsable. Y mi mayor dolor se apoya en la injusticia de la gente de no reconocerte y de cargarte con culpas que no son sólo tuyas. Ojalá la vida y el fútbol te den la posibilidad de seguir y demostrar lo que sos, porque tu vida nunca fue sencilla, porque siempre tuviste que atravesar momentos tristes y complicados, los cuales sólo alguien con una grandeza como la tuya puede sobrellevar y salir adelante y transformarlos en momentos grandiosos y gloriosos tanto para vos como para todos los argentinos. Dios quiera que tengas la revancha que te merecés y puedas dar vuelta esta historia. Perdiste sólo una pequeña batalla, pero la guerra la vas a ganar como siempre lo hiciste a lo largo de la vida. Me apena que una parte de la sociedad te castigue injustificadamente y me genera una gran impotencia esto último, porque los argentinos lamentablemente perdimos la memoria: ahora defenestramos a quien más nos dio y nos hizo felices como nunca nadie jamás lo hizo. Perdón, perdón por mi poca objetividad y por mis palabras plagadas de cariño, amor y agradecimiento. Y como también dijo el reconocido Sacheri, no pretendan que sea imparcial, porque yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria. Que la vida y Dios te den la posibilidad de revancha y de revertir este presente como sólo vos podés hacerlo. Eternamente gracias por todo lo que nos diste y por ver reflejado en vos un ejemplo de vida y a alguien que, pese a lo que digan muchos, jamás le arruinó la vida a nadie sino todo lo contrario: es un ejemplo de fuerza, lucha y convicciones, tres características que hoy más que nunca tenemos que realzar todos los argentinos en nuestra propia vida. Gracias y seguí adelante como siempre, que esta guerra la vas a ganar al igual que ganaste todas las que se te presentaron en tu vida. Nicolás Mattio, DNI 34.117.430 - Zapala

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