El comedor y la escuela más pobres
Están a 10 km del centro de Neuquén y dependen de Plottier
NEUQUEN (AN).- El escenario es desgarrador. Mujeres que juntan basura a la vera del camino polvoriento, casillas de madera y chapa, y perros escuálidos. Pobreza y más pobreza.
Los Hornos del barrio Valentina Norte es el sector más alejado y más pobre de esta ciudad, en el límite con Plottier casi cayéndose del mapa urbano de la capital provincial.
En el centro de ese lugar está el salón comunitario, que a su vez es comedor y anexo de una escuela. Es un edificio mínimo, mal construido y mal pintado, donde dos por tres hay disputas entre vecinos.
En ese lugar, unos 36 chicos de entre 6 y 15 años cursan sus estudios primarios en el anexo de la escuela 234 de Plottier. Pero las clases se suspenden cada tanto, siempre hasta «el próximo aviso». Para colmo, el viernes a la mañana les robaron un grabador y un equipo de música. No es difícil entrar: la puerta de chapa es tan vieja como insegura.
La resolución, tomada por el Consejo Provincial de Educación, fue clara: El aula donde funciona el anexo de la escuela 234 de Plottier, «no cumple con las condiciones mínimas» para el dictado de las clases.
Y no es para menos: las dimensiones son tan reducidas que los alumnos están uno encima de otro.
La situación se torna insostenible cuando llega el invierno.
«Los chicos se mueren de frío. Tienen que escribir con guantes y gorra de lana para no entumirse», contó, indignado, Juan Ibáñez, uno de los docentes del anexo educativo.
Aunque parezca mentira la falta de calefacción en el aula no es lo más grave: Desde hace más de un año y medio que «se tapó el baño del aula» y los chicos, cuando «tienen necesidades» deben pedirle a los vecinos que los dejen pasar a su sanitario.
Ibáñez y Mara, la otra docente, se quejaron porque «en esta situación no se puede trabajar más».
En Los Hornos, la pobreza golpea por donde se mire. «La enciclopedia más nueva que tenemos es de 1968», dijo Ibáñez con una sonrisa irónica, cargada de fastidio. Las clases en el anexo se dividen en dos grupos. Uno de 22 alumnos y otro de 14. A la mañana concurren chicos que cursan cuarto, quinto, sexto y séptimo grado, mientras que por la tarde lo hacen los más pequeños, de primero, segundo y tercer grado. Todos en la mismo aula. Las esperanzas de los padres revivieron en octubre del año pasado, cuando vieron que a pasos de la precaria aula comenzaban a levantar una nueva escuela. Pero la alegría duró apenas dos meses, ya que la obra fue un «espejismo» que en diciembre quedó reducida a un par de paredes «inútiles». «Necesitamos un colegio como necesitamos el pan», rezó uno de los padres.
Mientras el viento golpea con arena arrastrada desde la barda, tres pequeños juegan a ser futbolistas mientras esperan el plato de sopa y la ensalada de tomate. Es el menú que día por medio sirven en el precario comedor-comisión vecinal que funciona junto al aula-escuela
El panorama es devastador. A medida que el camino va alejándose del centro de esta ciudad y se interna en el oeste. «Ni el colectivo llega a este sector», se queja María Ester Sandoval. La mujer, todos los días, camina más de un kilómetro para que su hijo reciba educación en el aulita más pobre de Neuquén.
Chicos distintos
NEUQUEN (AN).- Los chicos que viven en Los Hornos «no son iguales» ni tienen las mismas costumbres que los que viven en otros barrios más consolidados.
Así lo plantean los padres y los dos docentes que describieron a «Río Negro» la sombría situación que atraviesan las 230 familias que viven en este lugar, el más pobre de Neuquén. Los padres y docentes dejaron en claro que «de ninguna forma» los chicos «se transforman en gente mala» por la situación en que viven. Juan Ibáñez, el maestro de cuarto, quinto, sexto y séptimo, describió la personalidad de los chicos y jóvenes que educa.
«La verdad es que luego de ser maestro en escuelas de zonas más céntricas me doy cuenta que estos niños (de Los Hornos) son más dóciles y disciplinados».
En este sentido, Mara, la otra docente, explicó que «acá son contadas las familias que tienen televisión y en muchos aspectos esto es bueno porque los niños suplantan la caja boba por juego y comunicación».
Los 8 o 10 kilómetros que separan a Los Hornos del corazón de Neuquén representan una distancia «infinita» para los vecinos de este lugar.
A punto de caerse
NEUQUEN (AN).- En el comedor del sector Los Hornos hay apenas seis platos y siete tenedores. Las paredes y los pisos dejan ver enormes grietas, las chapas del techo se levantan con el viento, no hay sanitarios ni heladera y la calefacción de este módulo de material depende del calor que despide una vieja estufa a leña.
A pesar de todos esos inconvenientes, todos los días unos 20 chicos del barrio Valentina Norte Rural reciben una vianda de comida al mediodía, y otro grupo similar recibe la merienda por la tarde.
Elisa Cuerche, que cocina «solidariamente» y su compañera de tarea, Teresa Vásquez, reconocieron que los alimentos que envía la subsecretaría de Acción Social de la provincia -de la cual depende el comedor- «llegan siempre a horario: No tenemos inconvenientes con eso». Eso sí cada vez que se descuidan desaparecen los implementos.
«Lo que pasa es que nos roban las cosas y los chicos deben traer los cubiertos de sus casas», añadió Vásquez.
En el pequeño edificio hace más de un año fueron velados los restos de los cinco hermanitos que murieron incinerados en una casilla.
NEUQUEN (AN).- El escenario es desgarrador. Mujeres que juntan basura a la vera del camino polvoriento, casillas de madera y chapa, y perros escuálidos. Pobreza y más pobreza.
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